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No se sorprendió. Obviamente. Quiero decir, ¿quién más podría haber sido elegido además de él? Nadie, por supuesto.

Ningún otro ser de Calia merecía una muerte cruel y fríamente dolorosa aparte de Louis y sus alas rotas, y su magia colgando de un hilo, tan débil e inconsistente que simplemente decidió huir fingir que no existía. Viviendo al borde de la existencia entre los fríos y grises callejones de la aldea, realmente no se preocupó por nada cuando el Escuadrón de la Orden lo atrapó.

Ahora, sin embargo, con las manos atadas a la espalda y fuertes mordazas en la cara, aplastándole cruelmente las mejillas, lágrimas en los ojos y temblando de terror mientras la caravana lo conducía como a un maldito cerdo por el camino que solo se usaba una vez cada cien años... bueno, empezó a pensar que tal vez, sólo tal vez, correr habría sido una buena idea.

Sabía cómo usar sus piernas correctamente ya que volar había estado fuera de discusión desde que ganó peso adulto. Sus débiles alas no eran capaces de levantar más que unos pocos kilos y, pronto, tuvo que aprender a navegar solo en tierra.

Mirando hacia atrás, Louis supo que podría haber encontrado una manera de colarse hasta el día siguiente. Podría haberse escondido en la hierba, era bueno escondiéndose. O incluso simplemente haber continuado su carrera hacia Cordelia, el pueblo vecino, donde la gente no solía tirarle piedras a sus alas cuando lo veían deambulando por las calles.

"Un solo día de escape habría sido suficiente" pensó con algo de disgusto saliendo de su lengua mientras el carro en el que estaba siendo retenido se sacudía e hacía que sus ataduras ardieran como el infierno alrededor de sus extremidades.

El Día del Tributo terminaría pronto, en menos de trece horas, según sus cálculos. Con la perspectiva de su fuga, los calianos se verían obligados a elegir otra ofrenda del demonio del pantano ya que, según el Tratado de Paz, debería ser alimentado exactamente el mismo día cada cien años.

Era la única manera de mantenerlo alejado, al parecer, ya que ni siquiera los antiguos Ancianos del pasado fueron capaces de contener la indescriptible furia del gran heredero del dios del Caos.

Sí, Louis podría haber hecho algo en lugar de simplemente dejarse llevar al matadero y ser devorado durante cien años por la criatura más espantosa que jamás haya caminado sobre la tierra.

La caravana inevitablemente se detuvo después de un tiempo y pronto comenzaron a rugir entre la multitud gritos de celebración del gran día.

Louis pensó en su familia, ¿estarían allí? "Probablemente no" se dijo a sí mismo. Su madre, Johannah, era una gran y majestuosa hada sacerdotisa y eso significa tener grandes responsabilidades hacia el pueblo de Calia, por ejemplo, excluir del hogar a su hijo aborto de la naturaleza y no volver a verlo nunca más durante toda su existencia. No importaba que en ese momento todavía tuviera sólo un par de años. Las responsabilidades seguían siendo responsabilidades.

También pensó en sus hermanas: Charlotte, Felicite, Daicy y Phoebe. Por supuesto, él no las conocía realmente. Sólo las veía en las calles mientras crecía entre unas cabras para calentarse y se alimentaba robando comida a los cerdos porque absolutamente ninguna criatura mágica -o no- de Calia se atrevería a darle ningún tipo de comida.

Todas eran fuertes como su madre, con alas espléndidas y tan grandes como sus propios cuerpos. Louis escuchó una vez que la segunda mayor eventualmente también se convertiría en sacerdotisa, mientras que la más joven tenía tanto poder en sus manos que fácilmente superaría al Gran Maestro. No pudo evitar sentirse orgulloso cuando escuchó ese tipo de rumores.

Sí, su destino habían sido los canales  en las afueras de la aldea, siendo él mismo su compañero exclusivo desde que tenía uso de razón, sin embargo... bueno, no era como si no tuviera otra alternativa. Las leyes en Calia eran claras sobre los abortos y, sobre todo, siempre se debían seguir las leyes de las hadas bajo cualquier circunstancia.

DEVIL TRIBUTE/ L.S [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora