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Blitzø asumió que esa había sido la primera y última vez que se toparía con el búho, del cual desconoció su nombre toda la noche.

Pero, oh, Lucifer, que estaba equivocado.

No pensaba mucho las cosas más allá, y no era el tipo que cavilaba cada situación y sacaba todo de proporción. Actuaba por impulso, decía cosas por impulso, y quizás esa era la razón, después de todo, la cual reunía consecuencias más tarde.

Cuando llegó a la casa de Millie y Moxxie esa tarde, realmente no pensó que visualizaría al descarado de plumas grises bebiendo beelzejuice en el sofá, relajado, mientras conversaba con los otros pocos invitados que ya habían llegado a la reunión. Mientras Blitzø sostenía su botella de vino, tendiéndosela a la pareja, le dio una mirada negativa al tipo, quien, segundos después, lo notó y entrecerró sus ojos, casi como si fuera una advertencia.

—¿Y? ¿Se divirtieron sin mí por un mes entero? —preguntó una vez los tres solos, en la cocina.
—Sí, ¡El viaje fue asombroso! Tendremos que regresar en algún momento. Fue muy hermoso —relató la muchacha—... Visitamos unas bellas cascadas en bote y unas minas repletas de piedras preciosas.
—Ese fue mi favorito —comentó Moxxie, mientras guardaba el vino.
—¡Oh! Y les trajimos recuerdos. Es por eso que los reunimos. ¡Iré a buscar los regalos! —expresó emocionada, alejándose.
—Bueno, me alegra que la hayan pasado bien.
—Sí... El plan de Millie ahora es convencer a todos de que visiten el lugar —contó, y Blitzø ahogó una risa.

Y mientras esperaban que los demás invitados llegasen, los cuales se habían atascado en el tráfico, Blitzø encontró inevitablemente incómodo la necesidad de acercarse al búho. No sabía para qué, pero quizás era solo para hablar las cosas y no generar problemas insignificantes más tarde.
Sacó provecho cuando después de un rato, lo observó solo, en la barra de la cocina, sirviéndose una vez más un vaso de la bebida.

—Las botellas de champán están allí por si quieres volcarme una encima —expresó al verlo acercarse. Blitzø bufó.
—No vas a dejar ir eso nunca ¿Verdad? —preguntó, levantando una ceja. El búho no dio respuesta, y simplemente llevó el vaso con beelzejuice a su pico para beber.

El de plumas grises se sentó en una de las sillas, bebiendo, relajado, sin siquiera un signo de molestia; simplemente se veía tranquilo. Y su comentario inicial no lo percibió como brusco o molesto, sino como una sencilla acotación divertida y sarcástica.

—¿Puedo acompañarte? ¿O pisarás mi pie de nuevo? —preguntó, mirándolo fijamente.
—Lo haré si no te callas —respondió con una mirada seria, pero Blitzø detectaba que el búho no hablaba en serio.
—Te reto a que incluso lo intentes —contestó con una sonrisa, percibiendo el tono humorísticamente cruel del otro. El pájaro rodó los ojos y observó a Blitzø sentarse a un lado. —¿Cómo es posible que nunca me haya topado con tu molesto pico antes? —preguntó, curioso.
—Solamente había venido a la ciudad para la boda, pero extendí mi estadía.
—¿Por qué? Nadie extiende su estadía a un mes entero.
—Me quedaré permanentemente, tonto.
— ¿Por qué?
—Mejor oportunidad para mí trabajo.
—¿De qué trabajas?
—Estoy realizando un emprendimiento de jardinería. Ofrezco plantas, decoro macetas, las comercializo, y más cosas. Busco abrir mi propia jardinería —contó. Blitzø sonrió, sosteniendo una leve sospecha en su cabeza.
—¿Es solo una casualidad, o tú hiciste las decoraciones florales de la boda? —preguntó, alzando una ceja.

Por primera vez en todo ese tiempo, vio al búho sonreír, como si instantáneamente Blitzø le agradara y, por sobre todo, como si su pregunta le hubiese encantado. En cierta parte, el de plumas grises solo parecía intentar retener que esa sonrisa se ampliara más de lo que ya estaba, pero, francamente, fue imposible ocultarla para Blitzø.

1 Boda y 10 CitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora