XVII

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-- ¿Qué estás haciendo, Valeria? Levántate -- dijo ella apretando mis manos e intentando hacerme levantar.

Había dicho mi primer nombre. Sólo eso tuvo el efecto de llenar mi pecho de esperanza.

Lentamente me levanté. Todo en mí temblaba.

-- Dime que me perdonas por todo lo que te causé, por la manera que te traté en mi oficina.

Aún tenía las manos de ella entre las mías, estábamos cercas y nuestros ojos se encaraban. Me sorprendí al percibir los ojos húmedos de ella.

-- ¿Que quieres de mí, Valeria? -- preguntó aproximándose más, y ahora, librándose de mis manos, agarrando mi rostro. -- Diga.

Nuestros ojos eran fuego, mi cuerpo reaccionaba como llamas, yo quemaba por dentro, sentía mi cuerpo helado por fuera. Necesitaba decir o moriría sofocada. Ella no sentía nada por mí, pero al menos yo saldría de allí con la certeza de que había hecho todo. Dicho todo.

Entonces, fui enfrente:

-- Yo te amo, Yuri -- dije en un susurro tembloroso casi daba para entender.

Sentí sus dedos presionaren mi rostro más aún mientras estudiaba mis ojos con una intensidad hipnótica.

Vi su lengua humedecer sus labios y ella respirar hondo estrechando los ojos, había perturbación en ellos.

-- Dilo de nuevo -- su voz era un hilo mientras aproximaba más mi rostro al de ella.

-- Te amo.

-- Dilo de nuevo, Valeria.

Nuestros labios estaban tan cercas que yo podía ver que los de ella temblaban.

-- Yo te amo – susurré.

-- De nuevo -- pidió con la voz tensa y llorosa. Esa vez, ya rozábamos nuestros labios.

Enloquecí:

-- Te amo mucho, mi amor -- fue entonces mi vez de agarrarla por los cabellos y finalmente sentir aquella boca en el mío.

Sentí sus brazos envolverme por la cintura y pegar su cuerpo al mío.

Fue un beso loco, desesperado y de una intensidad enfermiza. Ella acariciaba mi cuerpo con ansiedad y yo apenas conseguía mantener mis ojos cerrados. Necesitaba verla en mis brazos, verla besarme, ver las lágrimas que corrían por su rostro. Yo aún no podía creer en aquel beso. Hasta que nuestras respiraciones vacilaron y finalmente los labios se separaron.

Yuri acarició mi rostro y sonrió para mí. Me sentí derretir hecho manteca al sol, entonces ella dijo:

-- Robaste mi línea, chica. -- comentó mientras sus dedos capturaban una lágrima que resbalaba por mi mejilla rosada.

-- ¿Qué quieres decir? -- pregunté aun sintiendo los labios calientes e hinchados.

-- El día en que te busqué en tu oficina -- ella tenía ahora una sonrisa maliciosa. -- Era exactamente lo que acabaste de decir lo que quise decirte.

Pestañeé algunas veces intentando asimilar lo que ella decía:

-- Creo que no entendí... -- hablé con sinceridad, no podía ser.

Ella delicadamente cogió una mecha de mi pelo y acomodó atrás de la oreja, entonces tocó mi rostro con ambas manos y encaró mis ojos:

-- Lo entendiste, Valeria... -- rozó los labios en los míos antes de continuar en un susurro: -- Yo te amo, Valeria.

Mi corazón martilló en el pecho con tamaña violencia que temí tener un infarto en aquella hora. Yuri me amparó en sus brazos y sus labios callaron cualquier comentario que yo pudiera hacer.

Su beso calentó mi pecho y a los pocos la emoción de un amor correspondido fue esparciéndose por todas las fibras de mi cuerpo y transformándose en deseo. Mis dedos temblorosos buscaron los botones grandes de su bata, ella no ofreció resistencia. Sus manos ansiosas también comenzaron a explorar mi cuerpo de manera urgente.

Cuando quité la fina blusa que ella usaba por debajo de la bata me deslumbré con el encaje blanco del sujetador, quemé por dentro. Yuri era la mujer más linda del mundo. Intentando controlar la ansiedad de las manos, quité la pequeña pieza y suspiré profundamente cuando sus senos se expusieron para mí.

Lindos.

Mis dedos contornaron las formas redondas y firmes, y para mi deleite, vi su piel erizarse a mi toque, sus pezones se endurecieron y ella gimió bajo.

Volví mis ojos para ella y los ojos de ella inflamaban de deseo así como los míos. Lentamente ella soltó los cabellos. Adivinaba mis deseos. Quería ver aquellos mechones negros caer con rebeldía.

Bajé los ojos nuevamente para sus senos y llené mis manos con ellos antes de chuparlos. Era maravilloso sentir su piel, mi lengua circulaba el pezón rosado, y yo podía oír la respiración entrecortada de Yuri. Chupé cada uno de ellos con ímpeto y urgencia, sintiendo mi cuerpo derretir:

-- Te eché de menos, Yuri -- hablé con dificultades, había deseo en mi voz.

Ella, con una sonrisa maliciosa, estiró el brazo y abrió el cierre de mi pantalón negro. Sentí el tejido fino resbalar por mis piernas en el exacto momento en que se arrodillaba y se libraba de mi pieza intima. Entonces, levantó los ojos para mí:

-- No sé cómo pude aguantar tanto tiempo lejos de ti -- dijo antes de acariciar mi vientre liso con su lengua caliente y trillar el camino hasta mi fuente de placer.

Gemí alto al sentir la boca húmeda entre mis piernas chupar mi sexo. Agarré sus cabellos y antes que mis rodillas cedieran, me recosté en la mesa. Yuri alejó mis piernas se colocó entre ellas, ahora lamía mi fenda mojada y susurraba:

-- Como eres dulce, Valeria... Suculenta... Deliciosa...

Asistía todo en trance, lista para enloquecer a cualquier momento, sintiendo que no soportaría más tanto placer. Mi cadera se movía contra la boca de ella y ella intensificaba los movimientos de la lengua dentro de mí, hasta que no soporté más y agarré sus cabellos, presionándola allí.

Grité desesperada al sentir que mi néctar era bebido locamente por la boca sedienta de Yuri. Mis temblores eran convulsiones y entonces ella abrazó mi cuerpo mojado y susurró en mi oído:

-- Te amo -- la apreté contra mí y lloré emocionada.

****

Por horas hicimos el amor. Yuri me tuvo de todas las maneras imaginables e inimaginables. Yo jamás había supuesto que dos mujeres pudieran sentir placeres tan completos y avasalladores.

En el rancho habíamos tenido dos encuentros, y en ellos, yo sentía siempre como si estuviera haciendo algo que no existía, o que no pasara de un sueño, algo que jamás viviría realmente. Pero esta vez, no. Era más fuerte, no había prisa, no había duda ni inseguridad.

Había amor.

El cuerpo de ella era una fuente de placer para mí, no me cansaba de tocarla, sentir su sabor gusto, mirarla... Estábamos tan absortas en nuestro mundo, que en un dado momento, yo estaba acostada sobre las ropas esparcidas en el suelo y Yuri descansaba su cuerpo sobre mi espalda mientras nuestros corazones se calmaban, cuando la puerta de la sala se abrió y fuimos sorprendidas por los ojos sorprendidos de Arya.

Ni nos movimos -- y ni ella por algunos segundos -- hasta que salió de su estado de shock, pidió disculpas de una manera débil y temblorosa, antes de salir y cerrar la puerta.

Reímos con ganas antes de amarnos por la cuarta o quinta vez.






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Sigamos entonces...

Un Amor por Encargo - YuleriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora