~El día ~

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¿Estaba listo? No tenía ni la más mínima idea, pero ese día tenía que serlo, guardar su miedo en lo más profundo de su mente y hacer lo que tenía que hacer.

Se había preparado, o eso creía, no era muy fan de meterse un dildo un día fuera de su celo, era más extraño y menos placentero.

Sí, ese día iba a dar un siguiente paso en la relación.

Había agradecido de que su alfa no le hubiera presionado por eso, desde el día en que lo había dejado fuera de su cuarto, casi toda la noche. En fin, él se la había buscado, así que no tenía nada de qué quejarse.

Tenía una cita esa noche, en la casa del mayor, comida hecha por él, y estaba conforme con eso. Una vez Emilio le había preguntado porqué nunca había pedido una cita en algún restaurante o algo.

La respuesta era simple, en realidad, al vivir casi como un ermitaño no se sentía cómodo en un lugar con muchas personas, por eso preferiría comer en casa, además, estaba seguro que las cenas en esos restaurantes caros no se iban a comparar con las que hacía su alfa.

Había acabado de salir del baño, buscó en su cajón de ropa interior, sacó unas bragas de encaje negro, un poco apretadas adelante y la parte de atrás era algo fina.

Buscó una ropa cómoda y sexy para la noche, no hacía mucho frío así que optó por un short que llegaba a mitad de sus regordetes muslos. Un top junto con una chaqueta y sus fieles zapatillas.

En su mochila metió un cambio de ropa para la noche y otras cosas más. Salió hacia la casa del Alfa, de verdad estaba pensando en mudarse con el, puede que esa noche se lo mencione.

Minutos después, ya en la puerta principal de la casa del pelinegro, tocó el timbre, fue abierta a los segundos. Miró como el Alfa le iba a decir algo, pero se quedó en silencio cuando lo vió, con una expresión sorprendida en su rostro.

Sonrió algo nervioso, caminó hasta quedar cerca y dió un pequeño beso en los labios del Alfa. Después simplemente caminó hacia dentro meneando sus caderas.

-Que rico olor Gilberto, ¿Estas preparando enchiladas suizas?- preguntó colocando su mochila en uno de los sillones del recibidor, vió como el pequeño Ares corría hacia el con una sonrisa en su carita.

-¡Mamá, mamá!- Exclamó el pequeño alzando sus manitas y el castaño lo alzó gustoso.-Mi vida, ¿Ya cenaste, quieres comer?- Emilio lo apapachó con cariño haciéndolo reír, volteó hacia el Alfa, quien parecía haberse quedado sin habla.- Gilberto, ¿Ares ya comió su papilla?

El Omega podía sentir esa mirada oscura devorarlo, recorriendo de arriba abajo su cuerpo por completo. Lo vió tragar saliva y asentir lentamente.

-Sí, ya comió su papilla.- fue lo que contestó al final, Emilio asintió, pero Ares palmeó los pechos del castaño, eso significaba que quería comer más.

-Bueno, bueno, vas a comer un poco más, pero no mucho para que tu pancita no te duela ¿Si?- Emilio ronroneó frotando su mejilla contra la del pequeño, después miró al Alfa de reojo.- Gilb no descuides la cocina, yo voy con Ares .

Emilio se fue al cuarto de Jesus, dejando solo a éste en la cocina. Al llegar suspiró, estaba nervioso, había tenido que usar todas sus fuerzas para que sus piernas no estuvieran temblando, las piernas perfectamente depiladas.

Había visto la mirada del Alfa en sus muslos, incluso se había puesto una crema para que se vieran más afelpadas y brillosas. Solo esperaba que sus esfuerzos dieran buenos resultados.

Ares bebió de la leche materna, no fue mucho, pero se llenó lo suficiente como para dormirse, lo acostó en su cuna y lo meció suavemente. Lo bueno de que tuviera el año era que podía dormir sin interrupciones toda la noche.

¿Mamá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora