La "madre" del orfanato nuevamente llevó a uno de sus "padres adoptivos"... Un viejo plenamente asqueroso que veía con deseo a los pobres niños que en esa casa estaban.
—Quédate tranquilo. No digas ni hagas nada, si no se interesará en ti, el maldito.— Ordenó ese niño de trece años al nuevo ingresado; un niño de 8 años de unos hermosos ojos celestes.
—Tengo miedo... De verdad tengo mucho miedo.
—Si tienes suerte seré yo a quien se lleve como siempre... Escóndete tras de mí y no hagas ruido.
El niño más pequeño hizo lo solicitado. Miró a Madame y al viejo pasar entre las literas de la habitación...
—Sinceramente, no estoy interesado en alguien más, quiero de nuevo los servicios del niño de la semana pasada...— Sentenció el hombre.
—Oh, debía decir eso desde que entró. Hoy está de suerte, el pequeño Vegeta está estrenando nueva ropa, podrá disfrutar más algo así. —Respondió mirando al menor.
Los ojos del solicitado se volvieron oscuros, sombríos como los de una fiera. Su mirada era asesina.
El hombre se acercó a Vegeta, lo tomó de una mano, pero al final de cuentas vio al nuevo detrás.
—Vaya, ¿esa lindura de ojos azules es nuevo?
—Sí, lo rescaté anteayer.
—En ese caso, quiero solicitarlo también...— Agregó y lo tomó de la muñeca.
—Con todo gusto, puede llevárselos.
El niño más pequeño lloró mientras Vegeta intentaba calmarlo sosteniéndole le mano.
—Cuando quiera tocarte, hazte pipí, ¿sí?
Entre lágrimas el otro asintió.
Siguieron al hombre hasta el segundo nivel del orfanato, donde sólo había una habitación y un baño, pero, ese lugar era el infierno de esos pobres infantes que terminaban en las manos de la bruja.
El adulto prendió las luces, los metió y con brusquedad los tiró a la cama.
—Quítense la ropa.— Pidió al mismo tiempo que él bajaba su cremallera.
Vegeta frunció el entrecejo a tope, sacó su camiseta y miró al niño, negando con la cabeza para que no se quitara la ropa.
—¿Y tú preciosura, no te quitarás la ropa? ¿Quieres que te ayude? — Cuestionó acercándosele.
Permitió que la distancia se rompiera entre los otros dos... De la orilla de su pantalón sacó una navaja que le robó a Madame. Rápido se puso a las espaldas del viejo, y sin llegar a titubear, su tamaño le permitió llegar a la garganta del sujeto, para así, cortarla y provocar un desangramiento fatal y bien merecido.
Ambos vieron como el charco de sangre se creaba en el piso marrón del lugar. Cómo el hombre pedía por su vida, pero era inaudible, únicamente se ahogaba más con su sangre.
—Ahora me ayudarás. Bajarás de nuevo, pero de manera lenta y que se escuche como si una persona grande fuera la que está bajando. Yo me encargaré después de la Madame.
Salieron de la habitación. El ojiazul hizo lo pedido.
—¿Señor, ocurrió algo? Hoy tardó menos.— Expuso la mujer cuando escuchó los pasos pesados provenientes de las gradas.
Hubo una respuesta nula ante su pregunta. Curiosa se acercó a ver, sólo para notar la presencia del menor.
—Trunks, ¿qué haces aquí? ¿Dónde está el señor?