Capítulo 4.

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Desilución.

Perspectiva de Alejandra.

—¿Vas a pie? ¿Quieres un aventón?.— preguntó una voz masculina desde un auto que se detuvo a unos metros a mi lado.

Al principio me asusté pero después lo reconocí, era el chico que me había hablado en el entrenamiento.

—Ah, no hace falta, la parada de autobús está cerca.— dije sonriendole para que me creyera.

—Anda, sube ya.— dijo él insistentemente.

No quería irme con él, en primer lugar no quería darle mi dirección a un extraño y en segundo lugar, había visto en los vídeos que los fans se amontonaban a las afueras para pedir fotos y autógrafos así que sería extraño que él saliera con una chica de acá.

—Enserio no hace falta, gracias.— seguí caminando hacia las afueras, me iría por un lugar donde no me viera tanta gente.

—Anda, no dejaré de insistir.— decía él sin moverse de su lugar.

—Para la próxima será, adiós.— dije llegando a la puerta por dónde salían las personas de seguridad, médicos entre otros.

—Prometemelo.— dijo sonriendo.

—Lo prometo.— lo dije para que se fuera, me ponía nerviosa estar ahí gritándole.

—Vale... Me llamo Félix por cierto, Joao Félix.— dijo antes de arrancar y desaparecer por las grandes puertas de la ciudad deportiva.

—Felix... Con que así era que te llamabas.— dije hablado sola como loca.

Llegué a la parada de autobús y estaba cansada, era mi primer día y ya estube parada un buen rato, el autobús estaba demorando y yo ya quería estar en casa y dormir.

Después de una larga espera al fin llegó el autobús, llegué a casa más rápido de lo que pensé y me dispuse a ducharme para dormir.

Perspectiva de Pedri.

Esa chica me dejó asustado, no quería dejar de jugar, amaba el fútbol y no quería dejar de jugar por un dolor de músculos.

—¿Que te dijo la fisio?.— me preguntó Gavi mientras salíamos del parking.

—Tengo los músculos tensos, tendré terapia, supervisión y probablemente no juegue.— dije con desilución.

—Joder tío, ¿que harás?.— dudó él preocupado.

—Me dijo que no me preocupara que ella se encargaría de que estubiera bien para jugar por lo menos 30 minutos el viernes... 30 minutos tío, eso es igual a nada.— dije con frustración, esa fisio no me agradaba.

—Por lo menos jugarás... Y que tal es ella como fisio?.— preguntó de la nada.

—Creo que es buena, tiene manos suaves y obtiene el resultado súper rápido.— dije sin interés.

—Manos suaves eh?... Haré algo para que me atienda la próxima vez.— dijo bromeando, supongo.

—Has lo que quieras.— dije, estaba enojado, no podía creer que esa chica me cayera tan mal desde la primera vez.

Pero la pregunta que más me hacía era, ¿Porque?.

Después de dejar a Gavi en su casa me fui a la mía, seguramente Fer había cocinado algo rico y moría de hambre la verdad.

—¿Que tal tu día?.— preguntó Fer cuando me vió entrar a la cocina.

—Mal... Resiví malas noticias.— fui sincero, sabía que él igual descubriría que algo andaba mal.

—¿Que pasó?.— preguntó él con un tono preocupado.

—Hoy llegó la nueva Fisioterapeuta y me revisó, dijo que mis músculos están contraídos y que probablemente no juegue el viernes.— le conté con un tono triste.

—Oh, lo siento hermano.— me reconfortó posando su mano en mi hombro.

—Necesito jugar, es solo un leve dolor en los músculos, esa chavala de seguro ni sabe nada.— dije enfadado, no quería perderme ese juego, mi padres vendrían de Tenerife para verme jugar.

—Pedri no hables así, ella es profesional, sabe lo que hace.— la defendió Fer, sí quizá ella solo quería ayudar pero yo quería jugar.

—Tiene 19 Fer, no debe saber mucho.— dije un poco más calmado.

—Igual debes hacerle caso... Por cierto nuestros padres no podrán venir esta vez.— dijo de la nada.

—¿Que? ¿Porque?.— pregunté con desilución.

—Tienen un problema con el restaurante, no podrán venir esta vez, deben solucionarlo.— explicó.

—Es grave el problema con el restaurante?.— pregunté, hace años una empresa quiso comprar el restaurante pero mis padres se negaron, ahora que soy famoso, nadie se a dignado a preguntar si está a la venta.

—No, nada de lo que ellos no puedan encargarse.— eso me calmó.

—Bueno, quería que me vieran jugar.— dije algo desilucionado.

—Debes hacerle caso a tu fisio Pedri.— me ordenó.

—Sisi, como digas, comamos que muero de hambre.— desvié el tema.

Sabía que podía ser peligroso jugar pero por alguna extraña razón quería llevarle la contraria a la Fisioterapeuta.

Ella fue la causa de mi primera desilución en el fútbol y definitivamente ella no me agradaba.

Sin prejuicios - Pedri Gonzáles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora