ADRIEN
Era noche de póquer en el sótano y como cada vez que jugábamos, Rhory nos superaba por mucho.
A veces pensaba que él nos invitaba únicamente para que lo viéramos ganar una y otra vez, o tal vez, para darle algo de entretenimiento mientras en el fondo sabía que tenía el poder sobre todos nosotros.
El último viernes de cada mes los chicos y yo; Denver, Theo, Rhory, Danny, Lucas, Vince y otros dos compañeros del equipo, nos reuníamos en El Sótano para una amistosa partida, excepto que el ganador se llevaba nuestro dinero a modo de recompensa, lo que no era nada amistoso y en consecuencia dejaba a cada uno de nosotros el deseo de ser quien finalmente se llevara todo a casa.
Desde el momento en el que entramos por las puertas dobles, sin embargo, supe que aquella no sería mi noche. Mi mente no estaba en la mesa verde aterciopelada ni en las cartas que sostenía bajo mi mano, sino a muchos kilómetros de distancia con una cabellera azabache y una mirada inocente pintada de azul eléctrico que me persiguió en sueños durante los últimos cinco días. Tenía cincuenta dólares menos en mi cartera hasta ahora, pero no podía importarme menos.
Lo que realmente me importaba era una única cosa: Arabella Juliet Hawks.
Empezaba a volverme un poco loco —o más, si eso era posible— el hecho de no haber recibido respuesta alguna desde aquella noche en su apartamento. No fue mi intención abrumarla con todo lo que estaba sintiendo en ese momento, pero tampoco me quedaría de brazos cruzados dejándola pensar que la amistad entre nosotros era lo único que deseaba de ella.
Claro, crecimos juntos y vimos partes del otro que ninguno de los chicos en esa habitación había visto antes. Ni siquiera Denver. Él no sabía que solía tener pesadillas cuando teníamos doce años, cuando mi padre empezó a trabajar en un barco y solía estar semanas en altamar sin dar señales de vida. Tampoco, que guardaba los mensajes de la bolsas de té que compraba porque me parecía que me hablaban a mí, aun cuando ese mismo mensaje estuviera en la taza de otras quinientas personas alrededor del país. No supo porqué decidí ir solo a nuestro baile de graduación y, como solo media hora después de empezada la fiesta, me escabullí por la puerta trasera del gimnasio y acabé en su cabaña, donde me trepé a escondidas por el árbol y acabé dentro de la habitación de su hermana y la obligué a ver una película conmigo. Que tonto me debí haber visto, en esmoquin y con hojas pegándose a mi cabello, exigiéndole a una Arabella adolescente que pusiera La Terminal solo porque ver a Tom Hanks en la tele me distraía del hecho de que ella estaba usando pantalones cortos y una camiseta de Denver para dormir.
Y se veía tan hermosa que quería poner mis manos sobre ella y simplemente sentirla envuelta a mi alrededor.
Si eso era lo que sentía a los dieciocho años, a los veintitrés solo se había vuelto mucho peor. Porque entonces ya sabía cómo se sentían sus dulces y exuberantes labios entre los míos. Como se veía su sonrisa cuando no estábamos en la oscuridad de su habitación. Como brillaba con otras personas que no fuéramos Denver y yo. Como mi cuerpo se llenaba de satisfacción al saber que ella temblaba con mi toque, que aunque no lo dijera con palabras, su cuerpo parecía danzar a un ritmo que solo comprendía el mío.
Y eso provocaba otro sentimiento que no estaba acostumbrado a tener con las mujeres: posesividad. Nunca, ni una sola vez, me sentí posesivo con alguna de ellas. Nunca, ni siquiera por Hazel, con quien tuve el impulso loco de casarme.
Sin embargo, allí estaba yo, sintiendo que una furia roja recorría mis venas mientras Denver miraba una foto en su teléfono. El mensaje había sido enviado por Arabella, de no hace mucho tiempo, y en ella aparecía una selfie de la misma mientras estaba en el trabajo. Emerson y Sophie aparecían detrás de ella, sonriendo a la cámara y sosteniendo una botella rosa sobre ellas, por lo que intuía que era algún licor dulce. Lo que de verdad llamaba mi atención era la tercera figura, sentada entre ambas chicas, y que no reconocía de ningún lado. Un hombre alto y moreno, con rastas cayendo sobre su rostro perforado, sonreía igualmente disfrutando de la atención.
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La jugada imposible - Serie Blackstorms #1
Teen FictionArabella Hawks nunca tuvo voz en el mundo. Hasta que él la escuchó. Hace años, se conocieron en una pequeña ciudad de Alaska entre lecturas a la medianoche y un juego de Santa Secreto. Hace años, él se convirtió en parte de su familia. El chico q...