Con las entradas de Fantasilandia que Patric, su amigo, le había regalado. Había decidido animar a Fran. Su pequeño vecino necesitaba una dosis de apoyo extra para no perder el camino.
Le ayudaba con sus tareas desde que había entrado a primero básico y le costaba aprender a leer. Sabía cuanto se había esforzado por entrar al colegio que quería y seguir sus pasos. Pero al final había terminado en uno cualquiera, elegido por sorteo al lado de la casa.
Hoy le había hecho bien, lo veía feliz, incluso había conocido un amigo. Vicente. Habían comido papas fritas. Habían ido a todos los juegos y hasta había ganado unos premios sorpresa tirando anillas a las botellas.
Al cierre del día, se habían saltado el calor del metro colapsado del Parque, porque Indi los había ido a dejar. Entonces, ¿por qué parecía mirarlo con tanta tristeza...?
¿Lo entendía? ¿Se había dado cuenta que se comportaba de forma extraña? Tal vez, era demasiado evidente, incluso para un niño y era un fracaso para ocultar sus reacciones.
Fran, que no le quitaba la mirada de encima, parecía que estaba viéndolo ahogarse en esa ansiedad que le pesaba en el estómago. Como si de pronto su valle soleado hubiera recibido el desborde de todo un embalse.
—Estoy bien... —dijo tratando de sonreír. Sintió su mano caliente agarrando de la suya y se lo agradeció.
Con ese soporte a tierra respiró. Le acarició la mano a Fran con el pulgar y suspiró. Se obligó a soltar esa enorme necesidad de acompañarlo. Sacudió la cabeza como si pudiera a deshacerse de su gesto amargo. La sonrisa con que Indi se había despedido, también en la forma en que ocultaba sus ojos transparentes y trataba de mantenerse digno. Dejarlo irse así sentía mal.
Todavía estaban parados al costado de la calle, dónde se habían despido. Mientras su camioneta se alejaba, miró su reflejo por el espejo, hasta que la vista se lo permitió, incluso después, congelado en el minuto. De pié frente al pasaje de su casa, hasta que él dobló, y lo perdió de vista.
—Viene la Naty. —Susurró el niño y se apegó a su cintura como un cachorrito en busca de apoyo.
—¿Todavía están peleadas con tu mamá?
—Sí. Ayer, la Naty, no llegó a la casa. —dijo apretándole más la mano.
Esa pelea ya llevaba una semana, desde que Fran había ido a tocar su puerta. Con su mochila en la espalda y los audífonos que le había regalado. Tal vez, por él debía intervenir. Hablarle a su amiga, tratar que reaccionara y dejaran al menos los gritos cada vez que se veían. Si ella venía podía hacerlo ahora... Pero aún no tenía la voluntad para moverse. En su cabeza aún no se bajaba de esa camioneta y seguía conectado con él. ¿Si pierde la señal en la autopista de nuevo?, ¿si sale por cualquier lugar extraño?
Recordó la desesperación de él cuando había perdido la ruta y su voz quebrada suplicándole a Waze... Se veía tan afectado en ese momento. No debí dejarlo ir solo.Pensó y se rascó la cabeza.
Estaba hundido en ese arrepentimiento, cuando la voz baja de Natalia lo hizo saltar.
—¿De dónde vienen? —dijo ella y lo arrancó de raíz de sus pensamientos.
Natalia, su vecina asomó el rostro detrás de dos bolsas de plástico enormes, como si fueran maletas de cuerpo completo.
Tenía los ojos irritados y el maquillaje un poco corrido. Era sábado por la noche, pero ella seguía usando el uniforme del Liceo. Sin soltar a Fran, avanzó hacia ella y tomó confiado sus bolsas con una mano.
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Una temporada offline
General Fiction@OnlyIn salió de la nada y se hizo famoso. Era adictivo ver sus payasadas diarias, participar de su vida. Era fácil adorarlo, sentir que lo conocías, pero él estaba lleno de secretos. Una mañana subió una historia desde la nieve... y no volvió a p...