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Príncipe de las nieves.

El sudor cayendo por frente y las lágrimas corriendo por sus mejillas eran lo único que podían verse en el rostro de la bella albina. Su aspecto era desalineado, por no decir un desastre.

De su boca salían gemidos y jadeos de desesperación, su ritmo cardíaco estaba totalmente acelerado, tomaba grandes bocanadas de aire para mantenerse consiente a pesar del cansancio en su cuerpo.

Sus ojos estaban ligeramente cegados por la luz directa que recibía del foco en el techo, por lo que solía mantenerlos cerrados para evitar esa molestia, además de esa manera podía concentrarse mejor.

Dentro de aquella habitación blanca, el único sonido audible era la máquina que tomaba su pulso y sus quejas provenientes de la ojigris.

—Puedo ver la cabeza —mencionó la doctora.

—Sigue pujando —indicó una de la enfermeras.

No sabía cuántas veces había escuchado esas dos palabras durante las últimas dos horas. Su último recuerdo claro era estando en su sala de estar de repente había roto fuente frente a sus sobrinos. Las criadas fueron las encargadas de llevarla al hospital de emergencia junto a su bolso que contenía sus cosas y las del bebé.

Supuso que en camino se habían comunicado con Enji para informarle la situación, pero dudaba bastante que él hiciera acto de presencia en un momento tan importante. Seguramente llegaría cuando ya había terminado todo, y faltaba mucho para eso.

Tenía vagos recuerdos de haber visitado a su hermana cuando dio a luz a Tōya y Fuyumi, siempre iba con sus padres puesto que era menor de edad, en las dos ocasiones llegaron tarde debido a la falta de comunicación entre ellos y Rei después de haberse ido de casa. Pero lo que sí recordaba con claridad es que solían visitarla tarde, cuando ya había pasado lo más difícil. También recordaba que Enji llegaba dos horas después que ellos debido a su trabajo.

Al igual que su hermana, estaba totalmente sola en ese momento. Seguramente se pondría a llorar por la falta de apoyo por parte de su familia y marido, pero su desesperación por acabar con ese doloroso proceso era superior a su tristeza.

Las contracciones no fueron tan fuertes como había esperado, pero fueron suficiente para que se doblara sobre sí durante todo el viaje al hospital.

—Sigue pujando —volvió a decir la enferma, con un tono cálido que supuso que debía consolarla, mas no lo hizo.

—Tú puedes, eres fuerte. Puedes hacerlo —animó la doctora.

Un grito lleno de dolor abandonó su garganta, resonando por el pasillo en el iban caminando diversas personas, entre ellas, Hattori Sai.

Sus orbes azules reflejaron angustia por un instante antes de suspirar profundamente y sentarse en una de las sillas mientras esperaba a que todo terminara. No tenía permitido ver a Sumi por dos simples razones; no era un familiar suyo y ya había entrado en labor de parto hace dos horas y media.

Se enteró de aquello gracias a una de las criadas que atendía a la albina cuando se encontraba en casa, le tomó un tiempo llegar al hospital puesto que se encontraba trabajando junto a Kotaro-san al no estar Sumi en la agencia, y el tráfico tampoco fue de ayuda mientras iba en su auto.

Cuando Sumi le contó que su bebé nacería los primeros días de julio, jamás se le cruzó por la cabeza que nacería justamente el primer día del mes. Eso suponiendo que no habrían complicaciones durante el parto, sino, seguramente la albina pasaría más de diez horas dentro de aquella habitación.

Las horas parecieron eternas mientras esperaba, sabía que pronto llegarían Miura Umi y Konishi Ima, las amigas más cercanas que tenía la ojigris. Solo tenía conocimiento sobre ellas, mas no por su familia o esposo.

FAMILY LINE | bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora