Un consuelo para ti

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Iruka se encontraba desayunando como de costumbre en otro sábado común y corriente, tan monótono que suspiraba pensando a dónde podría salir para pasar el rato, aquel día no trabajaba ni en la academia ni en la torre de control por lo que el día lo consideraba aburrido. Estando en su burbuja de pensamiento, alguien tocó a la puerta con dos golpes concisos. Se levantó dejando su taza en la mesa y caminó con prisa hacia la puerta. Una máscara de porcelana brillosa y blanca con el pico de grulla apareció frente a él y con una simple frase hizo que su corazón palpitara de confusión.

Tsunade sama solicita con urgencia su presencia en su oficina.

Simple y conciso. Asintió y agradeció el aviso, cerró la puerta, aún más confundido que al principio, no obstante, no demoró en ir a por su uniforme y peinar su larga cabellera. Antes de salir, se terminó de un mordisco su pan tostado y de dos tragos el resto de su café luego entonces fue a cepillarse y a colocarse su badana. Una vez listo, le tomó menos de diez minutos llegar a la torre del Hokage.

Al llegar, se acomodó lo mejor que pudo el uniforme y el cabello, y con puño firme tocó a la puerta, siendo la voz femenina de la Hokage, amortiguada por la dura madera, quien le respondió enseguida pidiéndole que entrara. No tardó mucho en darse cuenta de que no estarían solos, debido a que prácticamente al llegar reconoció cuatro chakras más aparte de la máxima autoridad de la aldea. Alzó la mirada topando con el ojo cansado de Kakashi Hatake, el jōnin a cargo del equipo siete y después con los ojos esmeralda de su exalumna Sakura Haruno, quien se había convertido en aprendiz médico de la Hokage hacía un par de años, también se encontraba Shizune cargando como de costumbre a Ton-ton.

Tsunade miraba con seriedad, directo a su dirección que cuando topó mirada con ella, sintió un estremecimiento desde el nacimiento de su cabellera hasta la punta de sus dedos de los pies, sin embargo, un pensamiento fugaz alteró su ceño. Había reconocido y confirmado la presencia de cuatro de los cinco chakras, sin embargo, faltaba alguien. Alguien lo suficientemente importante como para no tomarlo en cuenta. Su mirada se posó en dirección de Hatake quien no se inmutó ante su ceño confundido lo cual solo provocó el nacimiento de un hormigueo en su estómago que le supuso a peligro.

—Lo siento, Tsunade sama, ¿ha solicitado mi presencia?

—Correcto, Iruka. Lamento haberte llamado solo así en tu día de descanso, pero esto es de suma importancia. Verás... — Iruka contempló la vacilación en la mirada y en la voz femenina, lo cual hizo que el hormigueo se acentuara más en la boca del estómago —Tengo entendido que conoces a Naruto desde su infancia— Iruka asintió — y eres bueno cuidando niños ¿verdad? 

Esta vez no supo si contestar afirmativamente. Era verdad que su trabajo involucra trabajar con niños, y también era verdad que Naruto se había ganado su cariño aun siendo un mocoso. Había sido interesante haber trabajado con ese revoltoso torbellino amarillo durante unos años, sin embargo, no sabía a qué se refería la Hokage con aquellas preguntas.

Sakura que apenas y lograba sacar la cabeza detrás del delgado cuerpo de su maestro, se arrodilló. Iruka reconoció el torbellino de chakra. Confundido volvió a dirigir su mirada a la dirección de ambos. Se escucharon unos torpes pasitos y habiendo sido empujado de la pierna Hakate, se abrió paso ante él, un niño quien presuroso se fue directo a Iruka, aunque no alcanzó a llegar debido a que en el correteo su pie pisó la camisa que le doblada su talla y cayó de cara al piso frente a la silueta del Chūnin. El niño de cabellera rubia alzó su mirada llorosa hacía Iruka, quien, habiendo sentido un vuelco en el corazón al reconocer esos ojos azules tan inmensos como el cielo y esos bigotes en las regordetas mejillas, se apresuró a levantarlo y acunarlo en su pecho mientras le dedicaba palabras cálidas reconfortantes. Su mano daba círculos sobre la pequeña espalda mientras sentía cómo los cortos brazos se aferraban a él de su chaleco.

—Tranquilo, querido, ya pasó.

Miró a Tsunade con preocupación y ésta a su vez le devolvía la mirada igual o más angustiada. Su estómago se revolvió por completo, entonces fue consciente de que no se trataba de un sueño, sino de la realidad. El pequeño cuerpo que cargaba temblaba aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. Entre la tormenta, apareció un pequeño destello de luz en su corazón. Se llenó de regocijo con un pequeño pensamiento, «Él ha venido corriendo a mí. Él quiere que yo lo proteja» Y con ese pensamiento el hormigueo se calmó dando paso a la decisión.

Él protegería a Naruto Uzumaki.

Misión, ¿peculiar? ᵏᵃᵏᵃⁱʳᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora