Capítulo 30

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Mi respiración era agitada. Estaba tan agotada y adolorida que quería quedarme dormida de una vez, pero a pesar del dolor y cansancio di mi último esfuerzo hasta que mis quejidos se vieron opacados por el llanto de un bebé, el alivio que sentí cuando aquella criaturita salió de mí, fue refrescante. Aspen, a mi lado, sosteniendo mi mano, y su mirada, llena de emoción y adoración, se posaba en nuestro hijo, a quien colocaron junto a mi cabeza.

—Es... tan hermoso —susurré, con las lágrimas a punto de brotar.

Volvieron a llevárselo para hacerle todos los chequeos necesarios y limpiarlo. Le pedí a Aspen que fuera con ellos y acompañara a nuestro bebé, mientras una enfermera se encargaba de revisarme y atender todas mis necesidades, hasta que me quedé dormida por unas horas. Al despertar, encontré a Aspen sentado en el sillón de la habitación, con nuestro hijo en brazos, ya vestido perfectamente con las ropitas que habíamos traído en un bolso con todas las cosas necesarias para él.

—Amore —murmuré con voz suave, llamando su atención.

—Princesa, al fin despiertas —dijo, acercándose con el bebé y sentándose a mi lado—. Debes haber estado muy cansada, ¿cómo te sientes?

—Con hambre —respondí, lo que nos hizo reír a ambos.

—Me lo imaginé, por eso te traje esto —de repente tengo una bolsa de lomito árabe sobre mi regazo—. Aún está caliente.

—Me conoces tan bien.

Aspen me sonríe y me ayuda a incorporarme con una mano, pues en la otra tenía sujeto al bebé, dormido. Me preparé para comer y lo disfruté con cada bocado, pero apenas terminé de comer nuestro bebé empezó a removerse y llorar.

—Al parecer, Reed también empieza a tener hambre.

—Está bien, que suerte que me preparé para este momento. Gracias, madres de TikTok que muestra como debe ser una buena lactancia —bromeé, haciendo reír aún más a Aspen mientras me entregaba a Reed.

Lo tomé entre mis brazos y, por un momento, me quedé mirándolo, maravillada por lo hermoso que es. Mientras lo alimentaba, Aspen no paraba de mirarme, lo que me hizo sonrojar por darme un poco de vergüenza el que me vea así.

—D..Deja d..de mirarme así.

—No puedo —respondió, acostando su cabeza sobre mi regazo, mirándonos con ternura—. Se ven tan bien juntos. Pero que no se vaya acostumbrando, ese par me pertenecen, solo soy generoso y lo comparto, pero será temporal.

—Eres increíble —dije riendo.

—Lo sé, sí que lo soy —replicó con falsa arrogancia—. Pero realmente te ves fantástica así.

Volví a sonrojarme, desviando la mirada hacia Reed para dejar de avergonzarme demasiado. Lo observé mientras él comía sin parar, realmente tenía hambre, acaricié suavemente su mejilla sorprendiéndome por la suavidad de su piel. Una piel tan limpia y pura, suave y con perfecta salud...

—También piensas en eso, ¿no? —preguntó Aspen, acariciando suavemente a Reed, aún con su cabeza descansando en mi regazo—. Su piel permanecerá limpia, no importa lo que pase... Te lo juro.

Con mi mano libre, tomé la de Aspen para sujetarlo con ternura y sonriendo de igual forma, podía sentir la rugosidad de su palma por las cicatrices, llevé su mano hasta mis labios y le di un leve beso en ellas.

—Así será... no necesitas jurar para confirmarlo, lo sé.

Me sonríe con ternura. Pasamos el resto del día y la noche en el hospital, para controlar que todo estuviera bien con nuestro hijo y conmigo. Pero a la tarde del día siguiente al nacimiento de Reed pudimos volver a nuestra casa, en donde todos los trabajadores esperaban impacientes por ver al nuevo integrante de la familia. Incluso los perros estaban emocionados por ver al bebé, no dejaban de olerlo con cuidado y movían las colas con felicidad. No se separaban de él en ningún momento. Aspen me llevó directamente a nuestra habitación y me hizo recostarme en la cama.

—Tú descansa todo lo que necesites, yo me haré cargo del resto.

—Estoy mejor, Aspen, no te preocupes. Además, quiero ayudarte con Reed.

—Lo harás después de descansar. No tienes opción.

Hice un pequeño berrinche pero tampoco opuse resistencia, me acosté en la cama con las mantas hasta el cuello y Aspen se encargó de acostar a Reed en su cuna cerca de esta y darle todos los cuidados. Los miré con una sonrisa tierna antes de sentir como poco a poco me quedaba dormida. Pocos segundo de haber cerrado los ojos sentí un leve beso en mi sien.

—Te amo, princesa mía.

Aspen se alejó de nuevo para dejarme descansar y asegurarse de que Reed no fuera a llorar para no despertarme. Así fue durante días hasta que le insistí en que estaba bien como para salir de la cama en la que me tenía atrapada. Aunque de todas maneras me escapaba cuando él debí ir al trabajo.

Como ahora, que me estaba encargando de guardar la leche en los envases para ponerlos dentro de la nevera. Era un total alivio, pues mis senos se sentían tan cardados por la mañana que incluso podían doler, pero nada tan malo o insoportable. Suspiré aliviada cuando vacié uno de mis senos, pero viendo el otro noté que estaba hasta dejando salir algunas gotitas, estropeando nuevamente mi pijama.

—¿Por qué no estás en la cama? —me sobresalté cuando Aspen apareció en la cocina.

—Me atrapaste —respondí con una sonrisa—. Acabo de lograr que Reed se duerma así que aproveché para almacenar su comida.

—Está bien, te lo dejaré pasar por esta vez.

Reí levemente mientras sentía como me abrazaba por detrás, pero entonces me dio vuelta y me levantó hasta sentarme sobre la isla de la cocina y vio mi pijama manchada en el lugar de los pezones, sin vergüenza me bajó aquella remera de tiras y vio el seno aun goteando.

—Creo que nuestro hijo come demasiado, ya tiene lo suficiente guardado... no le importará que me termine el resto —me reí mientras Aspen lamía el exceso saliente de mí.

—Que aprovechado eres, Donnovan.

—Pero no me detienes, princesa Donnovan, porque debes admitir... que también te gusta —apenas termina de hablar mete mi pezón en su boca para empezar a succionar.

—Mhm

Incliné la cabeza hacia atrás mientras sentía el alivio de que mi seno se estuviera vaciando con más rapidez de la que Reed lo hacía. Aspen me sostiene por la cintura y me atrae más a él mientras sus manos acarician mi cuerpo, me aferré a él con mis brazos y piernas mientras que no soltaba mi pezón. Lamió los alrededores e igualmente mordió mi pecho.

—Creo que empezaré a preparar mi café con esta leche, es mejor que la del supermercado.

—Que tonto, amore —lo tomé por las mejillas y me incliné para besar sus labios—. Te amo.

—Yo te amo más, princesa.

Volvió a besarme con más intensidad, bajó a mi cuello y lamió mi piel con deseo. Me hizo sujetarme de su cintura con mis piernas para levantarme e ir hasta el sofá, donde me depositó con suavidad y bajó sus besos por mi cuerpo. Cada roce suyo me hacía sentir verdaderamente bien.

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