Capítulo 33

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Tomé la mano de Aspen y me aferré a él para demostrarle mi apoyo mientras sus abuelos bajaban de su auto visiblemente enfadados. Detrás de ellos, los padres de Aspen intentaban calmarlos, pero era evidente que el control de la situación se les escapaba de las manos. En el otro auto llegaron Liam y Vic, ella miraba asustada la escena, refugiándose en los brazos de Liam.

—Padre, por favor, déjalo. Por favor —rogó el padre de Aspen con voz temblorosa.

—¡Silencio! —espetó el viejo Donnovan, empujando a su hijo para acercarse más a nosotros, aunque apenas podía mantenerse en pie sin la ayuda de su bastón; cada vez estaba más deteriorado.

—Y todo por esa mujerzuela. Qué vergüenza —murmura la abuela, con desdén.

—Aspen, nos vamos. Ahora —exige su abuelo.

—No —contesta Aspen con firmeza.

—¿Qué has dicho?

—Lo que has oído —dijo Aspen, soltando mi mano con decisión para plantarse frente a él—. No iré contigo. Ya no te permitiré golpearme. Ya no soy un niño, mucho menos tu juguete. No puedes seguir controlando mi vida como lo has hecho durante años. Tú y esa vieja decrépita que tienes como esposa.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó su abuelo, levantando su bastón para golpearlo.

—¡Aspen! —grité, preocupada. Pero todos nos detuvimos en seco cuando vimos al padre de Aspen sujetar el bastón.

—Ya basta, padre —dijo él, con voz firme.

—Owen, ¿qué crees que estás haciendo? —le reprende el abuelo.

—Sé que es tarde... pero ya no permitiré que sigas maltratando a mi hijo. Aspen tiene razón, ya no es un niño para que sigas queriendo controlarlo. Nunca fue tu responsabilidad educarlo, jamás debí permitir que lo hicieras... sabiendo bien el infierno en el que lo ibas a meter.

Fruncí los labios enfadada, pues él sabía lo que pasaría con Aspen y aun así permitió que su abuelo lo hiciera. ¿Cómo pudo permitir que su propio hijo fuera maltratado? No podía entender en qué cabeza cabe la idea de dejar que algo así suceda. Me enfada, pero al menos ahora impediría que mi esposo saliera lastimado.

Sentí a mi madre sostenerme al tambalearme ligeramente; ya apenas podía mantenerme en pie, pero no pensaba abandonar a Aspen en este momento. Él debía saber que yo estaba aquí para él.

—No importa, padre —Responde Aspen, sin apartar la mirada de su abuelo—. De todos modos este asunto es entre mi abuelo y yo... Aunque mi padre no te hubiera detenido, yo lo iba a hacer. Ya no tienes poder sobre mí, no conseguirás amenazarme de nuevo con golpear a mi hermana si yo no hago lo que tú quieres, de todos modos no podrás hacerlo. No volveré a seguir tus reglas, y ¿sabes algo? Tengo las pruebas suficientes para hacer que te pudras en la cárcel, y ni tu dinero podrá salvarte.

—Tú...

—No quiero volver a verlos jamás. Así que déjenme a mí y a mi esposa en paz.

La abuela de Aspen se sujeta el pecho al escucharlo llamarme su esposa. Aspen se gira para caminar hacia mí, pero su abuelo, furioso, intentó alcanzarlo para golpearlo con el bastón.

—¡Maldita sea la hora en que naciste! ¡Bastardo! —gritó el viejo.

Sin embargo, se detuvo en seco y se llevó la mano al pecho como si le doliera el corazón, cayó de rodillas, soltando el bastón.

—¡James! —grita la abuela de Aspen.

La abuela y los padres de Aspen corren a socorrerlo, pero nadie puedo hacer nada por él, su agonía dura poco, justo antes de que dejara de moverse completamente.

— ¡Lo mataste! ¡Mataste a tu abuelo, a mi esposo! —exclama su abuela con el rostro descompuesto por el dolor y la furia.

Todos estábamos completamente paralizados por lo que acaba de ocurrir, nadie pudo reaccionar al repentino infarto del abuelo de Aspen. Su padre comprueba su pulso, y su expresión lo dijo todo: realmente había muerto. Aspen, desconcertado, miraba el cuerpo inmóvil de su abuelo, tendido en el suelo. Su abuela seguía gritando, pero apenas escuchábamos lo que decía. Me separé de mi madre para acercarme a Aspen y sujetarlo suavemente del brazo.

—Ese viejo... realmente ha...

—Aspen —tomé su rostro entre mis manos—. Amore, no fue tu culpa... Fue él mismo quien sabiendo su estado delicado, aun así intentó agredirte. Tú no le has hecho nada.

Me mira aún paralizado, así que me paré en puntillas y lo besé para distraerlo, para hacerle saber de que estaba a su lado. Lo abracé con fuerza, y él escondió su rostro en mi cuello, aferrándose a mí mientras intentaba dejar de temblar.

—Finalmente... soy libre —murmuró contra mi piel.

—Sí, así es. Todo acabó —respondí, con lágrimas de alivio acumulándose en mis ojos—. Acabó, amore mío.

Aspen se aferra aún más a mí y deja escapar un jadeo de alivio y sorpresa, podía sentir que, al igual que yo, estaba sonriendo. No nos alegrábamos por una muerte, nos alegrábamos porque todos nuestros peores miedos habían acabado. Somos libres.

Mi madre ordena que sacaran a los Donnovan de nuestra casa, incluido el cuerpo del abuelo. Vic, en cambio, se acerca a nosotros, le di su espacio para que pudiera abrazar a su hermano.

—Lo siento... —susurró Vic con la voz quebrada—. Lo siento, Aspen. Todo este tiempo estuviste protegiéndome y yo no lo sabía. Te ponías en peligro por mí y yo no pude hacer nada para ayudarte.

—Lo haría siempre —responde Aspen—. Eres mi hermana pequeña, no me arrepiento de nada.

Sonreí enternecida con la escena de verlos juntos. Mi madre también se acercó a mí para abrazarme, apoyé mi cabeza junto a la suya mientras sentía sus caricias. Pero entonces escuché el llanto inconfundible de un bebé, acercándose. Levanté la mirada rápidamente y vi a Theo y Jen llegar con Reed en brazos de mi amiga.

—¡Reed! —corrí hacia ellos y tomé a mi hijo en brazos, abrazándolo con alivio—. Gracias al cielo...

—Nena, me alegra tanto volver a verte —Jen me abraza con delicadeza—. Dios, me preocupaste tanto.

La abracé como pude, sentí la mano de Aspen en mi espalda baja cuando se acercó a saludar mejor a Theo y Jen. Sin embargo, el temblor en mis piernas casi me consigue desequilibrar, el agotamiento era demasiado y mi cabeza comenzó a latir dolorosamente.

—Toma... Toma a Reed —pedí mientras se lo entregaba a Aspen—. No me siento bien.

Mis piernas finalmente cedieron. Intenté cubrir mi boca, pero tosí sangre que se derramó por entre mis dedos mientras mi cuerpo caía de lado al suelo. Aspen me atrapa rápidamente con su brazo libre. Escuché a todos llamando mi nombre, pero sus voces sonaban lejanas. Alguien me levantó en brazos; por su aroma supe que era Aspen. Me abrazó, intentando desesperadamente despertarme, pero el sueño fue más fuerte que yo. Ver a Reed fue lo último que mi cuerpo exigía antes de colapsar.

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