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Donghae



Me despertó un sonido que no
pude precisar. Como garras sobre
la madera. Mis ojos se abrieron
de golpe, mirando a un techo
blanco, no a mi cama de dosel.
Unas manchas oscuras salpicaban
el blanco, que era en realidad
más gris que nada, como si
alguien hubiera aplastado moscas
o mosquitos y no se molestó en
limpiar después.

La confusión se deslizó a través
de mi mente soñolienta, y luego
todo lo que había sucedido se
estrelló contra mí. Me senté
en seguida. Tardé un momento
en precisar el ruido que había
oido. Los perros estaban delante
de mi puerta otra vez.

Maldición. Realmente necesitaba
ir al baño, pero con los perros
esperando por mi, eso estaba
fuera de cuestión. Ni siquiera
sabía dónde estaba el baño.

Me paré lentamente, con las
piernas temblorosas, y miré por
la pequeña ventana. Divisé hacia
un pequeño jardín. El césped no
habia sido podado en un buen
rato y como la casa, el jardín
también estaba desprovisto de
cualquier decoración.

Alguien gritaba en las casas
vecinas. Una mujer, seguida por
un hombre. La misma pareja que
habia oído anoche.

Me apoyé contra el alféizar
de la ventana, analizando mi
entorno. Siempre había sido
bueno en matemáticas. Me
gustaban las cosas ordenadas y
predecibles. ¿Y adónde me habían
llevado todos mis planes?

La valla enjaulando el jardín
estaba cubierta con alambre
de púas. ¿Podia superarla?
Probablemente no sin herirme
terriblemente y entonces
Wolf solo tendría que enviar
a los perros detrás de mí y
ellos seguirian el rastro. ¿Y
los vecinos? ¿Me ayudarian
a esconderme o simplemente
gritarían a Wolf con la
esperanza de una recompensa?

Probablemente esto último
considerando la gente que había
encontrado hasta ahora.

La puerta chillo. Me giré, mi
cuerpo tensándose de miedo. Wolf
entró, sus ojos aterrizaron en
mí. Rápidamente me cubrí el
torso desnudo con los brazos.
Parecía menos desconcertado que
anoche, y aunque su mirada se
deslizó sobre mi cuerpo medio
desnudo, su expresión no mostró
ninguna reacción. Su antebrazo
derecho estaba vendado donde lo
había cortado. Por encima de
ello había más marcas. Rasguños
que no recuerdo haber infligido,
pero había estado en tanto
pánico que no estaba seguro de
lo que había hecho exactamente.

Él siguió mi mirada brevemente
pero no reaccionó. No parecía
que me resintiera por herirlo.
Esperaba que eso fuera una buena
señal.

-Estás despierto -dijo en voz
baja.

Nunca había levantado la voz
las pocas veces que lo había
oído hablar, pero aun así, sus
palabras llevaban suficiente
poder.

Resoplé ante su declaración,
pero no dije más. La presión
en mi vejiga era cada vez más
insoportable. Detrás de Wolf,
dos perros masivos aparecieron.
Le llegaban poco más arriba a
sus rodillas, eso era más que
un poco intimidante. Lo que era
peor: estaban jadeando y dándome
una buena vista de sus afilados
dientes. Definitivamente eran
una especie de perros de pelea.
Y a juzgar por las cicatrices en
sus rostros y el rasgón en la
oreja del negro, habían peleado
algunas batallas.

Wolf puso una mochila que no
había notado antes en el suelo
entre nosotros.

-Consegui algunas cosas para ti
de tu casa.

Mi casa. Intenté evocar una
imagen de mi acogedora y
hermosa casa, pero las imáảgenes
de anoche fueron todo lo que
pude imaginar, y preferi no
recordar mi casa de esa forma en
absoluto.

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