Es curioso como el tiempo junto a ciertas personas lo cambia todo. Nanami no dejó de ser serio y estricto, pero había que admitir que se había suavizado un poco en su carácter con respecto a sus hijos, los gemelos Itadori. Ver crecer a los pequeños fue una experiencia alucinante y que jamás creyó que viviría. Él nunca creyó que tendría una familia porque simplemente era algo que no estaba en sus planes, pero, allí estaba ahora, con una copa en su mano viendo de manera orgullosa cómo Sukuna se desenvolvía sin dificultades con los asistentes a la fiesta.
Gojo a su lado sonrió burlón, llamando así la atención del rubio.
—Sukuna es idéntico a ti —Dijo Gojo alegremente.
—Sabes perfectamente que no es mi hijo biológico —musitó Nanami con los labios cerca del borde de su copa antes de darle un sorbo.
Gojo lo miró fijamente sin quitar esa estúpida sonrisa que no había cambiado con los años.
—Como si sí lo fuera... —musitó el albino antes de soltar una risita y alejarse de su amigo para saludar a algunos de los invitados.
Nanami frunció el ceño. Ciertamente el comentario de Gojo no era aislado. En todos lados había escuchado comentarios acerca de lo similar que era Sukuna a él, incluso físicamente. En una ocasión, incluso leyó un artículo sobre cómo un niño realmente podía adquirir rasgos de su cuidador si pasaba el tiempo suficiente con este. Nanami no lo creía así, pero no podía negar que realmente sí había muchas cosas que Sukuna parecía haber "adoptado" de él.
Pensando en ello, Nanami llevó su vista al otro lado del salón, donde Yuuji estaba en una mesa junto a sus amigos Megumi, Nobara, Ino, Todou, Maki, Yuta e Inumaki. Estaban tranquilos conversando, todos parecían relajados y felices.
Yuuji realmente era el otro lado de la moneda en comparación a Sukuna, Yuuji era alegre y era alguien en quien te gustaría confiar. Tenía esos ojos color miel y enormes que hacían recordar a un gran Golden Retriever que te convencería de hacer cualquier cosa. En contraste, los ojos de Sukuna eran más rasgados y pequeños, como los de Nanami. Aunque, esto último, él sabía que era más porque Sukuna se acostumbró a hacer esa expresión, pocas ocasiones lo vio sorprendido y sin duda sus ojos también podían ser tan encantadores como los de Yuuji.
Por otro lado, la complexión de ambos chicos era grande y musculosa como el mismo Nanami, pero eso se debía más a que había entrenado con ellos por muchos años, así que no era sorpresa que se parecieran un poco en ello. La diferencia era que Sukuna era más grande que Yuuji, tenía una espalda más amplia y fibrosa, mientras que Yuuji era un poco más estilizado como un deportista.
Vaya, pensando en todos los detalles, Nanami no podía negar que sí se parecían un poco a él. Lejos de molestarle, era un poco impresionante que no lo hubiera notado antes. Ahora, observando a Sukuna, se dio cuenta de que los rasgos de este eran también más afilados en comparación con los de Yuuji. Todo los comentarios en revistas de cómo este se parecía a su padre ahora simplemente lo llenaban de orgullo.
Nanami dio otro sorbo al vino, cuando de pronto, las luces del salón se apagaron y luego solo se centraron en un pequeño escenario que había al fondo. Las conversaciones se detuvieron lentamente y todos comenzaron a acercarse al podio. Uraume, la secretaria de Sukuna subió y se colocó frente al micrófono.
—Buenas noches a todos, gracias por venir a este importante evento. Recibamos con un aplauso al Joven Maestro, Sukuna.
Los aplausos no se hicieron esperar. Nanami casi se rió por lo de Joven Maestro. Uraume era una chica muy extraña, pero era la mano derecha de Sukuna, un puesto que se ganó a pulso.
—Gracias a todos por venir —Sukuna irradiaba un poderoso aire de autoridad y solemnidad con ese traje blanco a la medida y el cabello echado hacia atrás dejando libre sus facciones. Kento no podría estar más orgulloso de él—. Cómo saben, esta empresa comenzó como un sueño pequeño en la oficina de mi padre cuando yo solo era un niño. Fue gracias a él y a su dedicación que esto se volvió posible y quiero agradecerle por confiar en mí para continuar con su legado. Salud por ti, padre.
Otra ola de aplausos. Otro discurso breve y todo volvió a ser oscuro. Nanami frunció el ceño cuando escuchó a todos murmurar y moverse alrededor de él. Fue extraño. Entonces la luces se volvieron a encender y allí en medio del espacio libre, estaban Yuuji y sus amigos (a excepción de Megumi) y otros tantos miembros de la empresa acomodados de manera estratégica. Una música muy movida comenzó a sonar y el grupo comenzó a bailar.
Nanami nuevamente casi se rió. Yuuji parecía muy emocionado y enérgico cómo siempre, pero en sus ojos había un brillo tan cegador que casi lo hizo llorar. Su pequeño Yuuji era más feliz que nadie y eso lo conmovía demasiado.
—¿No me digas que vas a llorar, viejo?
Nanami dio un codazo a Sukuna el cual soltó una baja y discreta carcajada.
—Respeta más las canas —dijo Nanami siguiendo la broma.
—Él está radiante —mencionó Sukuna mientras miraba fijamente a su hermano.
—Es gracias a ti —Kento aceptó—. Eres un grandioso hermano mayor.
Sukuna no dijo nada. No hacía falta que lo hiciera, sabía a qué se refería su padre. Ese viejo recuerdo cuando se cayó su primer diente fue la base para que Sukuna se convirtiera en el hombre de negocios que era ahora, de esa manera podía darle todo a su hermano por tal de que fuera feliz.
Cualquiera creería que estaban malcriando a Yuuji, pero era todo lo contrario, porque Sukuna y Nanami solo lo protegían. Ambos darían su vida por él y le darían el mundo entero, sin importar que ellos tuvieran qué ensuciarse las manos.
El baile de los chicos terminó en vítores y enormes sonrisas. Nanami finalmente sonrió ampliamente y aceptó el tempestivo abrazo que le dio Yuuji al correr hacia él. Su niño, su bebé. Había crecido tanto, pero seguía siendo su cachorro.
—¡Feliz aniversario, papamin!
—¿Quieres una bofetada? —dijo Kento con seriedad.
Yuuji soltó una carcajada que hizo vibrar a ambos hombres. Eran felices, todos ellos eran felices y nada podría arruinar nunca esa felicidad.