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Fue el cuarto día que Izuku al fin abrió los ojos. Un quejido salió de los resecos labios del pecoso, sentía su espalda dura como una roca.

Se removió incómodo en las duras sábanas, todo su cuerpo se sentía adormecido.

A juzgar por la luz que entraba por las amplias ventanas, debía ser media mañana.

Midoriya observó atento su alrededor, en la mesita de noche se encontraban varios regalos junto a un jarrón con un pequeño ramo de rosas, el peliverde sonrió irónico por ese detalle. Debían ser de Shoto.

Los ojos esmeralda observaron atentos las vendas que cubrían sus brazos, que idiota había sido. Ni siquiera recordaba la mayor parte del incidente, solo podía acordarse de todo el enojo y desesperación que había sentido en el cuerpo. El miedo en la boca de su estómago de solo pensar en ser descubiertos, de afrontar las consecuencias que podrían tener.

Izuku estaba tan enojado, aun después de romperse los brazos y destruir la academia. Dentro de su cuerpo existía enojo por todos lados, recorría sus venas y se camuflaba en su piel, lo asfixiaba. Enojo por la situación, por la edad, por las estúpidas reglas sociales, por la inmadurez de Shota, por lo entrometido que era Todoroki y por sus propios sentimientos.

Tenía muchos chicos interesados en él, con lindo físico, sentimientos puros y, lo más importante, su misma edad. Podría llevar una relación normal, mostrarse ante todos sin miedo a ser expulsado o perjudicar a su pareja. Ser gay era suficiente castigo en la sociedad cerrada, tenía suficiente ¿Por qué, para colmo, debía interesarse en un hombre que casi triplicaba su edad?

Cuando las pesadas puertas de madera se abrieron, los ojos juveniles rápidamente volaron a ellas. La doctora Chiyo venía junto a Aizawa, ambos lo miraron con alivio en sus ojos.

— ¡Midoriya-kun, que alegría! —la sonriente anciana se acercó contenta a la camilla. Aun así, el pecoso sabía que iba a regañarlo luego— ¿Cómo te sientes?

Izuku no miró en ningún momento a Shota, no quería. Sentía que al mirarlo, iba a olvidarse de todo el problema y su mente iba a nublarse por el cariño que le tenía al hombre. Pero debían hablar, tarde o temprano.

— Bien, Chiyo-san. Muchas gracias por curarme, otra vez... —como pudo sobre la incómoda cama, el torso del menor se inclinó en una pequeña reverencia a la mujer— Aunque sigo un poco cansado.

Midoriya realmente esperaba que los adultos pudieran leer entre líneas. Necesitaba estar solo, tenía que calmar esa ira irracional que cabalgaba en su pecho desenfrenadamente.

— Si, eso será normal por unos días. Tus heridas eran graves y gasté tods tu energía para curarlas... —con cuidado, las manos arrugadas de la mujer retiraron las vendas de los brazos jovenes. La piel lechosa se encontraba llenas de cicatrices, Izuku tuvo que retirar su mirada. Estaba asqueroso.

— Por favor... —la voz rota del chico hizo estragos en el pecho de Aizawa. El hombre observó con dolor las esmeraldas llorosas, incapaces de verse a sí mismo— Necesito algo de tiempo antes de eso.

Con una sonrisa tranquilizante, la mujer colocó las vendas nuevamente en su lugar. Se alejó de la camilla, dándo espacio al chico para que pudiera respirar con calma.

— Es normal, Midoriya-kun. Pero debo advertirte que esta es la última vez que puedes lastimar tus brazos así, no podré curarlos la próxima vez ¿De acuerdo? —la anciana se alejó hacia la puerta, agradeciendo el suave asentimiento que el adolescente le dió— Volveré en la noche para darte otra ronda de medicación, ahora vamos a dejarte descansar un poco más...

— Enrealidad debo charlar con él, la alcanzo luego, Chiyo-san. —la mirada seria de Aizawa no dejó lugar a discusiones y la mujer salió sin más.

Ilícito °AiDeku°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora