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Una hora en silencio y con el muchacho medio dormido aún apuntando con el arma en la cabeza, esa era la noche actual de Jungkook.

No mentiría.

Estaba asustado.

Mucho más cuando los gruñidos comenzaron a acercarse a su vivienda.

Se preguntaba si quizás la razón era el joven que tenía acostado en el sofá con un ojo a medio dormir.

Los nervios comenzaban a tocar su puerta cada vez que vislumbraba una sombra pasar por la ventana. Eran ellos.

Rogaba que no entraran porque no tenía la manera de defenderse y mucho menos el valor.

—Puedes no hacer ruido. —Exigió el joven.

No se había percatado de que se encontraba golpeando intensamente con su pie derecho el suelo.

—Lo siento.

El castaño lo miró detenidamente, evaluando el aspecto de Jungkook. Era alto, cabello azabache, piel tersa y con masa muscular.

Guapo.

Diría si todo fuera normal.

—Dime, Jungkook. —El nombrado lo miró atento. —¿Cuántos años tienes?

No respondió.

—¿Y tú cómo te llamas?

Enmudeció y entrecerró los ojos. Tal vez dudando de si decirle quién era. O mentir.

—No me parece acorde decirte. No te conozco.

—Y yo a tí por igual. ¿Debería responder? —Cuestionó.

—Yo tengo el arma. —Sonrió. —Creo que deberías de responder mis preguntas.

—No.

—Tienes agallas para negarte a un hombre con un arma y que te apunta mientras te niegas a responder.

Jungkook desvío la mirada.

Tenía razón, por más que intentará negarlo, sabía que no tenía el valor suficiente para enfrentarse a la realidad que traspaba la puerta, pero si tenía el valor de negarse a responder unas preguntas de un joven armado que le amenazaba.

La cuestión era, ¿Quién rayos era él para decirle aquello?

Estaba en su casa. En su propiedad. Y le había ayudado sin rechistar.

Suspiró negando.

Quería huir de la realidad. Y tal vez, una bala no sabría tan mal después de todo.

—Tengo 24 años. —Se resignó nuevamente.

¿Que podría hacer él en ese entonces? No hablaba con nadie desde hace dos meses y le hace faltaba cierta compañía. Sentiría que se volvería loco si su soledad duraba más tiempo.

—Oh, eres más joven. —Le miró. —Más alto, más corpulento. —Mencionó. —¿No has salido de aquí? —Observó a su alrededor, notando como la casa se encontraba hecha un desastre.

—No...

—Vaya, ser tú debe ser difícil. —Mencionó. —Tienes buen cuerpo como para saber defenderte, y eres Alfa. —Lo evaluó.

—Yo no... —Suspiró. —No soy bueno defendiéndome. —Se avergonzó al ver cómo el muchacho que tenía en frente portaba un semblante duro, con valor, que podía defenderse allí afuera aún estando solo, y siendo un Omega.

Mientras que él trataba de sobrevivir a duras penas.

—Deberías salir.

Si. Debería.

¿Pero solo para morir en el intento?

Siempre se cuestionaba cuál sería el fin de ello. Si salía moriría, si se quedaba moriría.

No veía una salida.

Solo la muerte.

Sumido en sus pensamientos un abrupto golpe se escuchó provenir de la puerta, alertando a los jóvenes.

¿Era alguien más? O, ¿Era una de esas cosas?

Asustado, Jungkook se apartó de la entrada principal. Inconscientemente colocándose cerca del castaño que se había levantado del sofá.

—No hagas ruido. —Susurró por lo bajo.

Tragó saliva ante la insistencia de los golpes hasta que de pronto se calmaron.

Una falsa alarma. Pensó.

Se alivió.

—Debería irme de aquí en la mañana. —Habló. —Y tú—.

Se vió interumpido por unos fuertes golpes que comenzaban a sonar multiplicados, varias sombras se asomaban por la ventana.

—¡Mierda! —Algo exaltado, el castaño mira a todas direcciones no encontrando una solución a la vista. —Ey, despabila. —Golpea levemente la mejilla del morocho atrayendo su atención.

Su labio inferior tembló y sus ojos demostraban el miedo que profesaba su alma. No quería morir allí. No hoy.

—¿Hay alguna salida? —Cuestionó alarmado al oír como un vidrio se rompía.

Jungkook no dudó un segundo más y tiró del brazo del castaño, ayudándolo a caminar lo más rápido posible hacia la habitación de sus padres, cerró la puerta tras de sí y soltó al joven dejándolo a un lado.

Todas sus acciones eran observadas por unos ojos miel que estaban curiosos por su accionar.

Mientras que el morocho corría unos centímetros la cama matrimonial de sus padres, quitó la alfombra y debajo de ella se encontraba una puerta en el suelo.

Un sótano.

—¿Hablas en serio?

—No tengo otra salida más que la de adelante y la que se encuentra aquí abajo. —Limpió el sudor frío que bajaba por su frente.

La puerta se encontraba abierta, dando lugar a unas escaleras de madera que se ocultaban en la oscuridad del sótano.

No temía por las criaturas de afuera, pero la oscuridad del sotano era un asunto que no era trivial para el mayor.

Jungkook lo apuró, ya con una mochila colgada en su hombro que había cogido en el ropero de sus padres y metido alguna que otra prenda y artículo que encontró necesario.

No había otra opción.

Y ambos se sumergieron en la oscuridad cuando Jungkook cerró la puerta.

Fue un milagro que el castaño no se haya caído de las escaleras sin lograr ver nada y con la pierna herida.

No tardaron varios minutos que comenzaron a oír varios pasos por encima de sus cabezas. Habían logrado entrar a la habitación en tan solo unos pocos minutos.

—¿Dónde está la salida?

—¿Quieres irte de noche y estando cojo?

No hubo respuesta.

De cierto modo era un peligro salir en la noche y aún peor estando herido.

—Tal vez deberíamos esperar a que amanezca.

¿Deberíamos?

Pensó. ¿Desde cuándo él era su compañero en su huida? ¿Y por qué debería de ayudarlo?

Lo miró una vez más. Indefenso. Con miedo. Y sin el valor necesario para defenderse al instante que salga de allí.

—Si, tal vez...

Y por primera vez después de tanto tiempo, se resignó a ser un egoísta.

No podía dejar al muchacho solo.

El Sexto Cambio || Kookmin || Hist. ActivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora