T R E S

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- Bueno, admito que si me pasé un poquito. - puse los ojos en blanco. - Pero así soy yo, ¿qué se le va a hacer?

- Lo que puedes hacer es ir, aceptar darle esas clases ¡sin cobrarle nada!

- No puedo hacer eso...

- Oh, si que puedes. - jaló mi brazo haciendo que dejara de abrazarlo y me llevó arrastrandome por los pasillos buscando al rapero.

- Pero no quiero, Geo. - ni siquiera me escuchó, estaba tan concentrado buscandolo que ni cuenta se dió que me hizo chocar con alguien y caí haciendo que mi trasero de un golpe seco en el suelo. - ¡Maldita sea, Georg! ¿¡Ves lo que haces!? - le grité poniendome de pie y mirandolo pero solo me ignoró teniendo una sonrisa imborrale en el rostro.

- Mi amigo tiene algo que decirte, Tom.

- ¿Ah, sí? - se giró en mi dirección frunciendo el seño, más parecía que estaba burlandose de mí - Te escucho.

- Yo... yo... hmm... acepto darte las clases de física sin cobrarte. - hablé lo más rápido que pude.

- ¿Puedes repetirlo? - sonrió mostrando su brillante dentadura. - Es que no lo oí bien.

- Dije que acepto darte las clases sin cobrarte, ¿feliz?

- Sí, muy feliz. - la acción que hizo me tomó por sorpresa, me había dado un abrazo tan fuerte que casi me rompe los huesos. - Gracias...

- Bill. - murmuré sintiendome asfixiado por estar tan apretado.

- Gracias Bill. - como pude me solté de su agarre, busqué en mi mochila mi cuadernillo negro para arrancar un pedazo de papel junto con un esfero y le anoté mi número.

- Llámame para quedar la hora y el lugar para reunirnos. - asintió. Me abrazó por última vez y se alejó de mi corriendo muy feliz. - ¿Ahora qué? - le pregunté a mi mejor amigo que no dejaba de mirar al rapero.

- Bien hecho, Bill. Ya viste que no fue tan dificil hacerlo. - me sonrió con picardía. - Solo no la cagues y haz lo que tengas que hacer, ¿vale?

- Te odio, te odio, te odio, TE ODIO. - le grité, comencé a alejarme de él para buscar a Sam donde siempre nos encontrabamos para ir a casa. Genial, gracias al estúpido de Georg ahora tengo que darle clases privadas al rapero mal oliente de rastas. Le di una patada al basurero causando un sonido horroroso y provocando que la mirada de los alumnos se posara en mí. - ¿¡Qué me miran, se les perdió algo o qué!?

- ¡Hey cavernicola, cálmate! - Sam se acercó a mi con una expresión divertida tomandome de la cintura para empezar a caminar. - ¿Qué sucede?

- Gracias a Georg ahora tengo que darle clases a uno de los alumnos nuevos que ingresó a mi clase.

- No es tan malo, mirale el lado bueno que sería una buena distracción para que dejes de escribir en ese maldito diario.

- Es que ese no es el problema. - caminé un poco más para posicionarme frente a ella. - El problema es que siento que me quiere hacer competencia y eso no lo puedo permitir ¡el mejor estudiante de esta puta escuela soy yo, nadie más!

- Oh, eeeeeso. - soltó una carcajada, me apartó de un empujón y seguía caminando sin detenerse, lo único que pude hacer es correr hasta ponerme nuevamente a su lado. - Creo que ya sé de quién estamos hablando.

- A ver dime, ¿de quién estoy hablando?

- El chico nuevo de rastas... creo que su nombre es Tom ¿no? - asentí lentamente mirandola a los ojos. - Todos hablan de él y sobre lo bien que juega baloncesto.

- Ah, también está en equipo de baloncesto. - pregunté incrédulo. - Ajá y también es el hijo de un político importante. - hablé sarcastico, Sam vaciló un poco antes de volver a hablar.

- Pues eso nadie lo sabe.

No le dije nada más, salimos de la escuela en dirección a casa sumidos cada uno en nuestros pensamientos aunque me causaba curiosidad saber más de ese Tom no pregunté ni dije nada más. Apreté con mis dedos la sien tratando de no darle más vueltas al asunto y pensando nuevamente en la ropa de mujer que me llamaba la atención y que sin dudarlo la compraría para ponermela en secreto y que nadie lo supiera a menos que sea necesario.

Llegamos a la puerta de casa y Sam sacó sus llaves para abrir la puerta y el olor delicioso de la lasaña no tardó en abofetearme en la nariz, como era de costumbre mamá siempre nos esperaba con la comida lista.

- Hola mamá. - saludó Sam tirando su mochila en el sofá.

- Hola cariño. - le dió un beso en la frente e hizo lo mismo conmigo para al final darme un abrazo. - ¿Cómo están? ¿Cómo les fue?

- Un poco agotador pero muy bien, saqué la mejor calificación en la tesis de literatura.

- ¿Cuanto? - pregunté con una sonrisa sintiendome interesado en ello, me gustaba leer las materias que ella cursaba que incluso le ayudaba en sus tareas sin ningún problema.

- Seis.

- ¿Seis? ¿¡Seis!? ¡Es la nota más baja que pudiste haberte sacado, Samanta!

- ¿Y qué? - se encogió de hombros. - La maestra dijo que era la más alta y estoy conforme con eso.

- No empiecen por favor, estamos en la hora de comer y no me gusta eso. - mamá colocó unas porciones satisfactorias de lasaña a cada uno. - Y si Sam dice que esa es una buena nota, pues lo es ¿de acuerdo?

- Sí mamá. - rodeé los ojos, me levanté en dirección al baño para quitar la suciedad de mis manos con el jabon de rosas que había comprado especialmente para mi y al cual no dejaba que nadie lo toque, al terminar de lavarme me sequé las manos y volví a la mesa para disponerme a probar de la maravillosa comida que preparaba mi madre con esas manos tan perfectas.

- ¿Dónde está papá? - pregunté después de darle un bocado a la lasaña. - No lo he visto.

- Me avisó que llegará tarde y que no lo esperaramos, son cosas de trabajo.

- Últimamente trabaja demasiado y ya no compartimos como antes, empiezo a odiar su trabajo. - comenté haciendo reir a Sam y ganandome un golpe suave en la cabeza por parte de mi mamá. - ¿Qué? - me reí ante su cara de falso enojo.

El móvil comenzó a vibrar dentro del bolsillo de mi pantalón dandome una señal de que me habían mandado un mensaje, lo saqué y lo revisé.

“Podemos iniciar con las clases esta tarde a las seis, soy Tom.”

𝐈𝐭'𝐬 𝐁𝐢𝐥𝐥𝐢𝐞 𝐁𝐢𝐭𝐜𝐡 <𝐓𝐎𝐋𝐋>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora