Indi | Mandi la tirana

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Te estoy esperando. Algo, alguien susurró en su oído. 

Esa risa nerviosa, podía reconocerla dónde fuera. Era él otra vez... Trató de atrapar su mano antes que desapareciera.

—¿Qué querías decirme? —preguntó a esa presencia. —Por favor solo quiero saberlo. 

Suplicó en su mente a Abel, y antes de abrir los ojos, sintió que él lo besaba. Trató, pero no pudo abrazarlo, estaba inmóvil y su fantasma se disolvió al abrir los ojos.

Se despertó con el rostro mojado como cada vez que soñaba con él. Miró a todos lados y sintió una presión en el pecho, como si se fuera a ahogar, como si le faltara el aire.

Se miró las muñecas, las tocó con las manos y sintió revivir un viejo dolor en ellas; esas heridas que se le hacían en la piel cuando tiraba demasiado fuerte de esas amarras.

Le costó minutos comprobar que esta vez no estaba amarrado y recién ahí pudo volver a respirar, pero el corazón le latía con fuerza. Tal vez no estaba amarrado, pero estaba en una clínica. Estaba seguro. 

Esta no era su cama, ésta tenía barras altas a ambos lados, como una cuna. Una televisión colgada al frente, una ventana que ocupaba dos paredes y ese olor a desinfectante y desesperación que le daba náuseas.

No quiso sentarse, porque mover la cabeza le provocaba un dolor terrible. 

Ahh no puede ser. De verdad estoy en una clínica...

No tenía ánimo siquiera para mantener los ojos abiertos. Lo último que se acordaba... ¿Qué era? Era Oz, él lo había sacado de la fiesta y... ¿me trajo, aquí?

Se miró; vestía una bata y tenía un suero conectado al brazo. ¿Mi teléfono...?  Empezó a buscarlo palpando la cama. ¿Me lo quito? ¡La mato! 

Estaba un poco más despierto y al moverse lo vio en la mesita al lado de la cama.

Le costó un rato coordinarse, pero al fin se movió y lo alcanzó. 09:12 AM y 5% de batería. Lo segundo que se fijo era del mensaje que lo esperaba.

Oz: ¿Cómo te sientes, baby...? —decía su WhatsApp.

¿Cómo puedo estar...? Cómo la mierda. Ahora no podía pensar en nada para responder el mensaje de Oz.

4% de batería: Su cuenta de Instagram había crecido en seguidores, en mensajes de amor y odio que se agolpaban en su buzón.

¿Guardé el vivo anoche...? —pensó cuando lo vio instalado en sus publicaciones. ¿Qué huea estaba pensando? Lo ocultó mientras revisaba su perfil y rápidamente fue pasando por las historias de gente conocida que vio en la fiesta, buscando sus propias apariciones.

Habían muchos vídeos: algunos cortos donde se quitaba la chaqueta y quedaba a torso desnudo frente la audiencia, trozos de su baile final y decenas de momentos con Gonzalo mientras estaba arriba de la pasarela: miradas cómplices, risas y piel, mucha piel.

Buscó su cuenta, @Goddaamn, y pinchó sobre su foto de perfil en el top de la pantalla. La barra temporal de él se había convertido en una mera línea punteada, le pareció que había subido el máximo permitidas para un día.

Las primeras mostraban la preparación del escenario, los colores, el lugar, next, next, next. La pintura que había hecho sobre dos chicas antes de él y luego, ahí estaba él: un video cuando lo cargaron arriba de la pasarela y se subió de un salto sobre el pedestal. Un corte y la siguiente historia era un video editado, lo mostraba caminando en cámara lenta, saltando de nuevo sobre ese pedestal volteándose hacia la audiencia hasta que la chaqueta se le resbaló por los hombros. Ahh... tan dramático. Qué vergüenza

Una temporada offlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora