𝐁𝐨𝐲𝐟𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝 || Bbangzas

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Tras el tormentoso día que marcó un quiebre en la relación entre Pham Hanni, Choi Soobin y Kim Minji, las dinámicas parecían cambiar, aunque no de la manera que uno esperaría. Soobin, el arrogante chico cuyo orgullo había sido desafiado, comenzó a acercarse más a Hanni. Era como si el temor de perder lo que creía seguro lo hubiera motivado a actuar de manera más atenta, aunque la sombra de sus anteriores acciones permaneciera presente.

Cada vez que salían de la escuela para hacer algo juntos, una nueva dinámica se establecía. Choi Soobin, en un intento de reafirmar su control, siempre era el primero en retirarse, dejando a Hanni y Minji a solas. Minji, como si fuera su deber encubierto, se convertía en la conductora que llevaba a Hanni a casa.

El camino de regreso, que solía ser un espacio de risas y complicidad entre las amigas, se volvía cada vez más silencioso. Mientras Minji manejaba con determinación, Hanni, con la mirada fija en su teléfono, esperaba ansiosa un mensaje del chico que una vez creyó que era su novio.

Minji, observadora y consciente de la decepción que Hanni continuaba enfrentando, lidiaba con sus propios sentimientos encontrados. Aunque no podía evitar sentir molestia por la presencia constante de Soobin en sus vidas, también quería ser el apoyo que Hanni necesitaba en esos momentos difíciles.

El silencio del trayecto se llenaba con la tensión no expresada y la desilusión palpable. Minji se preguntaba si alguna vez Hanni vería más allá de las promesas vacías y las acciones egoístas de Soobin. Mientras tanto, la castaña continuaba esperando ese mensaje, aferrándose a la esperanza de que las cosas podrían cambiar, de que Soobin podría redimirse de alguna manera.

La narrativa de sus vidas se tejía entre las líneas de la complicidad rota, las promesas incumplidas y las expectativas decepcionadas. En cada viaje de regreso a casa, Minji se convertía en el soporte silencioso de Hanni, un testigo de las heridas emocionales que no cicatrizaban fácilmente.

La tarde caía con un cielo teñido de tonos cálidos, mientras Minji manejaba con destreza la moto de su padre de regreso a casa. El viento acariciaba su rostro, pero la atmósfera estaba cargada de la frustración que Pham Hanni no podía contener.

—¡No puedo creerlo, Minji! ¡Ni siquiera me ha enviado un mensaje en todo el día! —exclamó Hanni, dejando escapar un suspiro frustrado.

Minji, con su mirada fija en el camino, respondió con un tono sereno pero cargado de exasperación: —¿No crees que tal vez es hora de dejar de esperar algo que nunca llega? Soobin no parece darse cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, y eso es algo que deberías recordar.

—Pero es que lo amo, Minji. Aunque siempre me decepcione, no puedo dejar de amarlo —confesó Hanni con una tristeza palpable en su voz.

Minji suspiró, consciente de la complejidad de las emociones de su amiga. —Hanni, mereces a alguien que te valore y te trate como mereces. No mereces estar siempre decepcionada y triste.

A medida que avanzaban por las calles tranquilas, Minji sentía la necesidad de proteger a Hanni de la constante desilusión que Soobin le infligía. Sabía que las palabras a veces no eran suficientes para cambiar el corazón de alguien, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para mostrarle a Hanni que merecía más.

Llegaron a casa de Minji, donde pasarían la noche. Al aparcar las bicicletas, Minji miró a Hanni con determinación y dijo: —Hoy vamos a disfrutar de nuestra noche, sin preocuparnos por los chicos que no valoran lo que tienen. Te prometo que lo pasaremos bien.

Hanni asintió, agradecida por tener a Minji a su lado. Las dos amigas compartieron una mirada significativa que hablaba de una complicidad más allá de las palabras. Juntas, entraron a la casa, dejando atrás las decepciones del día y abrazando la promesa de una noche llena de risas, apoyo mutuo y la fuerza de una amistad que resistía las tormentas emocionales.