Capítulo 11: "Cicatrices"

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En el tejido caótico del mundo postapocalíptico, donde la supervivencia es la moneda más valiosa, cada individuo lleva consigo una historia marcada por la desesperación, la tragedia y, en ocasiones, la redención. Entre los supervivientes se encuentra Hwan, un hombre cuyo pasado está tejido con hilos oscuros que se entrelazan en una narrativa de celos, violencia y una sed de venganza que se despierta en las profundidades de la adversidad.

Hwan, una figura de complejidades inexploradas, compartía momentos con una chica en un mundo que se desmoronaba. Sin embargo, la perspectiva de otros chicos en la vida de ella desencadenó en Hwan una mezcla de celos y obsesión.

**Hwan:** ¿Por qué necesitas a esos tipos? ¡Yo soy suficiente para ti!

Los celos consumieron a Hwan, desencadenando una furia violenta. Un ataque brutal a un joven rival reveló su lado más oscuro, alimentado por la posesión y el resentimiento.

**Hwan:** (gritando) ¡Eres mía! ¡Nadie más debería tocarte!

En un giro desesperado, la chica lo acusó falsamente de violación. La sociedad, no creyó que era mentira y los antecedentes de Hwan lo terminaron de hundir, no titubeó en condenarlo, creyendo la versión sin cuestionar.

**Chica:** (entre lágrimas) Me violó, al decirle que ya no nos veríamos mas el...el me violo.

En prisión, la violencia de Hwan se intensificó. En lugar de encontrar redención, se convirtió en blanco de la justicia improvisada de sus compañeros de celda, fue violado repetidas veces marcando una transformación irreversible.

**Preso 1:** (enfrentándolo) Aquí no hay lugar para violadores. (Los presos tuvieron su excusa perfecta para cometer tal acto)

La brutalidad en prisión transformó a Hwan de víctima a depredador. Surgió una nueva figura, con cicatrices físicas y emocionales, forjando su identidad en un entorno hostil.

**Hwan:** (murmurando) Nadie más se atreverá a tocarme.

Con la liberación, Hwan enfrenta un mundo devastado, llevando consigo su odio y resentimiento. Ahora, mezclando agresividad con una sed de venganza, su búsqueda de la chica y la sociedad que lo condenó injustamente se convierte en su motivación primaria.

**Hwan:** (entre dientes) Pagará por lo que hizo, y todos ellos pagarán.

Hwan, recién liberado, emergió de la oscura atmósfera de la prisión para encontrarse con un mundo irreconocible. Las calles, una vez llenas de vida, ahora eran un escenario postapocalíptico. El zumbido de la civilización había sido reemplazado por el silencio tenso que solo la desolación puede traer.

Con pasos cautelosos, Hwan exploró las calles, sus ojos ajustándose a la nueva realidad. Después de ser privado de su libertad, la caída del mundo parecía un precio irónico por sus propios errores pasados. Se preguntó cómo y por qué había llegado a este punto, sin darse cuenta de que la respuesta no residía en su propio tormento, sino en los misterios que envolvían al mundo.

Las calles desiertas le contaron la historia sin palabras: edificios en ruinas, vehículos abandonados y un cielo amenazador que colgaba sobre él como un recordatorio de la perdición. Sin embargo, Hwan no sabía exactamente qué evento había provocado tal caos.

Fue entonces cuando, mientras exploraba las afueras de la ciudad, notó una serie de grafitis en las paredes. Las palabras "Fin del Mundo" y "Apocalipsis" saltaron desde la superficie, indicando que algo monumental había sucedido durante su tiempo tras las rejas.

Hwan se encontró con sobrevivientes dispersos, cada uno llevando consigo relatos de horror y supervivencia. A medida que escuchaba fragmentos de conversaciones y miraba el lamento en los ojos de quienes se cruzaban en su camino, la verdad se abrió paso en su comprensión. El apocalipsis, un evento catastrófico y global, había alterado la realidad que alguna vez conoció.

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