Capítulo IX

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El lobo del emperador sintió perder la cordura ante la ruptura del lazo, en su forma animal se revolcaba entre las rocas aullando a la luna en un lastimero clamor, que le devolvieran a su omega padre de sus hijos, pasó toda la noche corriendo en círculos a la entrada del bosque llorando y mordiendo sus patas hasta que cayó rendido sobre el frío suelo.

—Luna no puedo hacerlo solo, lo necesito conmigo, es mi omega y padre de mis cachorros, no puede dejarnos solos— Clamó nuevamente entre aullidos y sollozos. 

Sus cachorros, fue lo que lo hizo volver en si, habían quedado solos, y dejó solo a su dulce esposo. Tomando un poco de compostura tomó su forma humana secó sus lágrimas y volvió al palacio.

Sin mediar palabras con nadie a su alrededor se dirigió directo a sus aposentos, y ahí se encontraba el cuerpo frío y sin color de su Omega. Buscó con la mirada a sus cachorritos hasta que los encontró en el regazo de Seokjin ambos pequeños bultos envueltos en las finas mantas confeccionadas por su difunto padre Jimin, quien a pesar de que le habían dicho que podrían enviarlas a una costurera, decidió por hacerlas él mismo, creía que su primeras prendes debía hacerse con mucho amor.

—Perdoneme su Majestad, pero me tomé el atrevimiento de alimentalos de mi propia leche— mencionó Seokjin en una media reverencia para no despertar a los pequeños niños con el movimiento.

—No me debes explicaciones y sigo siendo Yoongi— Le respondió con su voz rasposa y cansada.— Si no es mucha molestia, podrias retirarte con ellos a tu habitación, quisiera un poco de privacidad para poder preparar… su.. cuerpo—dijo lo último resistiendo con sus escasas fuerzas las ganas de volver a quebrarse en llanto sobre la figura de su esposo que yacía aún sobre su lecho.

Como le había pedido el Seokjin se dirigió a su habitación recostó a los bebés junto al suyo y les arrullo con una canción para prolongar su descanso, en medio de su canción ingresó el beta, lo abrazó por la espalda envolviendo su cintura entre sus brazos, haciendo al omega soltarse en un llanto silencioso y desgarrador, había vivido tantas cosas junto a Jimin, amaba con todo su corazón al pequeño omega, era un lobezno aún tenía tanto por vivir, ver crecer a sus cachorros, siendo sostenido por Namjoon se derrumbó en el suelo llorando sin voz para no espantar a los bebés.

Si no es en esta, permíteme que las siguientes vidas pueda reencontrarme con él y poder salvarlo a tiempo, te lo ruego con las últimas fuerzas que me quedan, por favor Diosa Luna, si me oyes déjame verlo una vez más— Clamó viendo al cielo en un pedido desesperado por que en las siguientes vidas pudieran coincidir.

En la habitación del emperador, Min quitó las mantasque cubrían a su esposo, retiró con cuidado las prendas que formaban el nido, despojó al omega de sus prendas, tomó un paño y un cuenco con agua tibia limpió su piel, tomándose el tiempo de tallar con parsimonia cada centímetro de su piel, detalló con cuidado su rostro, lavó su cabello y lo secó. Le vistió con sus prendas más finas y peinó su cabello, cuando hubo terminado de acomodar el pequeño frágil cuerpo, rehízo el nido dejando nuevas prendas incluyendo unas de sus bebés recién nacidos y se recostó junto a su difunto omega besando sus manos y su frente.

Se fundió en un sueño donde veía a sus hijos crecer junto al omega que reía entre los árboles de cerezos, sus aromas danzando en el aire juntos a los delicados pétalos color rosas que caían gracias a la delicada brisa primaveral.

Cuando un suave golpe lo trajo nuevamente al mundo real, su devastador mundo, donde no era primavera sino el crudo invierno, y donde su esposo no sonreia ni despertaría.

—¿Quien?— preguntó desde su lugar junto al omega.

—Soy yo, Namjoon, Es hora, vendrán por Él— Informó suave al emperador.

A light at the end of the tunnelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora