𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑐𝑎𝑡𝑜𝑟𝑐𝑒: 𝐽𝑎𝑚𝑒𝑠

15 4 2
                                    

Nueve años antes

════════

Era una tarde extrañamente calurosa para ser invierno, así que habíamos aprovechado, Betty y yo, para salir un rato del encierro de nuestras casas. Después de lo que sucedió esa noche con mi padre, ahora paso el menor tiempo posible ahí. Casi ni cruzándonos, y cuando lo hacemos, él me ignora por completo. Mejor. Que se mantenga bien alejado de mí.

No hay mucha gente en White Sands cuando no es temporada alta y solo los lugareños nos quedamos aquí. Así que en la playa se encuentra poblada mayormente por Betty, que garabatea flores silvestres en su cuaderno, una niña rubia que pasea solitaria y yo, que mezclo las cartas, antes de repartírselas a Betty.

—¿No crees que se encuentra un poco sola? —pregunta Betty de repente.

Observo su cuaderno antes de ver hacia donde está mirando. Ha garabateado a la niña rodeada de flores, el cabello le vuela mientras camina. Me encojo de hombros.

—No sé —contesto.

—Podríamos invitarla a jugar con nosotros —propone, su mirada verde sigue en ella.

No quiero una desconocida interrumpiendo las pocas horas felices que tengo. Junto a Betty, siento que el control de mi padre no me asfixia, que el aire es más limpio, que puedo respirar mejor. Betty es como la primavera después de un invierno devastador. No quiero compartirla, sé que seguro me hace una persona egoísta, pero no me importa.

—Mejor no.

Betty se la queda mirando un segundo más, con el ceño fruncido, pero rápidamente cambia la expresión, sonriéndome abiertamente y tendiéndome la mano para que le pase sus cartas. Y ahí está de nuevo, el olor a durazno que emana levemente y la caricia de su tacto. No entiendo muy bien por qué, pero comienzo a sentir un repentino dolor en el estómago, un molesto aleteo constante. Hago una mueca y decido ignorar el dolor. No quiero preocuparla demás.

—Todavía no me has dicho a qué vamos a jugar.

—Betty, ¿alguna vez has jugado póker antes? —pregunto, sonriendo porque sé que su respuesta será no.

—Solo he visto póker en películas—contesta, examinando las cartas—. Mamá dice que es un juego de vagos.

Asiento.

—Tiene razón, pero es divertido y es más fácil de lo que parece. Primero, te voy a enseñar las manos básicas— doy vuelta las cartas de Betty y las mías y comienzo explicando cada mano a medida que avanza—Un par es cuando tienes dos cartas del mismo valor, un trío es con tres, y así sucesivamente. La mejor mano, por supuesto, es la escalera real, pero no te preocupes por eso por ahora.

—Entendido—frunce la nariz con concentración— ¿Cómo se apuesta?

Lanzo una carcajada por su impaciencia.

—Buena pregunta. Después de recibir tus cartas, puedes decidir si apostar, subir la apuesta, igualarla o retirarte. Todo depende de lo fuerte que creas que es tu mano.

A medida que seguimos probando y cometiendo errores, Betty se va estresando cada vez más. No soporta perder; es sumamente competitiva. Su frustración ha llegado a tal punto que, en algún momento, se ha recogido el cabello, que volaba rebelde gracias al viento marino, en una pañoleta del mismo color verde botella que sus ojos. Las mejillas le arden por el sol, lo que hace que sus pecas resalten; parece una frutillita.

—Basta, James, ya estoy lista para jugar enserio—dice decidida y asiento.

Comienzo a mezclar las cartas y lentamente las reparto. Betty se estresa más y me da un golpe para que me apure. Sus ojos verdes, normalmente llenos de diversión, ahora destilan determinación.

𝘛𝘩𝘦 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑖𝑐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘰𝘧 𝘉𝘦𝘵𝘵𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora