Hicimos la primera ronda. Era el primer contacto oficial, aunque varias personas ya se me habían acercado para investigar sobre mí. Algunos habían sido discretos y simpáticos, mientras otros, como Joshua, me habían usado para saltarse la cola del Costa con el pretexto de hacerme unas preguntas. En realidad, solo me hizo una «¿Tu libro es Los Miserables?»
—No voy a responder esa pregunta —le había dicho, riéndome.
—Te seguí ayer, y vi que cogías libros muy gordos de la biblioteca —había repuesto él, mirando la oferta de la pizarra. Yo había fruncido el ceño, sin comprender—. He visto el libro. Tiene como mil quinientas páginas.
—Ya. No creo debas basar tu nota universal de la clase con teorías insostenibles.
—¿Ves? Eso es lo que diría alguien que lee a Víctor Hugo. Es igual. Quien sea el responsable de ese libro, es un cabrón. Mira que hacerme leer ese tocho. Apenas llevo cinco páginas y ya estoy hasta el tiesto. ¡Ya sé! Tú me dices tu libro y yo te digo el mío. Así vamos descartando.
—Tampoco pienso hacer eso —le había dicho yo, avanzando en la cola.
Él me había lanzado una miradita. El azul de sus ojos brillaba con malicia.
—¿Qué te parece, entonces, si quedamos en mi casa esta noche para discutir sobre Víctor Hugo?
—Pero si solo llevas cinco páginas. ¿Qué vamos a discutir?
—Me lo pones difícil, ¿eh? Me encanta cuando las chicas se fingen dignas. Eh, no te importa que pida algo para llevar, ¿verdad? Gracias, Paulina. ¿Me pones un Cappuccino grande? —le había dicho a la chica de la barra, dándome la espalda—. Te lo paga mi amiga —había añadido. Luego se había girado para guiñarme el ojo—. Eres la mejor. —Me había dado unas palmaditas en el brazo y había desaparecido a coger su bebida. La chica de la barra se me había quedado mirando con cara de pocos amigos.
En las rondas nos sentamos de dos en dos, con cinco minutos de margen para conocernos. El profesor había dicho que no hiciéramos preguntas sobre literatura, sino sobre gustos personales. Color favorito, hobby, de perros o gatos, signo zodiacal y tonterías similares. De alguna manera, mi libro solo parecía tener sentido cuando hablaba con chicas tímidas. Me las imaginaba en la posición de Dolores Haze, y el corazón se me estremecía. Anoté sus nombres. Kaia, Nayiri y Roma. Descarté a Joshua de mi lista cuando le pregunté si le gustaba pasear por parques o si conocía a alguien que pudiera hacerse cargo de mi inexistente hermana de ocho años mientras me iba con mis padres al teatro. Su respuesta a la primera pregunta había sido que solo salía de casa para ir a fiestas o pillar coca. A lo segundo había respondido: «¿Teatro? Eso es un tostón. Mejor diles a tus padres que vas a salir con unos amigos, finge que has contratado a alguien y pillas la pasta. ¡Eh, quiero el cincuenta por ciento por haberte dado la idea!».
Me relajé de mi investigación cuando le tocó el turno a Jadesy. Ya pasaba mucho tiempo con ella fuera del salón. La chica me había contado la mitad de su vida en un par de días. Ninguna de sus historias incluía un personaje mayor demasiado cerca de ella. Al principio, tuve mis sospechas, pues había dicho que le gustaban «maduritos», pero luego supe que su interpretación del término era estudiantes a punto de graduarse y no cuarentones con tendencias indecentes.
—¿Si insisto lo suficiente, me dirás tu libro? —intentó ella, con una sonrisa pícara. Puso los ojos en blanco cuando vio mi reacción—. No sé cómo lo aguantas. Yo siento que necesito contárselo a alguien.
—Cuéntaselo a tus padres —sugerí.
—Papá no toma en serio nada en este mundo. Se distrae con estupideces antes de que logre acabar una frase. Y a mi mamá no le puede dar más igual lo que hago en la Universidad. A veces siento que me odia, la muy infeliz.
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Memorias: Paulette (Niña Mal, #3.1) [Abi Lí]
Teen FictionEsta historia no tendrá una sinopsis hasta que Mala Jane versión editada no esté terminada. Por lo pronto, dejaré por aquí un pequeño GIGANTE warning. NO LEER SI NO LEYERON LA VERSIÓN ORGINAL DE MALA JANE EN SU MOMENTO! NO LEER SI NO LEYERON LA VERS...