Capítulo once

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ADRIEN

Rhory me sonrió desde el otro lado de la sala mientras impedía que otra chica viniera a hablar conmigo. Le envié una señal de agradecimiento porque realmente esta noche no estaba de humor para tratar de ser amable. Aún desconocía la razón por la que las chicas estaban intentando atraparme en cualquier esquina del apartamento, pero no iba a empezar a preguntar. Tenía cosas más importantes en las cuales concentrarme.

Como el hecho de que Denver y Rhory habían metido a la mitad del campus en nuestro apartamento para una fiesta de celebración después del partido.

Y esos dos eran un mundo de problemas cuando se lo proponían.

En ese momento, mi mejor amigo estaba teniendo una discusión sobre el juego de esta noche. Y por el ceño fruncido, el ojo que le temblaba al estilo Hawks y sus orejas rojas, si no me escabullía allí al siguiente minuto íbamos a tener una pelea. Y eso no me gustó nada.

—Amigo, no sabes de lo que hablas —Denver estaba enojado. Seriamente enojado.

El otro chico —uno de los jugadores del equipo de baloncesto— se rió tan fuerte que casi tropezó con una chica de cabello rubio que estaba detrás. No lo conocía mucho, solo nos habíamos cruzado unas veces en el campus o cuando tuvimos que utilizar sus duchas porque las de la pista estaban en mantenimiento, pero no me agradaba en lo absoluto.

Sus ojos saltones seguían moviéndose hacia el escote de cada pobre chica que se cruzó con él, lo que lo hizo parecer como un perro baboso. Un perro baboso borracho.

—Oh, lo sé. ¿Acaso tu equipo te toma enserio? Se necesita más que una cara bonita y un par de músculos para ser un verdadero capitán. —Alardeó con confianza. Su descaro vino acompañado de un eructo y varias chicas se alejaron de él, observándolo con genuino asco—. Acéptalo, tu juego apesta Hawks.

A esas alturas, Denver ya estaba empujando contra él.

—Hijo de...

—Detente ahí —Me metí en su camino, empujando su pecho hacia atrás con ambas manos. Fue difícil. A pesar de que medíamos casi lo mismo, Denver tenía una fuerza indescriptible dentro y fuera de la pista, incluso más que los demás jugadores. Pero yo lo conocía mejor que nadie; estábamos unidos por algo más que la amistad entre nosotros. Era respeto. Lealtad. Apoyo. Y eso no me detuvo de impedir que hiciera algo estúpido. Como empezar una pelea cuando la entrenadora nos había advertido de mantenernos fuera de los problemas durante las siguientes semanas—. No vale la pena, D.

Él siguió empujando contra mi mano. —Lo quiero fuera de la casa.

—Bien.

—Ahora.

No discutí. Él retomó su camino fuera de la cocina, chocando algunos hombros en el proceso. Después de que me aseguré de que estaba lo suficientemente lejos, me giré hacia la pequeña multitud reunida allí. Lástima para ellos que no habría ninguna pelea que ver. Di un paso más cerca del chico, apoyando mi espalda contra el enorme refrigerador de Rhory.

—Fuera —señalé.

—¿Cómo? —se ahogó. Reprimí mi asco hacia él. No me entraban los tipos como ese, los que solo daban mierda a los demás porque se sentían con el derecho de hacerlo. Ya sea porque sus padres tuvieran dinero o por la razón que fuera, no me importaba. Una vez te metes con mis amigos, te metes conmigo—. ¿Hablas en serio ahora mismo?

La jugada imposible - Serie Blackstorms #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora