𝘛𝘩𝘦 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑖𝑐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘰𝘧 𝘉𝘦𝘵𝘵𝘺

𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑡𝑟𝑒𝑐𝑒: 𝐵𝑒𝑡𝑡𝑦

"You drew stars around my scars
But now I'm bleeding"

Las mañanas en White Sands son increíbles. Los tímidos rayos de sol asomándose por los rincones de las ventanas que las cortinas no logran cubrir, el tenue olor dulzón de las flores del jardín entremezclado con lo salado proveniente del océano, los pájaros que susurran y silban como agradeciendo a la mañana, los colores naranjas cálidos del cielo uniéndose al celeste y blanco.

Todo forma un increíble paisaje que intento retratar con suavidad y exactitud. La noche que compartí con James en el océano pareció abrir un grifo que terminó convirtiéndose en una cascada de bocetos, dibujos y pinturas. Los materiales de arte que mi padre guardaba meticulosamente para mi ahora yacen esparcidos de manera caótica por la habitación, impregnando el aire con el distintivo aroma de óleos y aguarrás.

Sumerjo el pincel en el agua, buscando limpiar la capa de color naranja que lo cubre. En este momento, estoy completamente cubierta de pintura. Mi padre ha conservado mi antiguo "uniforme de trabajo", como solía llamarlo: un guardapolvo que en el pasado era blanco, pero que ahora explota en una paleta de colores secos, y un pañuelo que ahora recoge mi cabello, también manchado de colores vibrantes.

Admiro el cuadro por última vez y coloco todos los pinceles y espátulas en remojo. Comienzo a ordenar el lugar. Taylor y yo hemos logrado establecer un agradable ritmo: ella sale a correr por las mañanas mientras yo me sumerjo en la pintura. Desayunamos juntas y luego ideamos qué haremos por la tarde. Puede ser pasear por la playa, nadar en el océano, recorrer el pueblo o dar un tranquila caminata por el pequeño y agradable bosque no muy lejos de aquí. Después, decidimos si vale la pena salir de fiesta con Jeremy y los chicos o si preferimos estar relajadas, viendo una película o charlando en el jardín de mi madre, que de noche es tan hermoso como durante el día. Para el disgusto de Taylor, James también se ha unido a ese ritmo de convivencia. Desaparece a la hora del almuerzo y la cena, pero por la tarde se queda trabajando en la casa sin molestarnos, finalmente, la ducha de abajo tiene agua caliente, gracias a él.

Hemos llegado a un acuerdo tácito; la noche de la fiesta sirvió para que el fuego de mi furia pudiera aplacarse un poco y ahora es menos incómodo estar en su presencia. Solo que parece que ese fuego ha pasado a ser una electricidad que no sentía hace mucho y me aterra completamente.

Salgo de la salita, cerrando con llave la puerta detrás de mí. Al llegar al lado de la cocina, no me sorprende ver a James preparándose su habitual taza de café. Sin embargo, lo que sí me sorprende es que esté llenando una segunda taza y se la pase a Taylor.

—Buenos días—saluda Taylor con voz cantarina.

—Buenos días—digo, confundida.

Les robo el agua caliente que han preparado y la vierto en una tetera de porcelana. Agrego un saquito de té de manzanilla y rosa. Taylor y James parecen coordinados de una manera que no me he dado cuenta antes. Salen juntos a sentarse en la mesa del jardín. Ella lleva un plato de frutas y él el azúcar y la leche. Los persigo, aún más confundida, por detrás. Antes de sentarme, pongo los brazos en jarra. James levanta una ceja. Siempre he envidiado que pueda hacer eso con tanta facilidad.

—¿Cuándo ha sucedido esto? —pregunto señalándolos.

James me mira con una sonrisa pícara mientras toma un sorbo de su café.

—La verdad, Betty, es que, como sueles hacer cuando pintas, no te das cuenta de las horas que pasan —dice Taylor con tono irritado—. Te sumerges demasiado en esos mundos, cariño.

A James parece darle risa el apodo, y una sonrisa asoma por su comisura.

—Además, resulta que Cara de Culo es todo un experto en hacer café, y yo no puedo resistirme a probarlo —agrega Taylor—. Estoy cansada de ese té de porquería.