Hogar pasado

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Como soldado, la rutina de Lincoln era algo repetitiva; despiertas, comes, entrenas, presentas una que otra prueba, vuelves a comer y duermes para continuar el día siguiente.

Todo eso era su vida en el cuartel, aunque ahora que se encuentra en un lugar distinto, podía darle por fin un buen cambio a su forma de vivir.

El joven soldado despertó con ojeras cerca de sus ojos, tal vez y ya hasta se había acostumbrado a las duras camas que encontraba en el cuartel militar.

Buscó en su armario ropa que vestir, y vio sus distintivas camisas anaranjadas, junto con sus jeans de mezclilla.

Pero aquella ropa le hizo sentir raro, como si la nostalgia que debería sentir no existía, es por ello que prefirió vestirse como sus días de descanso en el cuartel.

Cuando abrió la puerta de su habitación, no vio el pasillo en donde encontraba a sus compañeros, encontró al pasillo con fotos en los muebles y dibujos infantiles en las paredes.

No tenía ganas de ir al baño, se había acostumbrado a perder o al menos a disminuir aquella necesidad.

Bajo las escaleras que rechinaban apenas un pie se ponía encima, y fue a la cocina, donde encontró a las personas que tanto quería volver a ver.

–Buenos días– Dijo el joven con alegría.

Los miembros de la familia que ya estaba allí lo saludaron de vuelta.

El chico se sentó y vio en su plato un desayuno normal, una que podría por fin degustar.

Disfrutó cada segundo que paso sentado en esa mesa, no paraba de sonreír al ver de nuevo lo que era su día a día.

Cada detalle le causaba una sonrisa de oreja a oreja en el rostro, y podía notar como su familia estaba igual de entusiasmada que el.

–Bueno chicas, prepárense para ir a la escuela– Mencionó la madre de la familia, a lo que recibió abucheos y suspiros como respuesta.

–Mamá, ¿No puedes decir que estamos haciendo algo más importante hoy?– Sugirió Luna con tal de perder aunque un solo día de escuela.

–Por favor hija, la escuela será algo que se acabe en un santiamén, pronto nos volveremos a ver– El padre trató de persuadir a su hija.

–¿Y ustedes no van a la escuela?– Preguntó Lana a su hermanos militares.

–Je, no lo creo– Respondió Lincoln.

–¿Porqué?–

–¿Si recuerdas que nos dieron de baja por todo esto del ejército?– Dijo Lynn.

–Todo esto con tal de que nosotros como menores no perdiéramos nuestro avance académico.

Si nos volviéramos a inscribir tendríamos que recursar el año escolar en el que estábamos antes de partir– Habló Lisa demostrando su conocimiento del sistema.

–Aunque no es tan bueno, pues todavía seguimos recibiendo clases allá en el cuartel– Explicó Lori.

–Pero eso debe de ser más fácil, ¿Verdad?– Preguntó Lola.

Y eso causó que Lincoln cerrara los ojos fuertemente, pues recordó un momento no muy agradable de su aprendizaje allí.

–No...para nada lo fue–

Dicha reacción causó confusión en su familia, y una leve preocupación por saber cual experiencia tuvo el albino.

–¿Pues que pasó?– Preguntó Luan con curiosidad.

El muchacho suspiró.

–No querrás saber–

Y eso fue los últimos que se dijo antes que de que las demás chicas fueran a sus habitaciones a terminar de arreglarse.

Tiempos difícilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora