Capítulo 10

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Los días pasan y la tan ansiada llamada no llega. Miro el teléfono cada pocas horas y maldigo en mi interior. El tiempo corre en mi contra y estoy muy cerca del límite en el que puedo abortar legalmente.

—Valeria, ¿tienes ya pensado lo que vas a hacer? —No paran de preguntarme y aunque es extremadamente molesto porque me siento presionada, en el fondo las entiendo. Ellas tampoco pueden sacárselo de la cabeza y están muy preocupadas por mí.

—Ni siquiera han pasado veinticuatro horas desde la última vez que me preguntasteis lo mismo —resoplo—. Todavía me faltan 9 días...

—Ya, pero, aunque sea así, tú ya deberías tener una idea de lo que te gustaría hacer con él. Interrumpirlo, entregárselo al padre o darlo en adopción.

—Pues la verdad es que estoy bloqueada. Necesito saber qué quiere hacer él, porque si está dispuesto a quedárselo, no tendría problema en llevar hasta el final la gestación, pero si no lo quiere... yo no me veo criando a un hijo. No estoy preparada.

—Si no quieres quedártelo, siempre está la opción de la adopción.

—¡Ay! No sé. ¡Qué complicado es todo esto! —Salgo de la cocina agobiada. La presión está pudiendo conmigo y en cualquier momento me podría desbordar. Reviso de nuevo el teléfono y todo continúa igual—. ¿Por qué no me llamas de una vez? —Grito como si pudiese escucharme. Si tengo que esperar hasta poder soltárselo sin ocasionarle un trauma, ya no podré hacer nada. ¡No me queda tiempo!

Cuando el día llega a su fin, decido ser yo quien me ponga en contacto con él y aun sabiendo que no le gusta escribir en español, lo intento:

*Hola, ¿cómo estás? Me preguntaba si ya tendrías fecha para venir a España.

Espero nerviosa, pero esta vez su respuesta tarda más en llegar. Me acomodo en el sofá y Julia se sienta a mi lado con un par de sándwiches en la mano. Conecta el televisor y me habla.

—¿Quieres? —Me ofrece el de jamón y niego con la cabeza—. Qué ganas de que llegue mañana —resopla—. No veo el momento de salir de esa maldita oficina—. Se acomoda mejor y sube los pies a la mesita auxiliar. Al principio odiaba que hiciese eso, pero con el tiempo me he ido acostumbrando.

—Ya falta poco —río y mueve la cabeza mientras mastica.

Mañana podrá tomarse sus tan ansiados días libres, necesita un respiro con urgencia. Su jefe es un poco patán y sus compañeros parecen hechos de la misma tela.

—Ya estoy aquí —Nerea avisa de que acaba de llegar. Salió a pasear con Ucho y llevaban más de una hora fuera. Le quita la correa y viene con nosotras—. Está empezando a llover. —Se acomoda a nuestro lado y de pronto suena la notificación de un teléfono—. Es el mío —indica al ver que me muevo con rapidez y una pequeña punzada de decepción me pincha por dentro. Al utilizar la misma marca de móvil, ambas tenemos el mismo tono.

Con la idea de cambiar el mío, me echo hacia atrás mientras ella habla.

—¿Qué te pasa, Nere? —Julia nota algo extraño en mi amiga al mirarla y si yo no hubiese estado tan pendiente del teléfono, también lo habría notado. Su rostro está demasiado alargado.

—Me acaban de llamar del trabajo —Baja la mirada—. Mi empresa está al borde de la quiebra.

—¿Cómo que está al borde de la quiebra? —preguntamos Julia y yo a la vez. Es una marca de ropa con mucha fuerza.

—Nos han pedido que no vayamos en unos días, no hay material para continuar, así que, de momento, tenemos que quedarnos en casa hasta nueva orden.

—Guau... —Parpadeo. Es increíble lo que pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana. Hace tan solo unos meses, estaban hasta arriba de trabajo.

Cupido, tenemos que hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora