La magia detrás del poder

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La cálida luz del sol se va apagando conforme el año avanza. Un cuervo blanco llega de la Ciudadela, habrá cambio de estaciones. A ellos no les afecta tanto, los volcanes mantienen la isla caliente, el agua es más fresca ahora. Escribe una carta a la reina para que sus suministros sean doblados ante la posibilidad de un invierno cercano y un otoño crudo tras la devastación de la guerra.

Rhaena I Targaryen es un giro de los acontecimientos que nadie vio llegar. No es que haya ganado algún bando más que el de Corlys y las reivindicaciones que hizo por años de su propia esposa, Rhaenys. Una invitación a su coronación llegó para los cuatro a la corte, ya que dos de ellos son hermanos de la reina en cuestión, pero ninguno de los dos quiso ir. Aegon le envió una carta, igual que Lucerys y le anexaron unas cuantas joyas que pertenecieron a Rhaenyra en alguna ocasión. En la mesa de esa noche no se celebró nada.

Lo que sí se ha celebrado son los cumpleaños de los niños. Aegon tiene ya once y Jaehaera nueve. Él no puede hablar con desconocidos y ella no sabe leer, pero se ven felices jugando con huevos de dragón, libros viejos y poniendo nombre a las gárgolas y demás bichos en las almenas del castillo. Lucerys los sigue a todos lados, haciendo bromas con ellos y espantando a todos los criados con sus arrebatos. En uno de ellos, desenrolló un papiro enorme por las escaleras del servicio, estaba lleno de notas de viajes, en el que destacaba la imagen de una mujer joven, una ancestra reconocible por su cabello y por una mano con seis dedos que Jae se entusiasmó al comprarla con las suyas.

En un apogeo de inspiración, Aemond ha comenzado a enseñar a su sobrina a usar el arco, viendo como la presencia de dedos extra en su mano le favorecen al uso. Jaehaera es feliz disparando a blancos en la costa, preparando ella misma las flechas y jugando con Egg a defender el castillo. Aún no han visitado la playa en la que murió Rhaenyra, ni se atreven a hablar de otros miembros de la familia. El tiempo pasa, inexorable, pero menos cruel.

La traducción de textos de Aemond continúa, con eventuales ayudas de Lucerys que se queja de no poder entender cosas, así que encarga una copia de algunos libros a Antigua bajo el pretexto de "necesito leer, mientras contempló el mar y me emborracho". Le envían dos copias de cada tomo, por si pierde alguno. No son grandes libros, más bien se trata de traducciones de poemas o cuentos, alguna mitología. Con ello, inicia una larga lista de comparaciones, exposiciones y preguntas sobre el origen del lenguaje. Es un tema tan ajeno a la voluntad de los dos, que las charlas se extienden entre él y Luke sin problemas, obviando las propias preguntas sin respuesta en la relación de ambos.

―¿Para qué estamos haciendo todo esto? ―Están sentados en la mesa pintada, con libros y manuscritos regados por todos lados. Hay una mancha de tinta en la mejilla de Luke, aunque suena constipado, no ha estado bebiendo.

Aemond no tiene una respuesta. Deja su pluma y mira hacía su sobrino. Había empezado con todo ello por pura incertidumbre, algo en que ocupar el tiempo mientras decidía qué hacer con las largas horas de su vida en adelante.

—Matar el tiempo, supongo —dice, sin temor a verse comprometido—. Siempre quise saber más sobre Valyria, pero no tenía más que al maestre para enseñarme.

Los maestres que eran escuetos, obviaban sus preguntas más intensas y nunca podían fijar bien sus consultas en las bibliotecas. Él, que era hijo del rey, se las apañaba con lo que tenía a su alcance, devorando lo que podía y aprendiendo su idioma materno más por pasión que por obligación.

—Siempre imaginé que era una ciudad enorme dónde uno podía entrar en sus calles con su dragón ―comenta Luke, entrecerrando su único ojo con tristeza―. Si existiera aún, podríamos irnos allí.

Lejos. Tan lejos. Aemond se cuida en decirle a Lucerys que, de existir aún Valyria, ni siquiera habrían sido príncipes, ni pasado por una guerra contra ellos mismos. Las leyes hubieran obligado a Rhaenyra a casarse con Aegon y regentar juntos a la familia. Habrían sido tío y sobrino, pero de una manera completamente nueva. Tal vez él hubiese terminado casado con Helaena y Jae sería su hija, o no habrían existido nunca. Pero, ¿qué importa ahora lo que sucedió antes? ¿o lo que podría haber sucedido? Han encontrado un equilibrio con sus vidas, al menos Aemond así lo entiende. Lucerys ya no va por ahí borracho y él evita decir cosas que sean en verdad cortantes; siempre que se pueda.

Enredaderas y  escamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora