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El comedor nunca antes se había sentido tan vacío, no desde que Louis llegó al castillo en medio del pantano. Habían pasado tres semanas desde aquello completamente inmoral en aquella habitación de la torre que emanaba energía sexual por los cuatro rincones, el deseo goteando a través de los adornos de la cama, las sábanas de seda y estrechándose por cada minúsculo espacio a ocupar.

Louis no tenía magia, ni una pizca de ella, sin embargo, era más que capaz de reconocer algunos hechizos básicos cuando veía uno. Y, en esa habitación, estaban todos juntos a la vez.

"Probablemente una habitación destinada a los placeres físicos" fue lo que pensó antes de irse a dormir esa misma noche, con las mejillas ardiendo y la manta cubriéndolo hasta la barbilla, tal era la vergüenza que sentía consigo mismo por simplemente ceder a los oscuros deseos. Eso carcomió su alma desde entonces.

Esa noche, soñó con el señor demonio del pantano, soñó con esas manos de dedos largos arrastrándose por su piel, esos labios ardientes mordisqueando el área sensible de su cuello, hasta el contorno de sus alas inacabadas. Soñó durante horas con lo que podría describirse como los actos más indecentes que su mente de hada podía imaginar, y cuando llegó la mañana, se dio cuenta de que parte del sueño se había convertido en realidad, de modo que sus sábanas y mantas estaban casi totalmente arruinadas, pegajosas con restos de eyaculación nocturna. Litros, aparentemente.

A la mañana siguiente, Louis practicó su mejor expresión desinteresada frente al espejo, pasó las pocas horas antes del desayuno en acciones para enmascarar sus verdaderos y nebulosos sentimientos, para ocultar la forma en que el estómago dentro de él revoloteaba y ardía con recuerdos de su maldito sueño vívido que fue una sorpresa que sus marcas no estuvieran por todo su cuerpo.

Y sólo esto fue capaz de mantenerlo con la cabeza en alto durante todo el corto trayecto desde su habitación habitual hasta el comedor donde, con el corazón en la mano, abrió las pesadas puertas sólo para... no encontrar a nadie.

Harry, el demonio del pantano, no estaba allí esa mañana en particular.

Ni siquiera para el almuerzo, justo después.

Y la cena tampoco.

Y así ha sido durante las tres semanas posteriores.

A veces, Kendall pasaba tiempo a su lado, empujando libros sobre libros de magia antigua, haciéndolo recorrer la enorme biblioteca del castillo en busca de cualquier cosa que les diera alguna pista de qué diablos le pasaba, pero... nunca era suficiente.

La familiar siempre esquivaba sus preguntas sobre el diablo y lo que pasó en aquella habitación en lo alto de la torre, poco a poco, fue olvidándose como si no hubiera pasado algún día.

Ahora Louis pasaba más tiempo con las gárgolas que en cualquier otro lugar. Ayudó a pulir, limpiar, fregar, plantar y cocinar. Las puntas de sus dedos tenían pequeños cortes por recoger granadas, algunas grietas provocadas por los cuchillos muy afilados de la cocina y su ropa de trabajo ya no tenía ningún tono de color.

Con la siempre bienvenida ayuda de Zayn, el hada había arrancado las mangas de una de las primeras camisetas que el demonio del pantano hizo aparecer en su habitación, dejando sus brazos libres para trabajar mejor en arar la tierra del jardín, cortar la leña, subir a la cima de los árboles y moler castañas para obtener leche vegetal.

Cuando llegó allí, Louis pensó que gran parte del trabajo se hacía bajo hechizos y que el fabricante no era algo común, pero pronto se encontró completamente equivocado.

"La magia de las gárgolas es mucho más para la defensa que cualquier otra cosa, nuestros brazos son fuertes, por otro lado", dijo Zayn en una tarde especialmente calurosa mientras ambos pisaban grandes tinas de uvas para hacer vino, sumergidos hasta las rodillas en la mezcla, sus torsos desnudos mientras el sol parecía fielmente dispuesto a sobrepasar las copas de los espesos árboles y azotar sus espaldas cansadas.

DEVIL TRIBUTE/ L.S [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora