A la mañana siguiente y aunque le propongo hacer varias cosas con intención de distraerla, no hay forma. Su mente está en otro lugar y eso me preocupa. ¿Tanto le asusta la reacción de sus padres? Imagino que el no tener pareja lo empeora, pero si ha decidido seguir adelante es porque lo ve viable y sus padres deben aceptarlo. Valeria no es una persona que tome decisiones a la ligera.
-Mierda, creo que ya están aquí. -Se aparta de la ventana y camina de un lado a otro del salón-. Ese es su coche. -Se ahueca la camiseta con intención de disimular la barriga y niega con la cabeza cuando entiende que no hay forma. Tres minutos después tocan al timbre y carraspea-. Allá vamos...
-¿Abro yo? -Me ofrezco, pero se niega.
-Eso será peor, créeme. -Inspira dos veces seguidas y a la tercera toma la fuerza suficiente para dirigirse a la puerta.
Al abrir, sus padres no reparan en ella y, tras besar sus mejillas, entran al salón.
-Hola. -Su madre me saluda al verme y yo hago lo mismo.
-¿Y tú quién eres? -Su padre, un hombre tan alto como corpulento, me habla con aspereza y trato de mantener la calma. Valeria tenía razón, impone bastante.
-Mi nombre es Valentin, encantado. -Extiendo mi mano en su dirección y simplemente se limita a mirarme.
-¿Eres el novio de alguna de las tres?
Esa pregunta hace que me tense.
-No, señor, yo no tengo pareja.
-Papá, es solo un amigo...
-Creo que eso ya ha quedado claro. -Me echa un último vistazo antes de girarse para continuar hablando con su hija-. ¿Cómo han ido estas semanas, cielo? ¿Tienes mucho trabajo? -Arruga su frente-. ¿Qué te pasa en los ojos? ¿Has llorado?
-No, ¿por qué? -Valeria sonríe tan falsamente que hasta yo me doy cuenta.
-Tienes mala cara -insiste.
-Ah, no. Es solo que no estoy durmiendo bien.
-¿Tienes algún problema? -Ahora es la madre quien se preocupa.
-No, no. Todo está bien... -Mira al suelo-. Bueno, quizás no del todo, pero lo estará.
-¿Cómo que lo estará? -Los ojos de su padre repasan el contorno de Valeria y se detienen donde ella más teme-. Santo Dios, tienes la barriga hinchada. Seguro que estás comiendo demasiadas porquerías.
La madre hace lo mismo y, de pronto, abre los ojos a la vez que lanza un pequeño grito.
-¡Ay, Dios mío! -Coloca la mano sobre su frente y busca una silla para sentarse-. ¡Ay Dios mío de mi vida! -El padre, visiblemente preocupado, se acerca a ella.
-¿Qué ocurre? ¿Te estás mareando? -La mujer solo niega y Valeria permanece inmóvil. Ambos sabemos que ya se ha dado cuenta- ¿Quieres un poco de agua?
-Ay Dios mío... -repite en bucle-. Ay Dios mío...
-Pero, ¿qué te pasa? -Espera una explicación que no llega.
-Por favor, sí. Necesito agua. Tráeme agua. -La madre de Valeria cambia de opinión y el hombre, sin pensarlo dos veces, se marcha a la cocina-. Hija de mi vida... ¿Qué está pasando? -Aprovecha que ya no está para preguntarle y entiendo su estrategia. Se lo ha quitado de encima para estar unos segundos a solas con ella-. Dime que eso solo son gases.
-No, mamá. No son gases. -Valeria ni siquiera se atreve a mirarla a la cara.
-Esto va a acabar muy mal, lo sabes, ¿verdad? Pero que muy mal... -Se balancea nerviosa-. ¿Quién te ha hecho esto?
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Cupido, tenemos que hablar
Lãng mạnMi nombre es Valeria y acabo de romper con mi novio delante de toda su familia cuando se suponía que anunciaríamos nuestro compromiso, y, para colmo, es el día de los enamorados. ¿Se puede caer más bajo? Al parecer, sí, porque mis amigas me sacaron...