my first love, my first obsession 𐙚 j.jungkook.

Capítulo O8.

― Jungkook, ¿qué haces aquí?

El famoso chico nuevo estaba a mi lado, rodeando mis hombros con su brazo como si tuviera permiso de hacerlo. Que confiasudo.

― Ví a una chica con la única sudadera de Big Time Rush en la escuela y supuse que eras tú. ― Salió una hermosa sonrisa de su rostro.

― Mira, te presento. Ella es Dayra y ella Yaret. ― Las señalé a cada una al nombrarlas.

― Hola, mucho gusto; soy Jungkook. ― musitó sonriente.

― Hola ― dijeron ambas al unísono y aún sorprendidas.

― Lo siento "futura esposa de Logan" por interrumpirla, pero quería que me ayudara a buscar la oficina del Director si no es mucha molestia.

― Sí. Claro. ― contesté.

Andabas ayudando mucho a JungKook, ¿No crees ______?

Me despedí de mis amigas y nos dirigimos a la dirección de la escuela.

Al llegar a nuestro destino, me agradeció de una manera que no me esperaba. Al momento que me iba a regresar; agarró mi muñeca y me llevó hasta él. Me abrazó con una gran fuerza que ni tiempo me dió para reaccionar. Esos segundos en que nos abrazamos, sentí mariposas en el estómago (era ridículo, lo sé; pero fue muy bonita y corta aquella sensación) y que mis mejillas se sonrojaran, hasta que una voz masculina llamó nuestra atención e hizo que nos separáramos.

― ¡Jovencitos! ― El director nos interrumpió ― No se aceptan relaciones afectivas a dentro del Instituto.

¡¿Qué?!

― Lo siento director, nosotros no somo- ― Jungkook me interrumpió.

― No volverá a pasar.

Agarró mi mano y entrelazó nuestros dedos como si fuera lo más normal del mundo. Estaba inmóvil que solo observé como su mano estaba con la mia.

― Bien, ¿qué quieren? ― Serio lo dijo el señor director.

― Te veo al rato. ― le siseé a Jungkook y me fui lo más pronto posible.

¿Qué pasó? No lo sé. Pero al recordarlo me sonrojaba como toda una tonta.

****

Al salir de clases, Dayra nos invitó a comer a su casa. Me alegraba que fuera viernes. Sin duda pensaba que este iba ser el primer fin de semana más tranquilo después de un buen tiempo; sin que mis padres y Jade discutieran. Supuse.

Al llegar de la casa de Dayra, mi casa estaba tranquila y sin gritos. Al entrar, ví a mis padres viendo un programa en la televisión aburrido y Lizet acabando la tarea en el comedor.

Al buscar a Jade, sentí unas manos rodeando mi cintura y me cargó, dando vueltas en nuestro propio eje.

― ¡Jade, suéltame ya!. ― exclamé, porque me empezaba a marear.

― ¡No!. Hasta que aceptes estar en una pijamada con tus hermanas. ― dijo riendo.

― Jade ¡Ya!

Empezaba a molestarme.

― No, hasta que aceptes.

― ¡Sí! ¡Sí! ¡Lo que digas¡ ¡Pero suéltame ya!

En ese momento me bajó y mis pies tocaron el suelo. Estaba tan mareada que me caí, mi trasero cayó al piso.

Mis padres y mis hermanas vieron el acto y se empezaron a carcajear. Me molestó que se burlaran, pero ese sentimiento desapareció al ver a mi familia reír al unísono, desde hace mucho tiempo.

****

Acomodamos los colchones en el cuarto de Jade en la siguiente forma: Jade en su cama en el centro del cuarto, el colchón de Lizet a la izquierda de la cama y el mío a la derecha.

Quedamos de acuerdo, que las tres nos pondríamos la pijama más ridícula que tuvieramos. Me puse una de color rosa y con coronas de princesas; la verdad no se por que me la compraron si ni siquiera lo usé, hasta hoy.

Fue una de mis mejores noches. Bailamos, nos peinamos, nos pintamos las uñas y hubo karaoke de Big Time Rush. Finalmente nos acostamos y platicamos un rato después de una noche ajetreada.

― ¿Se acuerdan cuando dijo Jade que se iba a casar con James? ― dije rompiendo el silencio en el cuarto.

― Cállate. ― contestó y me soltó un almohadazo pero falló.

― Solo lo quería recordar. ― empecé a reír.

― Tu todavía lo dices ______. ― me delató Lizet.

― Tú ni hablar Lizet, que a ti te gusta Kendall y dices que lo vas a secuestrar y obligar que esté contigo. ― dijo Jade y al terminar de decir la oración, empezó a reírse de una forma muy escandalosa.

― Cállate, por que si lo haré.

Y ese fue el pretexto perfecto para empezar una guerra de almohadas.

― ¡Niñas! ¡Ya duérmanse!

La voz de mi madre resonó en toda la casa hasta llegar a nuestros oídos. Nos mordimos los labios para evitar reír y que el regaño fuera peor.

― Sí madre. ― dijimos al unísono las tres.

Nos acomodamos y nos dormimos con una sonrisa en los labios. Pero ese sueño no duró por mucho tiempo.