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No había transcurrido más que cuatro horas desde que se encontraban en el sótano, esperando por los primeros rayos del sol.

El castaño se encontraba descansando el poco tiempo que podía sin aún quitar el dedo del gatillo ante la presencia de Jungkook.

El contrario, por su parte se encontraba asustado esperando con impaciencia a qué los rayos pasarán a través de la pequeña ventana que permaneció sucia durante esos dos meses.

No lograba ver nada. Pero tampoco se esmeraba en hacerlo.

Tenía el presentimiento de que si lo hacía algo lo tomaría desprevenido y gritaría del susto. Eso atraería a más de ellos.

Entre los segundos y minutos se hicieron horas, hasta que unos reflejos le daban en el rostro, cansado y sentado en el frío suelo, estiro su mano y divisó que ya había amanecido.

En uno de los rincones del sótano se encontraba el castaño.

Revisando sus provisiones, sus armas, y su herida que por suerte ya se había detenido el sangrado.

—¿Piensas seguir durmiendo? —Cuestionó tomando un cuchillo y colocándolo en el estuche que tenía en su pierna sana. —Ya es hora de salir.

Jungkook lo miró inseguro. Cómo siempre lo hacía ante todo lo nuevo.

Con inseguridad y miedo.

Ante la quietud del menor el castaño solo suspiró y se colocó su mochila dirigiéndose hacia el azabache.

—Si piensas salir con las manos desnudas lograrás morir antes de tiempo. —Se colocó en cuclillas frente a él quien lo miró atentamente. —Saldrás conmigo, —aunque la idea no sea del todo agradable, pensó para sus adentros. —y mínimo deberías saber que hacer ante una situación en la que necesites defenderte. —Tomó su mano y le entregó un cuchillo. —El cráneo, —señaló. —eso es lo que los detiene por completo. Nada de cortar cuello, o clavarlo en el pecho, nada más que una fuerte y directa apuñalada en la cabeza. —Le sonrió.

Parecía retorcido lo que salía de su boca, hasta tal vez parecía disfrutar de aquello que decía.

Jungkook no había reparado en las facciones del único rostro que había logrado ver luego de un largo tiempo.

Era un muchacho joven, tal vez por su aspecto parecía ser de su edad, piel pálida, ojos miel, mejillas regordetas y el cabello castaño enmarañado, sin quitar el hecho de que el joven se encontraba con suciedad en su rostro y en el resto de su ropa, ignorando ciertas gotas de sangre que no parecían ser suyas.

Estatura promedio. No mucho más alto que él, sino un poco más bajo.

Jungkook se preguntaba cómo había logrado sobrevivir tanto tiempo.

La respuesta era simple, no confiaba en nadie, viajaba solo y no se detenía ante los pedidos de ayuda de cualquier persona que estuviera en apuros.

No arriesgaría su vida por un sujeto x.

Pero allí estaba, ayudando a un joven a salir con vida.

¿Pero que sucedería luego de ello?

No lo sabía con exactitud, no tenía planeado tener un compañero y mucho menos uno que apenas y sabía defenderse.

La vida afuera era terriblemente mala y Jungkook no estaba en lo absoluto preparado para enfrentarse a las cosas que merodeaban las calles.

—No podré ayudarte una vez que estemos fuera. —Sentenció. —Estarás solo.

Tragó saliva y se asustó aún mucho más que antes. La realidad era que Jungkook no tenía la más mínima idea de cómo manejar un cuchillo y es que nunca tuvo la necesidad de hacerlo.

Era un tonto joven y un Alfa inútil.

—Pero, ¿Podré ir contigo, no?

Dudó.

—Si, puedes. —Sin estar del todo convencido se levantó y se dirigió hacia la salida que daba al patio trasero de la casa. —Pero recuerda que no arriesgo mi vida por ningún trasero ajeno.

Asintió en silencio y se levantó del suelo, siguiendo al castaño que segundos atrás había subido las escaleras para observar a través de la cerradura de la puerta si había algún movimiento fuera.

Una vez que confirmó que no había nada, hizo señas de que abriría la puerta.

Lo primero en recibir al mayor fue una oleada de viento fresco, característico de todas las mañanas.

Jungkook, por otro lado, era la primera vez que salía.

El pasto de su patio había crecido hasta la altura de sus rodillas, el cielo parecía despejado, parecía un día normal de no ser que vió la sangre seca en las cercas blancas que separaban su casa de la del vecino.

—No harás ruido. —Advirtió, golpeando suavemente el pecho del azabache para que le prestará atención.

Acató la orden. Se quedó en silencio y detrás de quien era su salvador hasta el momento del día.

Aún cojeaba y parecía escocerle la herida, por eso trataba de caminar lo más lento posible y lo menos ruidoso que podía.

No había nada a su alrededor.

—Vamos. —Ordenó. Jungkook le seguía como un cachorro miedoso.

Tenía el cuchillo en su mano derecha, temblaba y juraba que no sería capaz de herir a nadie.

No lo comprendía del todo, no hasta que lo viera con sus propios ojos. Y como si fuera una lección de vida escuchó unos gruñidos provenir de su lado izquierdo, tomándolo desprevenido.

Se giró rápidamente y dió un salto en su posición al ver a su vecino Henry empapado en sangre, ante el susto en un intento de alejar a quien había sido su vecino logró clavar el cuchillo en la cabeza de Henry, sin intención de ello.

—Oh mierda... —Soltó el cuchillo y el cuerpo cayó al suelo.

Quedó pasmado ante la escena que había sucedido ante sus ojos, sentía un cosquilleo en todo su cuerpo, la adrenalina había logrado estimular sus sentidos que cuando escuchó al castaño dió un respingo nuevamente.

—¡Wow! —Asombrado miró a Jungkook. —Eso es algo que no se ve todos los días. —Una enorme sonrisa surcaba sus labios. —Felicidades, le has abierto los brazos al nuevo mundo. —Dió palmadas de apoyo al azabache que permanecía callado y estupefacto.

De pronto sintió un fuerte apretón en su estómago y lo poco que había logrado consumir en el día de ayer lo depósito en el suelo.

Se sentía del asco. Y era suficiente la razón de haber matado del todo a su vecino que siempre le saludaba desde su pórtico con una gran sonrisa.

No había sido un mal hombre y él lo acababa de apuñalar en la cabeza.

¿Que rayos era lo que sucedía en el mundo?

El Sexto Cambio || Kookmin || Hist. ActivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora