~Extra~

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-¡Mamá, mi cabello!- un pequeño pelinegro de diez años corría por el pasillo de su hogar con un cepillo de peinar en mano.

Emilio bebía café tranquilamente, antes de que el llamado de su cachorro le hiciera mostrar atención hacia el. El castaño sonrió ante la imagen, el sedoso cabello de Areso se levantaba de un lado a otro, tenía el cabello medio largo y le encantaba así.

-Bien, ven aquí.- lo llamó y el gustoso aceptó acercarse y voltearse para dejar que el Omega mayor le cepillara.

Emilio comenzó con el trabajo pasando suavemente el cepillo por el cabello pelinegro, un momento después, miró como una pelota rebotaba hacia donde estaban ellos, despues simplemente rodó hasta sus pies.

Alzó una ceja escuchando como pasos apresurados iban hacia ellos.

-¡Yo lo ví primero!- chilló una voz que venía desde el pasillo.

-¡Es el primero que lo agarre se lo queda!- exclamó otra vos, diferente y más femenina de la primera.

-¡No, yo estaba jugando con la pelota primero!-la última vos era un poco más aguda, y chillona.

Emilio suspiró, dejó el cepillo a un lado y se agachó un poco para tomar la pelota. Los tres pares de pies se detuvieron ante el, los miró serio, y los pequeños sabían que estaban en problemas.

-¿Que les tengo dicho?- preguntó poniendo la pelota segura entre sus manos, los pequeños se miraron entre sí, sabiendo que ya no podrían jugar con la pelota ese día.

-Que no juguemos dentro de la casa con la pelota.- habló la pequeña de cabellos castaños y ojos cafes, haciendo un pequeño puchero pero Emilio no dejó que su blando corazón hiciera efecto por ello.

-¿Y que más?- volvió a preguntar sin cambiar de expresión, su pequeño de cabellos negros y ojos negros jugó con sus pies antes de tomar la palabra.

-Que no estuviésemos peleando por los juguetes.- no le gustaba mucho regañar a sus retoños, pero sabía que debía de enseñarles disciplina, así serían unos pequeños educados.

-¿Y que estaban haciendo hasta hace un momento?- preguntó por último, y ésta vez fue su cachorro más pequeño quien tomaba la palabra, su cabello castaño y sus ojos negros, iguales a los de su madre,con dos lindos hoyuelos en sus mejillas.

-Estabamos pelando y jugando con la pelota dentro de la casa, todo lo que mamá dijo que no se podía hacer.- Ares miraba a sus hermanos menores con algo de pena, sabían que no debían hacer enojar a mamá, pero algunas veces lo hacían, no a propósito, aunque si lo hacían.

-Bien, por eso, no habrá pelota hasta mañana.

Emilio miró como sus pequeños cachorros hacían caritas tristes, y aunque su corazón doliera por eso, debía seguir adelante con el castigo.

Emilio se levantó de la silla en la que estaba y se llevó la pelota con el, miró como los rostros tristes de los pequeños se volteaba en su dirección mientras caminaba.

Por suerte para el, la puerta principal fue abierta, los pequeños sabía quién era y se olvidaron rápidamente de la pelota, salieron corriendo hacia el pasillo.

-¡Papá llegó!- los escuchó exclamar alegremente mientras se iban.

Solo sonrió y guardó pelota, después se fue siguiendo las voces que iban por el pasillo, se encontró con una linda escena, Jesus tenía a los gemelos mayores colgando de la espalda y a Ares junto a Apolo cargado en sus brazos.

-Me siento viejo, mi columna se va a partir.- se quejó el alfa con diversión e Emilio se rió, se acercó al mayor para tomar a su pequeño cachorro en los brazos y aligerar un poco la carga que tenía encima.

¿Mamá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora