~Sentirse completo~

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Emilio se removió en las suaves mantas de la cama, sentía su cuerpo pesado, pero bien. Una extraña mezcla de dolor y confort.

- ¿Mamá? - sintió como una pequeña mano le jaló la sábana, se la quitó del rostro para ver a la intrusa. ¡Mamá!

Ares gateó más cerca del omega para después dejarse caer sobre él, fue rodeado por dos brazos grandes y protectores, amaba mucho esa sensación.

- Buenos días, mi peque. - Emilio acarició la espalda del cachorro y éste sólo ronroneó, usando toda su fuerza de voluntad y aguantando el dolor en sus caderas.

Se sentó en la cama con el pequeño en brazos. Ares tanteó el pecho del mayor y Emilio solo sonrió alzando la camisa que tenía puesta. Jadeó un poco cuando el chupó uno de sus pezones, estaban algo doloridos.

Recordaba todo lo que había pasado en la noche anterior, una parte suya no podía creer lo que había hecho y se moría de vergüenza. Su parte más instintiva estaba regocijaba y ronroneaba a gusto, estaba feliz, podía sentir el calor en su cuello, un poco de ardor, no tenía que ser un genio para saber qué era el causante de ese calor.

Emilio sonrió mientras abrazaba a su pequeño, ahora tenía un alfa y un cachorro, estaba muy feliz con eso. Ya quería contárselo a su madre, el castaño abrió los ojos sorprendido, no había hablado con su mamá desde hace meses.

- No puede ser... - la última vez que habló con ella fue poco antes de que Jesús y Ares aparecieran en su vida.

Ella no le molestaba mucho, sabiendo que se la pasaba trabajando en la guardería, siempre esperaba a que él fuera el primero en llamar o enviarle un mensaje.

- Pensará que la estoy ignorando. - se lamentó, había estado tan ocupado estando al pendiente de Ares y las demás cosas que habían pasado, que había olvidado por completo a su madre.

Lo peor de caso era, ¿Cómo le explicaría que estaba amamantando a un cachorro y tenía una marca de un alfa? Le daría un infarto a la pobre.

- ¿En qué tanto piensas? Puedo sentir tu angustia. - Emilio alzó la vista encontrándose con su alfa, tenía una bandeja en la mano con comida en ella y un frasco de pastillas, supuso que era para el dolor en su cuerpo.

Tragó saliva sintiendo su boca seca, le dolía un poco la garganta, se sonrojó al suponer porqué tenía ese mal.

Miró como el mayor se acercó y puso la comida sobre la mesita de noche.

- ¿Y bien? - preguntó el pelinegro, mirándolo con una ceja alzada, solo negó suavemente ante su respuesta y aceptó la pastilla con el agua que le ofrecía.

- Estaba pensando en mi mamá. - Emilio se sonrojó, con vergüenza en su sistema por mencionarla hasta ahora.- Ella estará muy preocupada por mí, creo que hasta pensará que me ocurrió algo malo.

Jesus sonrió, algo burlón y Emilio lo miró mal por eso. Suspiró, mirando a su pequeño, Ares lo observaba con sus grandes y hermosos ojos negros, le parecían las mejores joyas del mundo.

- Entonces vamos a visitarla un día de estos, solo hay que sacar el tiempo. - el castaño se sorprendió por eso, sabía que el contrario hablaba en serio, pero aún así tenía algo de miedo que no le fuera caer bien su mamá o al revés, que a su mamá no le cayera bien su alfa.

- ¿Estas seguro? - Emilio preguntó, y abrió la boca para recibir la tostada que le ofrecía el alfa, era gracioso la idea de ser alimentado y alimentar al mismo tiempo.

- Claro que sí, es mi suegra después de todo. - Gilberto no lo admitiría, pero una parte suya tenía miedo, no sabía, ni tenía idea de cómo era la madre de su omega, pero solo esperaba llevarse bien con ella.

¿Mamá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora