Capítulo 44

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A la mañana siguiente y aunque le propongo hacer varias cosas con intención de distraerla, no hay forma. Su mente está en otro lugar y eso me preocupa. ¿Tanto le asusta la reacción de sus padres? Imagino que el no tener pareja lo empeora, pero si ha decidido seguir adelante es porque lo ve viable y sus padres deben aceptarlo. Valeria no es una persona que tome decisiones a la ligera.

-Mierda, creo que ya están aquí. -Se aparta de la ventana y camina de un lado a otro del salón-. Ese es su coche. -Se ahueca la camiseta con intención de disimular la barriga y niega con la cabeza cuando entiende que no hay forma. Tres minutos después tocan al timbre y carraspea-. Allá vamos...

-¿Abro yo? -Me ofrezco, pero se niega.

-Eso será peor, créeme. -Inspira dos veces seguidas y a la tercera toma la fuerza suficiente para dirigirse a la puerta.

Al abrir, sus padres no reparan en ella y, tras besar sus mejillas, entran al salón.

-Hola. -Su madre me saluda al verme y yo hago lo mismo.

-¿Y tú quién eres? -Su padre, un hombre tan alto como corpulento, me habla con aspereza y trato de mantener la calma. Valeria tenía razón, impone bastante.

-Mi nombre es Valentin, encantado. -Extiendo mi mano en su dirección y simplemente se limita a mirarme.

-¿Eres el novio de alguna de las tres?

Esa pregunta hace que me tense.

-No, señor, yo no tengo pareja.

-Papá, es solo un amigo...

-Creo que eso ya ha quedado claro. -Me echa un último vistazo antes de girarse para continuar hablando con su hija-. ¿Cómo han ido estas semanas, cielo? ¿Tienes mucho trabajo? -Arruga su frente-. ¿Qué te pasa en los ojos? ¿Has llorado?

-No, ¿por qué? -Valeria sonríe tan falsamente que hasta yo me doy cuenta.

-Tienes mala cara -insiste.

-Ah, no. Es solo que no estoy durmiendo bien.

-¿Tienes algún problema? -Ahora es la madre quien se preocupa.

-No, no. Todo está bien... -Mira al suelo-. Bueno, quizás no del todo, pero lo estará.

-¿Cómo que lo estará? -Los ojos de su padre repasan el contorno de Valeria y se detienen donde ella más teme-. Santo Dios, tienes la barriga hinchada. Seguro que estás comiendo demasiadas porquerías.

La madre hace lo mismo y, de pronto, abre los ojos a la vez que lanza un pequeño grito.

-¡Ay, Dios mío! -Coloca la mano sobre su frente y busca una silla para sentarse-. ¡Ay Dios mío de mi vida! -El padre, visiblemente preocupado, se acerca a ella.

-¿Qué ocurre? ¿Te estás mareando? -La mujer solo niega y Valeria permanece inmóvil. Ambos sabemos que ya se ha dado cuenta- ¿Quieres un poco de agua?

-Ay Dios mío... -repite en bucle-. Ay Dios mío...

-Pero, ¿qué te pasa? -Espera una explicación que no llega.

-Por favor, sí. Necesito agua. Tráeme agua. -La madre de Valeria cambia de opinión y el hombre, sin pensarlo dos veces, se marcha a la cocina-. Hija de mi vida... ¿Qué está pasando? -Aprovecha que ya no está para preguntarle y entiendo su estrategia. Se lo ha quitado de encima para estar unos segundos a solas con ella-. Dime que eso solo son gases.

-No, mamá. No son gases. -Valeria ni siquiera se atreve a mirarla a la cara.

-Esto va a acabar muy mal, lo sabes, ¿verdad? Pero que muy mal... -Se balancea nerviosa-. ¿Quién te ha hecho esto?

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora