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Habían pasado dos meses exactos desde que el joven Alfa vivía encerrado en su casa, esperando por el regreso de sus padres con una esperanza de que aún siguieran con vida.

A duras penas lograba comer una vez en el día, tratando de que la comida que tenía llegará a durar un lapso más de tiempo, pero era imposible que perdurará más de dos días y no tenía pensado salir de allí.

Todo lo que conocía había cambiado y el nuevo mundo no se ajustaba a él, ni él al mundo.

Temía ver más allá de la ventana que estaban cubiertas con diarios, tapando lo más posible la vista al exterior y del interior.

Pero sus oídos no eran exentos del todo de los ruidos grotescos que provenían de afuera, la noche era aún más dura que en el día.

Los gritos se escuchaban desde unas cuantas cuadras lejanas, eran desgarradores, pero no duraban más de un minuto.

Ya no tenía luz, no tenía agua y todo le escaseaba, no tenía la más remota idea de cómo seguiría viviendo allí sin ningún tipo de provisión.

Las noches eran aún más largas cuando se sentaba en el suelo de la habitación de sus padres, siendo envuelto por el aroma de sus progenitores. Le recordaba lo cobarde que era, de lo inútil que lograba ser.

Se culpaba a si mismo de no saber si ellos aún vivían. Él podría haber salido a buscarlos, al menos contactarlos. Pero tenía miedo, miedo de haberse quedado solo en el mundo.

Aún no lograba asimilar la realidad en la que se encontraba.

No hasta que una de las tantas noches escuchó como la puerta principal era forjada.

Se asustó pero aún así tomó entre sus manos una sartén, escondiéndose detrás del sofá del living al oír como rápidamente se abría y cerraba la puerta en un instante.

Tragó saliva. Jamás había sido violento o siquiera golpeado a alguien en una riña, mucho menos tenía el valor de enfrentarse a la persona que había ingresado a su casa.

Tembló, y escuchó unos gemidos provenientes de la persona que buscaba de manera desesperada algo en los cajones de la cocina.

Se asomó un segundo en los costados del sofá y logró observar una silueta delgada, cojeaba y parecía ser que se quejaba de algún dolor. Encendió la hornalla y buscó en su mochila algo que no logró descifrar en la oscuridad, tomó lo que parecía ser un utensilio de madera y lo mordió, en un segundo se volcó el contenido en su pierna y mordió fuertemente el palillo en su boca.

Jungkook solo observaba que el intruso era un joven, no mayor de los 25 años por su contextura.

Pensó que tal vez debía de salir.

Dudó.

Lo pensó nuevamente.

Se animó a salir. Pero frente a él ya se encontraban dos pies.

Elevó su mirada y se encontró con una cabellera que parecía ser castaña.

No visualizó, hasta que el individuo le habló, que tenía un arma apuntando a su sien.

Trastabilló asustado y soltó la sartén.

—¿Quién eres?

Tragó saliva y sintió sudor bajar por su frente.

—Jungkook.

—¿Qué haces aquí? —Hizo señas con el arma de que se levantará del suelo y éste de inmediato lo hizo.

—Es... mi casa...

Miró fijamente al muchacho que tenía enfrente y vislumbró un gesto de dolor en su rostro.

Estaba herido.

—¿Necesitas ayuda...? —Cuestionó.

El contrario no respondió.

—¿Tienes gasas? —Preguntó aún sin dejar de apuntarle con el arma.

Jungkook pensó. Su madre siempre solía tener un kit de emergencias en el armario del baño.

—Sí. En el baño. —Respondió.

Cojeó y se quejó nuevamente.

—Ve. —Ordenó.

No puso resistencia y se dirigió al baño en busca del kit, siendo perseguido lentamente por el muchacho que no le dejaba de apuntar.

Una vez que obtuvo el kit volvieron al living.

—Necesito cauterizar la herida. —Habló, señalando la hornalla encendida.

—No creo que sea lo mejor. —Apuntó. —Te desmayaras del dolor.

—Aún así detendría la hemorragia.

Negó al ver su pierna derecha.

—No es profunda la herida. No lo necesitas.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo sé. —cercioró sin justificar.

El contrario dudó.

—Tú me ayudarás. Siéntate. —Le ordenó y se sentaron en el sofá.

Jungkook solo abrió la caja, encontrándose con las gasas, desinfectante, cinta y una aguja esterilizada con hilo.

Bajo la atenta mirada del castaño se tiró el líquido en las manos, tomó la tijera y con cautela cortó un poco del pantalón del muchacho, dejando la herida al descubierto por completo.

Nuevamente tiró el líquido desinfectante en la herida, ocasionando que el castaño se quejará.

—No necesitas sutura, por suerte. —Comentó.

—Entonces me alegro por ello.

Jungkook prosiguió a tomar las gasas y cubrir la herida. Era un corte. Quizás se lo hizo en apuros.

—¿Puedes dejar de apuntarme con el arma? Me pones nervioso.

—Eres un alfa.

—No te haré daño.

—Ya he escuchado eso.

Se resignó de la idea terminando de cubrir la herida del muchacho.

No había caído en cuenta de que era un Omega quien había ingresado en su hogar.

Tampoco en que la noche iría a ser demasiada larga y exhausta.

El Sexto Cambio || Kookmin || Hist. ActivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora