Capítulo 27

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Cerré el bolso con mi vestido de novia dentro, suspirando aliviada por haberme cambiado a ropa más cómoda y salí del baño del jet privado de Liam, encontrándome con Aspen, sentado en uno de los asientos junto a la ventanilla, me senté frente a él y sonreí ampliamente.

—¿Y bien? ¿Ya me dirás a dónde iremos? —pregunté con curiosidad y él me sonríe de nuevo.

—¿Qué te parece ir a donde está tu universidad soñada? —abrí los ojos de par en par.

—¡¿Vamos a Italia?! —exclamé, y Aspen asintió. No pude evitarlo y salté sobre él— ¡Dios mío, Aspen, te amo!

—Lo sé —respondió con una sonrisa arrogante—. Ritha me ayudó a conseguir todo el papeleo necesario para transferirte de universidad, sé que siempre quisiste estudiar allí, así que me gustaría hacer ese sueño realidad.

—Gracias, Aspen... en serio, gracias.

—No es nada, princesa. Haría lo que fuera por ti.

—Lo sé, lo puedo notar —reímos levemente con complicidad.

—Y otra buena noticia es que yo también entraré a la universidad. Con todo esto que ha pasado durante los tres años y este, no pude hacerlo antes, pero ahora estoy listo. Siempre quise llevar el negocio familiar, pero supongo que puedo crear el mío propio.

—Suena a una buena idea... Quizás yo también deba renunciar a llevar el negocio familiar.

Suspiré un poco, pero Aspen me atrae hasta hacerme sentar a su lado y abrazarme.

—Si quieres... podemos empezar nuestro propio negocio. No necesitamos el de nuestras familias, podemos conseguir nuestro propio éxito juntos.

Asentí estando de acuerdo. Me aferré a Aspen y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Me alegra que hayas venido a buscarme... No quería casarme con Dante, mucho menos después de lo que hizo la noche antes de regresar de Brasil.

Aspen me aparta un poco para mirarme al rostro y acaricia suavemente el morado en mi mejilla que ahora es más visible luego de quitarme el maquillaje.

—¿Qué más te ha hecho? Las guardaré todas para cuando vuelva a tenerlo en frente y le dé su merecido.

—Me llamó de tantas formas horribles... e intentó forzarme... —volví a abrazarlo para refugiarme en él—. Fue... como tener a Carsson de vuelta, pero esta vez no pude hacer nada. Tenía mucho miedo, no quería que se lo dijera a mi padre.

—Pues ahora da igual que se lo diga. Ya no pueden hacerte nada, te lo aseguro.

Sonreí ligeramente, dejándome llevar por la comodidad que me ofrecía Aspen y su aroma tan embriagante. Nos acomodamos mejor y miramos por la ventana hasta que el día comenzaba a caer, fue cuando una azafata personal se acercó a nosotros.

—Señor, señorita, les informamos que aterrizaremos en poco tiempo. Por favor, si pueden abrocharse los cinturones.

Asentimos y Aspen se encargó de responder. Nos abrochamos los cinturones y miramos por la ventanilla de nuevo hasta haber aterrizado suavemente. Aspen fue el primero en levantarse y agarrar mi bolso, me tendió la mano y bajamos del jet. Había un auto de lujo esperando por nosotros en el hangar. Subimos todas nuestras cosas en la parte de atrás y luego nos pusimos en marcha por las calles de Venecia-Italia.

No podía despegar la vista de la ventana, todo era tan fantástico como lo había imaginado, tan hermoso y diferente. Era como estar en un sueño, mi sueño... Libre de mi padre, de Dante, de responsabilidades estúpidas y haciendo lo que quiero, junto con la persona que amo en verdad.

—¿Y dónde vamos a vivir? —pregunté.

—Un departamento es algo más pequeño para nosotros, así que... compré una propiedad cerca de la universidad. Bueno, no tan cerca pero no habrá problemas. Te enseñaré a conducir y conseguiremos tu registro en cuanto terminemos con tus papeles.

—¿Eh? ¿Y los tuyos? —pregunté, sorprendida por su tono confiado. Su sonrisa ladina me reveló la respuesta.

—Amore Mi segundo apellido es Giordano, tengo la nacionalidad Italiana desde casi siempre.

—Nunca lo supe... Aspen Donnovan Giordano. Suena bien.

—Y más cuando tú lo dices.

Nos miramos con sonrisas cómplices, pero Aspen tuvo que volver a concentrarse en la carretera. Condujo por bastante tiempo en lo que me dio de sobra para escuchar nuestras canciones favoritas y más, hasta que finalmente estaciona frente a una casa, o más bien, una mansión, tan hermosa que no podía quitarle los ojos de encima.

—Wow...

—Y eso que aún no has visto la mejor parte.

Aspen baja del auto para abrir mi puerta y ayudarme a bajar. Me dejó total libertad para entrar a la casa mientras él se encargaba de nuestras cosas. Las puertas las abrieron los del personal.

No sabía que Aspen podía costearse una vida así sin la necesidad del dinero de sus abuelos o de sus padres... yo no podría, es por eso por lo que me apresuré a sacar dinero de mis cuentas.

Me di el lujo de visitar todos los rincones de la nueva casa, sorprendiéndome y maravillándome con todo lo que veía.

—"Buongiorno, signorina, ¿ha bisogno di qualcosa?" —unas chicas con uniforme se me acercan haciendo una reverencia sonrientes, preguntando si necesitaba algo.

—"Grazie, sto bene per ora" —respondí amablemente. Ellas amplían sus sonrisas antes de asentir.

—Escucharte hablar italiano me enamora más —dijo Aspen, tomándome por la cintura y besando mi cabeza—. Ven, vamos a acomodarnos.

Me guía por las escaleras y a través de pasillos que podrían resultar confusos, hasta la habitación principal. Al entrar, mis ojos se abrieron de par en par una vez más. Corrí por todos lados como si una niña pequeña poseyera mi cuerpo, fui a ver el vestuario, el baño, el balcón y demás. Me lancé a la cama y reí emocionada.

—Es perfecto, todo lo es —Aspen deja los bolsos a un lado y se acuesta junto a mí—. Realmente sabes ser un príncipe azul.

—Seré lo que necesites, princesa. Y si me dejas... hasta podría ser el mejor esposo.

Nuestras manos se entrelazan. Me acerqué más a él hasta juntar nuestras frentes y mirarnos a los ojos con grandes sonrisas.

—Eso me encantaría.

Aspen levanta su mano hasta acariciar mi mejilla y apartar un mechón de cabello rebelde tras mi oreja. Su mirada baja a mis labios, ambos sabíamos lo que queríamos. No tardamos en unirlos en un beso apasionado y dulce, cargado de emociones explosivas que terminaron en caricias. Fue con cada roce que nos demostramos nuestro querer, fue con cada beso que profundizamos nuestro sentir y fue con cada respiración agitada y voz entrecortada que confirmamos nuestro amar.

Nuestros corazones latían al mismo ritmo, en la misma sintonía como una canción perfecta hecha para nosotros y solo nosotros. Nuestras almas lloraban, no de pena, ni por lástima, cada lagrima era un poco de felicidad que no podían contener ya más. Nuestros labios se buscaban con desesperación y al encontrarse cada vez, disfrutábamos del dulce sabor de nuestra piel, la cual rogaba ser acariciada siempre por el otro. Mi piel arde con su tacto, se vuelve fría sin él, no hay punto medio, pues el ardor de la pasión es mi placer.

Finalmente, me siento libre de amar.

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