BILLIE
Me levanté a las tres de la mañana con una nueva oleada de náuseas.
Gimiendo, rodé sobre mi costado y me tomó un par de segundos levantarme de la cama y finalmente correr al baño. No pude conciliar el sueño hasta bien pasada la madrugada y eso solo provocó que despertara veinte minutos más tarde de lo que había programado en la alarma de mi teléfono.
Oficialmente, llegaba tarde a mi primera clase de escritura creativa.
La primera semana de clases había ido bien, tan bien como se podía teniendo en cuenta que era nueva en la ciudad, no podía ocultar lo que estaba debajo de mi sudadera de una talla más grande, vivía con cuatro hombres que dejaban cosas extrañas en todos lados y seguía comiendo sola detrás del edificio de artes plásticas.
Mi gran sueño universitario. Hurra por mí.
Resulta que fui capaz de darme una ducha rápida con cabello incluido y de meterme en un par de jeans y una chaqueta felpuda que Denver me había comprado. Sin embargo, atarme los cordones de mis botas fue una tarea más complicada. Estaba a punto de cambiarme los zapatos cuando tocaron a mi puerta.
—Buenos días, pequeña Hawks —me saludó un enérgico Rhory, golpeando su pie contra el suelo como un tic nervioso—. Um, de casualidad, solo por preguntar, ¿no te has encontrado un erizo por aquí?
Lo miré perpleja, con una bota en la mano y mi ropa interior sucia detrás de mí.
—Eh, no lo creo.
—De acuerdo, si lo ves, avísame.
—¡Espera! —lo detuve— ¿Por qué habría de haber un erizo en el apartamento?
Su sonrisa pretendía ser inocente, pero para mí era todo lo contrario. Lo poco que aprendí sobre Rhory Abbey en los últimos días es que era como un niño travieso encapsulado en el cuerpo de un hombre que medía casi dos metros y tenía bíceps más grandes que mi cabeza.
—Por nada. —Sus ojos castaños me recorrieron de arriba abajo y se tomaron un segundo de más en la mano que aún sostenía mi zapato—. ¿Necesitas ayuda con eso?
Antes de que pudiera incluso responder, se acercó y se puso de rodillas frente a mí. Tomó mi pie con delicadeza y me calzó el zapato, atándome los cordones silencio. Hizo lo mismo con el otro pie. Si le pareció extraño que estuviera usando calcetines diferentes con animales dibujados, no lo mencionó. Cuando terminó estaba tan aturdida que se me secó la boca.
—G-gracias —murmuré.
Abrió la boca, como si estuviera a punto de responderme, cuando se vio interrumpido por un grito que provenía del piso de arriba.
Un grito para nada masculino que lo hizo dar un respingo.
—¡Rhory Xavier Abbey!
Su cara se iluminó como un árbol de navidad.
—Oh, parece que Theo lo encontró —Estaba casi saliendo por la puerta cuando se giró—. ¿No deberías irte pronto? Son casi las once.
Oh dios mío. Tenía razón.
Me apresuré a meter todas las cosas en mi mochila.
—¿Quieres un aventón? También tengo clase ahora mismo —preguntó el moreno.
Accedí solo porque realmente llegaba tarde y porque quería asegurarme de que el dulce y despistado Rhory no muriera a manos de su amigo. Lo cual no fue el caso, gracias a los dioses, y veinte minutos después me ayudaba a bajar de su coche mientras sostenía la jaula en donde había metido al diminuto erizo que masticaba un trozo de manzana. Al parecer, Rhory solo estaba cuidándolo parcialmente a modo de favor para su amigo.
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La jugada imposible - Serie Blackstorms #1
Teen FictionArabella Hawks nunca tuvo voz en el mundo. Hasta que él la escuchó. Hace años, se conocieron en una pequeña ciudad de Alaska entre lecturas a la medianoche y un juego de Santa Secreto. Hace años, él se convirtió en parte de su familia. El chico q...