𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑜𝑠: 𝐵𝑒𝑡𝑡𝑦

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"I used to think one day we'd tell the story of us
How we met and the sparks flew instantly
And people would say: They're the lucky ones
I used to know my place was the spot next to you
Now I'm searching the room for an empty seat
'Cause lately I don't even know what page you're on"

Estaciono el auto en la entrada de la casa de mi infancia, una típica casita costera hecha de madera blanca con un gran porche medio antiguo.

Bajo de un salto del auto y busco la llave que mi madre dejó escondida bajo un florero. Ni mi padre ni mi madre estarán en casa durante todo el verano, ya que están disfrutando de unas merecidas vacaciones en algún crucero por el Caribe. Encuentro la llave en un macetero con peonías de un color rosa casi irreal de lo fosforescentes que son.

—¿Puedes echarme una manito, cariño? —grita Ty desde el auto, mientras saca los millones de bolsos que trajo.

Cuando llego a su lado, una bolsa de mano pasa volando por encima de mi cabeza y choca con uno de los arbustos, perdiéndose en su interior. Asomo la cabeza por el hueco negro que dejó en este. Mi madre no estará nada contenta por la violación a su querido jardín.

—Eh, más cuidado, cariño. —le imitó con un tono burlón—, esto no es Beverly Hills.

Taylor bufa mientras se ríe, para ella todo es un chiste que el universo le cuenta.

—Ya quisieras haber crecido entre lujo y oro, cariño.

La noche estrellada se alza mientras bajamos las cosas del auto, Taylor no para de oler cada flor que hay en el jardín de mi madre, exclamando un par de cosas sin sentido y riéndose todavía más.

—Hey—digo para llamar su atención—. Atenta.

Lanzo las llaves de la casa hacia ella, que se encuentra más cerca de la puerta de entrada. Afortunadamente, las atrapa en el aire y forcejea un poco hasta poder abrirla. La veo desaparecer. Me quedo quieta en el porche de mi antiguo hogar, dudando. Una parte de mí tira con fuerza hacia adentro, invitándome a superar la incertidumbre ridícula que siento, pero otra parte, la más irracional, solo quiere alejarse, correr, volar, saltar, hasta desaparecer.

—¡Betty, Dios mío, parece sacado de un cuentito de hadas! —El grito animado de Taylor es como un balde de agua fría que me convence a entrar.

—Solo es una casa Taylor, que yo recuerde tienes todo un pent-house solo para ti.

Su sonrisa roja hace una mueca desagradable y sigue apreciando todos los detalles que mis padres fueron colocando a lo largo del tiempo.

—Que se joda el maldito pent-house, aquí voy a tener el amor de verano que nunca tuve.

—Con JJ—agrego por ella.

—Por supuesto, sí que llega a dignarse a aparecer.

Me río de su comentario y me dejo arrastrar hasta la chimenea, repleta de fotos de mi infancia. La sonrisa se me congela con un suspiro cuando mis ojos se posan en una fotografía de dos niños tomados de la mano: el pequeño sonríe, mostrando orgulloso su falta de los dos dientes incisivos, y la pequeña tiene un pañuelo manchado de colores envuelto en sus infantiles rizos mientras lo mira atentamente.

Sabía que volver aquí significaría ser golpeada por oleadas de sus recuerdos, tendría que voltear toda la casa para poder arrancarlos y ni con eso alcanzaría.

—Oh Betty—suspira Taylor, mirando la fotografía, su tono tiene tintes empáticos que rara vez suele dejar ver— ¿Qué hace esto aquí de todas formas?

Trago fuerte el sabor amargo que mi inunda e intento volver a respirar.

—Era mi familia—es lo único que le digo, ella sabe toda la historia, podrá conectar los puntos sola.

Observo cómo Taylor comienza a notar los pequeños detalles que yo capté apenas puse un pie dentro de la casa. Junto a un trofeo de deletreo que descansa sobre la repisa, hay una medalla de honor en deportes; hay dos zapatitos guardados dentro de una cajita de madera, uno azul y el otro verde con margaritas; junto a una fotografía mía colgada, hay otra que la acompaña; dos birretes de color marfil y negro en la vitrina. Una patineta y una tabla de surf se encuentran apoyadas al costado de la puerta, como si estuvieran esperando ser recogidas en cualquier momento.

—Esto es un cementerio de recuerdos, tal vez tendríamos que haber alquilado una chocita.

—No todos son malos, Ty, no puedo tenerles miedo para siempre, esto es justo lo que necesito

Taylor no parece muy convencida a pesar de que comienzo a mostrarle lo que queda de la casa, subimos a las habitaciones de arriba y dejamos todas nuestros bolsos en la cama grande que comparten mis padres, que es donde dormiremos.

Estoy tan agotada por el viaje que cuando me propone cenar frituras viendo una película, no me niego.

—Uf, estuve esperando estas vacaciones todo el año, este semestre fue brutal.

Asiento porque fue brutal para mí también. Taylor estudia Teatro y Arte dramático y yo estoy en Diseño gráfico, gracias a todas las estrellas seguimos teniendo un par de clases en común, como Responsabilidad y Ética que la da la profesora Carvell.

Cuando la película comienza siento el fuerte tirón del sueño apoderarme y decido no enfrentarme al él.

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Capítulo cortito pero voy a estar sin compu por mucho, mucho tiempo. Justo cuando empiezo :(


𝘛𝘩𝘦 𝑡𝑟𝑎𝑔𝑖𝑐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘰𝘧 𝘉𝘦𝘵𝘵𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora