A lo largo de las llanuras habían caminos marcados por el pase constante de los vehículos pesados, la única forma de identificarlos era por el trayecto de las 4 llantas de dichos transportes, los cuales iban y venían de sitios diferentes, pero siempre con un objetivo, transportar a los soldados.
En uno de los tantos vehículos que viajaban por el camino estaba un escuadrón que volvía de su misión más reciente, con la mayoría de sus miembros hablando acerca de aquel último evento contra el que se habían enfrentado.
Latas de cerveza iban y venían de distintas cajas, siendo bebidas por aquellos que celebraban con euforia sus pequeñas vacaciones de esta rutina letal. Coros alegres eran cantados por los soldados llenos de alivio y felicidad.
Esto por ser capaces de vivir una día más y volver con sus seres queridos.
Aunque entre tantos miembros, habían unos quienes estaban algo apagados.
No cantaban, no bebían, ni siquiera hablaban con los demás. Eran estatuas con formas humanas que no tenían una mirada más allá de tristeza.
Y entre tantos soldados, estaba un joven al cual conocemos demasiado bien. Era aquel peliblanco que luchaba con fervor para hacer de este país un lugar más seguro.
¿Pero estaba dispuesto a dar todo de sí mismo?
Se sentía mal, física y emocionalmente, y aquellos padecimientos empezaron desde que fue a su primera misión.
No soportaba el regreso en aquel transporte, con las voces de las personas que alguna vez fueron sus compañeros, y tal vez amigos grabas en su cabeza.
Su libreta era lo que le mantenía distraído hasta volver al cuartel, pero con tan solo ver su portada desgastada y rota le recordaba el daño que sufrió.
Y todo esto rondaba en su cabeza al tener fresco al rostro de su amigo con la vida fuera de sus ojos, con la falta de lentes encima de estos y la sangre y mugre esparcidos por todo su cuerpo.
Esperaba que al volver se sentaran juntos, hablando sobre las expectativas que tenían acerca del regreso a sus casas, y compartiendo las experiencias que esperaban tener al volver.
Pero eso no ocurriría, lo único de Benny que tenía cerca de él eran los lentes rotos y maltratados de el, pues el chico pelinegro yacia sin vida en la parte de atrás del camión dentro de una bolsa para cadáveres, amontonado con los demás hombres y mujeres que fallecieron en batalla.
No sabía que le deparaba el futuro a la familia del pobre chico, pero solo sabía que no seria para nada bueno.
El sargento Jackson, uno de los hombres a cargo del escuadrón vio el estado en el que estaba uno de los soldados más jóvenes a su cargo. Con una lata de cerveza abierta en su mano, y una sin abrir en la otra, fue caminando entre los asientos hasta llegar al lugar en donde estaba el joven.
Este chico seguía distraído, esta vez con la mirada fija por la ventana.
-Cadete- Llamó firmemente la atención del joven, el cual al saber quien le llamó, se removió en su asiento, sentándose de forma recta, como se le enseñó que debía hacerlo.
-Señor, ¿Me necesita para algo?- Dijo con hilo de voz apenas audible, con una notable tristeza.
Sin esperar un permiso, el hombre se sentó al lado del peliblanco.
-Debemos hablar acerca de tu reacción al descubrir la muerte de...el-
Lincoln agachó la cabeza, nervioso por lo que se le estaba por decir.
-Sargento, con todo respeto, no estoy de humor para una lección- Respondió evadiendo el tema.
-Esto no será una lección chico, es una charla entre compañeros de trabajo-
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Tiempos difíciles
AçãoEstados Unidos es un país reconocido por sus diferentes conflictos entre organizaciones criminales. Hoy en día son tiempos difíciles para el ejército estadounidense, y reclutarán a cualquier individuo que les pueda ser de ayuda. Hombres, mujeres, jó...