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Stolas solía estar muy ocupado pintando macetas, reponiendo plantas y productos, y cuidando su propio jardín como para siquiera recordar la mera existencia de la gente con la que habitualmente se relacionaba, o, que en algún momento se había relacionado. Antes de iniciar su negocio, solía trabajar en una monótona oficina, sin metas. Era aburrido, deprimente, y eso dejaba mucho espacio en su cabeza para las cavilaciones. Y cuando la gente se alejaba de él, lo padecía en cada maldita noche de su insomnio.

Pero hoy en día, el cuidado de sus plantas y su propio negocio eran cosas a las que le dedicaba la mayoría de su tiempo, era algo que disfrutaba de hacer, y tenia un objetivo. Es por eso que, si alguien se alejaba de él ahora, lo más probable es que apenas se percatara de eso.

Por eso fue extraño cuando recibió, dos semanas después de la última vez que se vieron, un mensaje del cómico imp que había tirado champán sobre él. Le pareció extraño, porque, incluso si Blitzø merodeaba por su cabeza algunas raras veces, la realidad es que solía asumir que sus... encuentros- o lo que sea que fueran, eran solo eventos de una vez que no volverían a repetirse.

Pero vaya que el imp quería repetirlo.

"Hola"
"¿Estás libre?"

"Hola"
"Dentro de un rato, sí."

"¿Quieres ir a por un café?"

"Mmm"
"Bueno, podría aceptar, pero necesito razones."

"¿Yo invito?"

"😑"

"¿Puedo ir por ti?"

"😑"

"¿Soy gracioso?"

"Está bien."
"Iré porque me compadezco de tu soledad. No  necesitas hacer todo eso."

"Eres descarado"

"Solo contigo" 

Terminaron de acordar la hora y de confirmar que sería en el mismo café de siempre, justo en el preciso momento en que Stolas finalizó de regar y cuidar su bello y amplio jardín. Corrió a ducharse y prepararse de manera común, ya que no era un evento completamente social ni nada muy especial.

Generalmente solía ser puntual, pero a veces creía que tenía el tiempo en sus manos y le sobraba... Cuando no era así. Fue difícil encontrar un lugar para aparcar su coche, lo que le robó cinco minutos más. Pero él creía que era mejor llegar quince minutos tarde, antes que desaparecer por vergüenza ante su impuntualidad.

—Hey —Blitzø apartó su teléfono y le entregó una sonrisa amplia como saludo. Stolas se sentó frente a él, algo agitado por haber acelerado su paso.
—Lamento el retraso.
—Está bien, no me importa esperar quince malditos minutos.
—Gracias. —Suspiró.
—Aquí está la carta —dijo, tendiéndole el menú.
—Está bien. Creo que hoy probaré esos macarrones que me dijiste.
—Buena elección —respondió, guiñándole el ojo y luego volviendo su mirada a la carta.

Blitzø realmente no se percató de la pequeña sonrisa que se dibujó en el rostro del búho, ni del creciente rubor cereza que era visible en su maldito rostro completamente blanquecino y plumoso. Escondió su cara tras la amplia y alta carta de forma discreta, incluso si el imp no lo estaba observando.

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