capitulo 6- Sanador

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El viento gemía como un lobo herido entre los retorcidos y ancianos árboles del bosque, que permanecía en un silencio cargado de premoniciones oscuras, como si advirtiera la llegada de alguna desgracia ineludible.

—General, creo que nos perdimos—susurró Eleyan por enésima vez, su voz temblorosa reflejando la creciente inquietud que lo atenazaba.

Lyana se detuvo bruscamente, sus ojos encendidos se clavaron en el joven soldado como dos brasas furiosas.

—Si vuelves a quejarte, por Eru te juro que te arrancaré la lengua —espetó con severidad, su tono afilado dejando claro que no toleraría más lloriqueos.

—Eleyan, te aseguro que Lady Lyana conoce bien el camino —intervino Mablung, su voz serena tratando de aliviar la tensión.

Habían partido de Doriath días atrás, un grupo de cuatro, impulsados por las inquietantes visiones que asaltaban los sueños de Thranduil. Su salud había menguado con alarmante rapidez, postrado en la cama, febril y delirante, sangrando por la nariz y la boca sin aparente remedio. La desesperación llevó a Lyana a proponer una arriesgada expedición hacia las tierras de Styjol, en busca del legendario curandero Bouran Saelion, primo de Eirian.

El bosque, antaño vibrante de vida y color, se había transformado en un paisaje lúgubre y desolado. Los animales, silenciosos como sombras, parecían haber desaparecido, y la niebla, densa y gélida, lo cubría todo, impidiendo ver más allá de unos cuantos pasos. A pesar de la oscuridad que ahora lo envolvía, seguía siendo un lugar que Lyana consideraba su hogar; cada árbol, cada sendero, le traía recuerdos de días más gloriosos.

—Mi lady, creo que deberíamos acampar. La noche está cerca y... debo confesar que el hambre me atormenta —dijo Mablung, acercándose a Lyana con cautela—. Y usted también necesita descansar, creo yo.

—…De acuerdo, descansaremos aquí y seguiremos mañana —respondió Lyana, alzando la vista hacia las robustas ramas que se alzaban sobre ellos. Inhaló profundamente el aire del bosque, y con una gracia felina, se impulsó hacia una de las ramas más altas, trepando con agilidad hasta alcanzar su objetivo. Desde allí arriba, su vista podía abarcar el vasto entorno que la rodeaba.

Se quedó en silencio, inmersa en los sonidos y olores del bosque. Escuchaba el revoloteo de los pájaros retornando a sus nidos, el suave rumor del río cercano, y los delicados movimientos de los animales nocturnos, cuyas pisadas hacían vibrar las raíces de los árboles como si el bosque mismo se comunicara en una lengua antigua.

Este trance, esta comunión con la naturaleza, era un estado que ningún brebaje o hechizo podía reproducir. En ese momento, era como si solo existiera el bosque en su primitiva grandeza, un sentimiento que no había experimentado en siglos y que su alma anhelaba.

Permaneció allí, en la calma, mientras su mente viajaba a los tiempos previos a la caída de la Casa de Eirian, comparando el paisaje vibrante de antaño con la opaca desolación actual, como si una enfermedad incurable afligiera la tierra misma.

—Lyana, mis piernas ya no me responden. ¿Cuánto más nos quedaremos aquí? —la voz de Mablung la sacó de su ensimismamiento. Lo vio sentado en una rama cercana, con el rostro marcado por el cansancio y la inquietud.

Frunció el ceño y lo miró con desdén, maldiciendo en silencio la interrupción de su paz.

—¿Qué haces ahí? Desaparece —dijo con aspereza, dándole la espalda.

—Disfruto de tu compañía. Nadie debería estar solo tanto tiempo. Además, Eleyan y Tauron ya se han dormido, y empiezo a aburrirme —replicó Mablung mientras se movía con agilidad hacia la rama donde ella estaba, sentándose a su lado—. ¿Qué haces?

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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