BILLIE
Se me daba muy mal esto de socializar.
De hecho, si no fuera porque me había criado con dos chicos que siempre mantenían la atención sobre ellos en nuestra pequeña ciudad y me llevaban a todos lados con ambos, podría ser mucho peor. Pero de todos modos tenía la sensación de querer salir corriendo al baño mientras mi mirada seguía puesta en la entrada del bar.
Y bien, se preguntarán, ¿Qué se supone que hace una embarazada en un bar universitario un martes por la noche?
Esperar a que mi novio falso entrara y encendiera este lugar como luces de Navidad a un árbol, por supuesto.
—¿Estás segura de que vendrán? —La voz de Emerson a mi lado me sacó de mis pensamientos. Ella también miraba hacia la puerta, vistiendo unos pantalones pegados, una camiseta negra con cuello redondo negra con el logo del bar y su cabello platinado recogido en dos trenzas cortas.
Metí mi mano de nuevo en el bowl que había colocado frente a mí hace diez minutos y llevé otra bolita de chocolate hasta mi boca. Últimamente tenía un enorme antojo de chocolate a todas horas, y Em no hacía nada por ayudarme con aquello. Mirándola, extrañé de pronto volver a mi cuerpo de antes. Un grupo de chicos con chaquetas a juego entraron al bar, tres de ellos le echaron un vistazo poco disimulado y se sentaron en una de las cabinas cerca a la pequeña tarima.
Emerson no prestó atención a ninguno de ellos; se inclinó debajo de la barra y comenzó a preparar bebidas para otra mesa. Su piel bronceada brillaba bajo las luces tenues amarillas del lugar, y debía admitirlo, sus piernas lucían increíbles en esos vaqueros ajustados.
Irónicamente, siempre había tenido un complejo por lo delgada que estaba. Los pantalones solían quedarme anchos y tenía que recurrir a usar los lazos que nonna me ponía en el cabello a modo de cinturón, a veces usaba las sudaderas de Denver porque me mantenían mucho más caliente que los que tenía, y evitaba mirarme mucho al espejo por miedo a descubrir que mi cuerpo seguía siendo el de siempre.
Frágil. Indeseable. Aniñado.
Tal vez mi cuerpo solía reflejar como me sentía por dentro. Pero ya no más. Me había costado todo salir del caparazón que yo misma había construido, pero toda entrada debía tener una salida, ¿no?
—Él dijo que lo harían —mastiqué y tragué, encogiéndome de hombros—. Se supone que estarían aquí a las ocho y media.
Emerson apoyó sus codos sobre la barra frente a mí. —¿En serio vas a hacer esto?
Parpadeé, manteniendo el contacto visual con ella.
—Sí —asentí.
—¿Y crees que va a funcionar? —murmuró, bajando la voz—. ¿Sabes cuántas chicas apostaron a que se acostarían con él antes de que terminara el semestre? Casi escupí mi avena cuando leí todos los comentarios.
Apreté la mandíbula. ¿Estaban obsesionadas con él o algo así?
—Por eso mismo creo que va a funcionar. Si creen que ya está saliendo con alguien, no hay más apuestas. No más ex novias delirantes. Ya vivo con él, lo conozco desde hace años, es mucho más fácil así fingir.
—Claro —Em sonrió, jugando con el aro de plata en su labio inferior—. Todos felices. Pero ¿qué ganas tú con todo esto?
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La jugada imposible - Serie Blackstorms #1
JugendliteraturArabella Hawks nunca tuvo voz en el mundo. Hasta que él la escuchó. Hace años, se conocieron en una pequeña ciudad de Alaska entre lecturas a la medianoche y un juego de Santa Secreto. Hace años, él se convirtió en parte de su familia. El chico q...