𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑡𝑟𝑒𝑠: 𝐵𝑒𝑡𝑡𝑦

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"He was long gone when he met me
And I realize the joke is on me"

Taylor me pasa un rizador de pestañas, y con cuidado lo coloco en mi párpado, presionando en distintas posiciones hasta que las pestañas quedan como me gustan. Luego, me aplico la máscara de pestañas. Llevo un conjunto de pantalones negros con un cárdigan del mismo color, sujeto solo por un cordoncito en la zona del busto, dejando todo mi estómago descubierto. Para darme algo de color, decido ponerme el lápiz labial rojo de Taylor. Tengo dos presillas para el pelo del mismo color rojo sujetando mi flequillo.

Taylor está despampanante como siempre, luciendo un conjunto celeste vintage que consta de dos piezas: un pequeño corpiño y una falda tan entallada y de tiro alto que solo una fina línea de piel se le llega a ver.

Al salir me arrepiento completamente de la ropa que he elegido. El aire de la noche es frío y las ráfagas de viento provenientes del océano golpean fuertemente las copas de los árboles.

—Tal vez tenga que ir a cambiarme—murmuro mientras me froto los brazos en busca de calor.

Taylor hace un gesto con su mano y me mira como si le estuviera tomando el pelo.

—Ni se te ocurra—cierra la puerta con llave y la guarda en su bolso de mano, mientras nos conduce al auto—. Cuando estemos dentro del bar, seguro será el puto infiero—se toca el moño perfectamente peinado con pesar—. Hay una humedad horrible. Te vas a arrepentir si te pones otra cosa. Además, te ves increíblemente sexy.

Taylor me lanza las llaves del auto y las agarro al vuelo mientras me subo en el asiento del conductor. Enciendo el motor y comienzo a manejar hacia uno de los únicos tres bares que hay en la ciudad. El aire gélido me golpea con más fuerza culpa de la falta de techo del auto y vuelvo a maldecir a Taylor por lo impráctico que es. Llegar al centro de la ciudad nos toma menos de diez minutos, cuando estaciono frente al bar ya sé nota que hay bastante gente dentro.

—¿Por qué todo aquí me parece tierno y chiquito? —pregunta Taylor cerrando la puerta.

El bar solía ser el hogar de una pareja anciana, y eso se nota en el exterior de dulces rejas blancas y columnas románticas. Tomo la mano de Taylor y juntas nos adentramos. Por dentro, está muy lejos de ser el lugar "chiquito" y "tierno" que Taylor describe. El lugar es oscuro y casi siniestro, con luces rojizas que relampaguean por todas partes. El olor a sudor y alcohol impregnan todo el lugar, y hay tantas personas apretadas que la única forma de abrirse paso es dando codazos y pisotones. Bendita sea la temporada de los turistas.

Nos abrimos paso hasta llegar a la barra, apoyo todo el cuerpo en ella para alejarme un poco de la gente. Taylor me imita y se coloca a mi lado.

—Este lugar es un puto hormiguero—grita Taylor a través de la música—. ¿Quién iba a decir que por dentro es tan feo cuando el exterior es tan hermoso?

—Bienvenida a White Sand, no todo es como aparenta—contesto riéndome.

—Si así va a ser todo el pueblo, mejor vayamos a Nueva York que no engaña—se pega más a mí para que logre escucharla—. Lo que es mierda, es mierda, no hay ninguna ilusión óptica.

Me vuelvo a reír justo cuando el barman parece notarnos. Sabía que en una ciudad así de pequeña como lo es White Sand me encontraría con una cara familiar tarde o temprano. No esperaba que fuera tan temprano. Sin embargo, cuando me doy cuenta de quién es el rostro que se encuentra detrás de la barra suelto un grito de alegría y sorpresa.

—¡Jer!

El barman me devuelve la sonrisa y tira de mí sin importarle que hay un gran obstáculo entre los dos. Me envuelve con sus brazos y yo hago lo mismo. Desde fuera debe parecer el abrazo más incómodo y extraño del mundo. Escucho a Taylor soltar una risita y me aparto de él.

𝘛𝘩𝘦 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑖𝑐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘰𝘧 𝘉𝘦𝘵𝘵𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora