Sukuna era un niño problema desde el punto de vista de cualquiera que no lo conociera. Siempre era a él al que culpaban cuando los gemelos se metía en alguna pelea. Nanami se acostumbró, más pronto que tarde, a tener que ir por los niños a la guardería cada vez que esto sucedía.
Ellos apenas tenían un par de meses yendo al jardín de niños, y unos ocho meses viviendo con él. Nanami se acostumbró fácil y rápidamente a ellos y viceversa. Por eso, Nanami no comprendía el cambio de comportamiento en Sukuna; en casa se portaba excelente, era solo en su escuela cuando las cosas iban mal. El rubio se preguntaba si quizás los había enviado demasiado pronto. ¿El niño podría sentirse abandonado y estar reflejando sus emociones con violencia?
Nanami no lograba ver lo que estaba mal y, mucho menos lo hacía al observar a Sukuna dentro del carrito del supermercado mientras fingía que leía un librito infantil, ya que aún no aprendía a leer. Vamos, el niño era la viva imagen de la tranquilidad y la serenidad mientras el mayor deslizaba el vehículo por los pasillos. En cambio, Yuuji señalaba todo con emoción y decía incoherencias que el adulto no alcanzaba a entender., al menos hasta que...
—¡Papi!
Nanami detuvo su andar bruscamente. Su mirada bajó sorprendida hacia Yuuji que lo miraba con sus ojitos enormes y risueños.
—Pa...
Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Nanami reaccionó al instante y logró detener el golpe que Sukuna le iba a dar a Yuuji con el libro. Cuando Nanami le quitó dicho libro, el pequeño se enfurruñó y se cruzó de brazos frunciendo el ceño.
Nanami estaba el doble de sorprendido ahora. Miró al rededor con cautela, rogando que nadie haya visto lo que sucedía. Afortunadamente el pasillo estaba vacío.
—Hablaremos de esto en casa. —sentenció el rubio antes de continuar con las compras.
Yuuji se quedó cohibido mirando al suelo y Sukuna miraba hacia cualquier lado, menos a ninguno de ellos.
Nanami sabía que Sukuna era un buen niño y, aunque era consciente de su creciente actitud violenta, no esperó verlo en vivo y en directo y además contra su propio gemelo.
***
Para cuando volvieron a casa, los niños parecían haberse olvidado del incidente, pero Nanami aún lo tenía presente. Él se dedicó a acomodar las compras y los niños se sentaron en la alfombra de la sala para jugar con unos legos que habían dejado allí antes de la salida al súper.
Al terminar de poner cada cosa en orden, Kento se quedó un momento observando a ambos niños. Ellos estaban bien. Su energía maldita seguía fluctuando de la misma manera, aunque seguía siendo demasiada para unos niños de su edad. Ahora ellos parecían los mejores amigos del mundo, con Yuuji riendo a carcajadas mientras su hermano luchaba con él. Sukuna no parecía especialmente divertido, pero había cierta satisfacción en su carita, como si ver feliz a su hermano fuera suficiente para él.
—Niños.
Ambos pelirrosa detuvieron el juego y miraron al rubio con atención. Nanami se sentó junto a ellos.
—Les dije que hablaríamos de lo que pasó en el supermercado. Quiero que me digan que fue lo que sucedió.
La reacción en ambos fue inmediata: Yuuji bajó la mirada a sus manitas inquietas y Sukuna frunció el ceño y su boca hizo algo parecido a un puchero.
El rostro de Nanami cambió de preocupado a serio. Ambos niños parecieron percibir el cambio, pues lo miraron con atención.
—Necesito saber qué es lo que sucede o no podré ayudarlos.