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Corríamos por el sótano en busca de los rehenes, fue una osadía llegar.

—Es por aquí—susurré teniendo el plano en mi mente. Agradecía mucho que me hubieran dado el informe.

Estábamos a contrareloj, nos arriesgamos a qué nos hagan una emboscada y morir allí.

Comencé a escuchar murmullos constantes y noté que ya habíamos llegado. Con una señal de mis manos nos posicionamos en cada lado de la puerta.

—Explota la puerta, Satoru—ordené. El peliblanco me miró y asintió decidido, puso el C4 y lo explotó, dejándonos entrar.

—Aquí Shadow a Hawk-0, tenemos a los rehenes, solicito helicópteros de extracción—hablé por la radio.

—Entendido Shadow, aguarden. Espera estimada, dos minutos—dijo un operador al otro lado y finalizó la comunicación.

Analicé la situación, habían 10 personas aquí y todas eran mujeres, lo más probable es que las vendan a algún prostíbulo clandestino.

—Satoru, revisa que estén bien, yo vigilaré la entrada, en breves vendrá el helicóptero—él siendo obediente asintió. Me dirigí rápidamente a la puerta y me puse a vigilarla, no me sorprendería mucho que vengan a intentar matarnos, otra vez.

Al pasar algunos minutos el Walkie-Tokie volvió a sonar.
—Shadow, ave en destino—dijo el operador.
—Comprendo, en camino—corté la comunicación.

Volví otra voz con Satoru.
—¿Ya llegó?—Preguntó con interés. Yo suspiré y asentí. Ahora venía la parte más difícil.

(. . .)

Los rehenes salían corriendo de la instalación y subían al helicóptero.
—Que maldita osadía—murmuré.
—Lo fué, pero es nuestro trabajo—agregó Satoru.

Al notar que ya no quedaba nadie subimos a otro helicóptero.

Me recosté en mi lugar tratando de relajarme.
—Se nota que eres un buen soldado—me dijo mi compañero con una sonrisa.
—Gracias—susurré.

Satoru no tiene ni idea de todo lo que sufrí para estar en este cargo, en el momento en el cuál yo estaba entrenando para entrar al servicio, las mujeres eran muy despreciadas.

Mis rutinas eran mucho más cansadoras que las de mis compañeros hombres, eran mucho más exigentes y si me equivocaba en algún ejercicio me hacían repetirlo 15 veces más, siendo que para los demás eran solo 5.

Diablos, los castigos si que eran dolorosos. Recuerdo muy bien que un día nos dejaron comer cuánto quisiéramos, mis compañeros habían aprovechados y digamos que yo también, nos habían dado 20 minutos para comer y una vez pasado aquello volvimos a entrenar, pero yo me llevé la peor parte. Los instructores comenzaron a poner a prueba mi resistencia a los golpes en el estómago, pues si un soldado es sorprendido con un golpe así en el campo de batalla puede morir, no por el golpe en sí, sino porque pueden recibir disparos por su vulnerabilidad.

Los golpes en el estómago más la comida que recién había ingerido no hacían buena combinación, para cuando terminaron conmigo me tuve que apartar de mis colegas para vomitar todo.

Por eso me alegraba que Satoru notara mi esfuerzo.

Ya habían pasado casi dos meses de que me pusieron como su compañera en operaciónes y no me esperaba que se acostumbrara al ritmo estricto que llevo.

Valoraba su esfuerzo en cada una de las operaciones que teníamos, pues no eran fáciles y yo le aumentaba la dificultad poniendo planes que había que seguir al pie de la letra para que funcionen, y Satoru es de todo menos obediente.

Salí de mis pensamientos al notar que había un peso extra en mi hombro, al girar la cabeza ví a Satoru dormido.
Habíamos estado despiertos desde muy temprano.

Una suave sonrisa se formó en mis labios. No lo iba a despertar, era un viaje bastante largo, no había necesidad de hacerlo.

Yo también hacía mi esfuerzo para no caer dormida pero no bajaría la guardia por si sucedía alguna eventualidad

El arma de Satoru cayó al piso del helicóptero debido a que no la sostenía bien. Suspiré. No la podría levantar sin moverme por lo que opté por dejarla ahí.

—Aún te falta mucho camino por recorrer—le susurré y le dí suaves palmadas en su cabello.

Apreciaba sus facciones, eran finas y delataban su juventud, a mi parecer no pasaba de los 22 años. ¿Quien diría que parecía un maldito ángel durmiendo? Nadie pensaría que al despertarse es la persona más torpe de todo F.I.A.T.S

Comenzaba a escuchar leves ronquidos, al parecer estaba muy cansado.

Tendría una visita con el comandante, le pediría misiones con un horario más tarde.

—Shadow—escuché al piloto llamarme por los audífonos.—Puede descansar si así lo desea, hay un viaje de al menos una hora—informó.

—Comprendo, gracias por la información—le contesté. Estaba decidida a no dormir, no lo haría hasta llegar a la base.

Con cuidado levanté el micrófono de los audífonos de Satoru para que esté más cómodo, tampoco quería escuchar sus ronquidos.

Él se removió un poco pero solo se refregó más en mi hombro. Este chico definitivamente es un caso perdido, aunque me acostumbré a él.

Antes estaba reacia a tratar con los novatos, a mi parecer son muy molestos. Son torpes, poco silenciosos y no saben ser sigilosos, era un riesgo ir con ellos a las misiones. Satoru es lo más cercano que estuve a un novato, aunque él ya no lo sea. Apesar de que también tuve una operación en común con Nobara Kugisaki e Itadori Yuuji no fui yo la encargada de tener la responsabilidad de ellos, fué otra persona... Y digamos que esa operación casi termina en tragedia.

(. . .)


Ya unos 30 minutos más tarde el albino se había despertado. Tomé el arma y lo dejé en su costado.
—Lo siento—dijo de repente. Mi vista confusa se posó en él.
—¿Por qué lo haces?—Le pregunté.

—Me quedé dormido en tu hombro, sé lo mucho que te molesta el contacto físico, te habré incomodado mucho—parecía realmente preocupado por mi reacción. Este era el resultado de ser un poco arisca con él.

—No lo hagas—ordené—tenías sueño y te dejé descansar, pero que no se te haga costumbre—agregué. Él me miró con una sonrisa y asintió.

Debía de tratar mi comportamiento con Satoru, pero era realmente complicado, me acostumbraron a ser así.

𝘽𝙧𝙚𝙖𝙨𝙩𝙥𝙡𝙖𝙩𝙚 || Gojo Satoru Donde viven las historias. Descúbrelo ahora