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—¡Por favor!

—No.

—¿Por favor, amor de mi vida?

—No.

—¿Por favor, mi amor, mi vida, mi cielo?

—Nunca. ¡Maldita sea!

—¿Por qué no, Ivivi?

—No voy a poner esa maldita cosa en mi maleta y eso es definitivo. —Hice un puchero y me dejé caer sobre la cama.

—Eres tan difícil. Le pido a mi apuesto novio un favor pequeñito y lo único que hace es negarse.

—¡Me niego porque es vergonzoso! ¿Por qué no lo pones en tu maleta? —Señalé mi maleta que apenas cerraba.

—¿Ves espacio en algún lugar que yo no? Vamos, es sólo un estuche de cosméticos.

—Con brillo labial y delineador de ojos. ¿Para qué las ocupas? —Suspiré y me di la vuelta en la cama.

—Se me resecan los labios. —Suspiró y se sentó en la silla del escritorio.

—¿Y el delineador de ojos? —Sonreí travieso y me di la vuelta para mirarlo.

—Para realzar el atractivo natural de mis ojos. Ahora que sabes, ¿puedes ponerlo en tu maleta? —Él lo miró y luego volvió a mirarme.

—Pero ¿y si tienen que sacarlo cuando revisan los bolsos en el aeropuerto?— Suspiré y me levanté.

—Entonces voy a usar una peluca y puedes decir que soy tu novia.

—No harías tal cosa. —Tiene razón, no lo haría.

—Bien, entonces voy a ponerlo en mi maleta y sacaré mi ropa interior. Sólo voy a conocer al resto de tu familia. No importa si no llevo nada debajo de mis pantalones ¿verdad? —Se quedó sin aliento y fue entonces cuando supe que había ganado.

—¿Y si te agachas y...?

—Así es. Entonces, ¿lo vas a poner en tu bolso o mi ropa interior va a tener que quedarse en casa?—Lo observé mientras lo analizaba seriamente.

—Está bien, lo voy a poner en mi maleta. ¿Por qué eres tan difícil? —Sonreí y lo besé suavemente en los labios.

—Por la misma razón que eres misofóbico.— Frunció el ceño e hizo un puchero.

—Hey, estoy mejor ahora. Ya ni siquiera llevo desinfectante de manos. —Sonreí y pasé mis dedos por su pelo.

—Lo estás, amor. Pero todavía tienes trabajo por hacer. Ni siquiera le das la mano a las personas.

—Tengo una buena razón para eso.

—¿Cuál es?

—No sé donde han estado. —Levanté una ceja antes de darle una sonrisa sugerente.

—Ellos no saben dónde han estado tus manos tampoco, pero aún así las quieren tocar. —Se sonrojó y me dio un pellizco en la cintura.

—Debes ser el mayor pervertido que conozco.

—Oh, él no conoce al resto de mis amigos.

—Pero amas a este pervertido. Ahora vamos a terminar de empacar para que podamos ir a la cama. —Le di mi estuche de cosméticos y me metí en la cama. Cuando tomé mi teléfono celular de la mesita de noche, sonó.

—¿Hola?

—Rodri, bebé conejito, ¿Cómo estás?— Rodé los ojos.

—Estoy bien Uni, y no me digas bebé conejito ¿Qué es lo que quieres?

Devil Boss ; 𝐑𝐎𝐃𝐑𝐈𝐕𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora