15

2.1K 296 17
                                    

Quemaduras.

No faltaban muchos días para el cumpleaños de Tōya. Pero lo único que se mantenía en la mente de Sumi era que su sobrino seguía lastimándose al entrenar a escondidas. No parecía estar dispuesto a tomar en cuenta a sus palabras, por lo que era imposible que se olvidara de «convertirse en el próximo héroe número uno» sin ayuda profesional.

Cuando decidió hablar con Enji sobre el tema, este perdió la paciencia e ignoró la situación sin haberla escuchado lo suficiente.

—Mi hijo no necesita ir a un lugar como ese. Ningún miembro de esta familia pisará un hospital psiquiátrico aunque sea la última opción viable, eso arruinaría nuestra imagen.

Sus palabras fueron claras y no lucía dispuesto a cambiar de opinión. Cuando quiso refutar, él ya se había marchado de la casa sin molestarse en esperar una respuesta de su parte.

Quiso gritar, pero no lo hizo porque sabía que su acción alertaría a los niños y terminaría asustándolos, por lo que se tragó sus ganas de enfrentarlo y se quedó parada en el recibidor sin salir de la pequeña nube en la que se había sumergido.

A eso, debía agregarle la conversación para nada tranquila que había tenido con su padre hacía unos días. Recordarlo solo le provocaba cuestionarse por qué todavía seguía sintiendo que le debía algo a su hermana cuando ella jamás fue la que la obligó a casarse con Todoroki Enji pese a sus carencias de dinero en el pasado.

El tener presente que gracias a que su hermana aceptó casarse con el pelirrojo es que ahora tenía una profesión, le daba náuseas. Que su padre se lo haya restregado en la cara no le ayudaba en lo absoluto.

—Si no fuera por mí y tu hermana ni siquiera habrías asistido a la escuela donde conociste a tu jefe, así que deberías estar agradecida por eso. Estás dónde estás gracias a nosotros, pero lo único que haces es reclamar por algo insignificante.

Esas habían sido las palabras de su padre. Y juraba que si no fuera su progenitor, lo habría abofeteado en ese instante.

Ella era consciente que pudo asistir a una escuela decente gracias al dinero que obtuvieron tras vender a Rei, y la razón por la que siempre aportó dinero a la casa desde que empezó a ganar un sueldo fue porque sentía que le debía tanto a su padre como a su hermana. Era, en parte, la misma razón por la que siempre le compraba regalos a Tōya y Fuyumi, porque sabía que su hermana no aceptaría tantas cosas caras alegando que no eran necesarias, entonces la única forma de aliviar el sentimiento de deuda era a través de los niños.

Claro, también existían ocasiones donde los regalos no eran necesariamente por eso, pero al inicio sí era su única razón.

Sentir que le debía a su hermana y padre todo lo que ella tenía ahora era algo que le incomodaba. Y odiaba sentirse así. Porque analizando bien la situación, ella jamás fue cómplice del trato que hizo su padre con Enji, así que no tenía por qué mortificarse, pero aún así lo hacía.

Sus pensamientos solían ser contradictorios y confusos, por eso prefería ignorarlos, pero últimamente no lo estaba logrando como le gustaría.

Para cuando llegó el cumpleaños de Tōya, las cosas no mejoraron. El menor seguía teniendo diversas quemaduras en sus brazos y cara, Sumi se encontraba enfriándolo para diluir un poco su dolor y evitar que Enji se diera cuenta de las lesiones de su primogénito.

—Entrenar a escondidas no te llevará a ningún lado, solo estás lastimando tu cuerpo, ¿sabes? —comenzó a decir de manera suave—. Entiendo que quieras cumplir el sueño de tu padre, pero no vale la pena si terminarás así cada vez que intentes usar tu kosei.

FAMILY LINE | bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora