La última salida

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La chica se llama Lynda, Aemond la recuerda porque la despachó de Rocadragón con una bolsa de oro, una disculpa de Lucerys y la promesa de que si tenía un bastardo podía enviarlo allí y se encargaría de él. No ha sabido de ella por al menos trece años.

Apenas tenía quince cuando su pequeña figura se balaceó en una canoa sobre la costa, ahora es una mujer grácil de mirada penetrante y amplia sonrisa.

―Mi madre era del Valle de Arryn, sirvió a un noble antes de la guerra y, como muchos otros, lo siguió cuando fue necesario marchar hacia Desembarco. Yo iba con ella. Murió en el camino. Escogí ir a Rocadragón cuando pidieron voluntarios para acompañar a los pequeños príncipes. La princesa se veía tan sola y lloraba tanto en su guardería.

Sí, Aemond había escogido a todos ellos porque no habían nacido cerca de Desembarco o la costa. Hombres y mujeres sin ningún lazo con los señores que adoraban a Corlys Velaryon.

―¿Por eso sirves a Joffrey Arryn?

―Sí, volví al Valle con el oro que usted me dio, llevé algunas telas que compré en Marcaderiva y puse un taller de costura. Mis vestidos se hicieron populares y llamaron la atención de la señora Jessamy, la amante de la señora Arryn. Me convertí en su costurera de confianza y luego en una sierva de su corte. Sé leer y escribir, así que también fui un poco su secretaria... Cuando murió, el señor Joffrey mantuvo el puesto para mí.

Sigue siendo más una campesina que una dama, pero eso es bueno para las ideas de Aemond.

―¿Tienes hijos?

Su piel pálida se colorea, antes de responder: ―Sé que me dijo que podía devolver al niño si tenía uno, pero después de ver su carita, no pude desprenderme de él.

Diablos. El bastardo tenía un bastardo.

―¿Se parece a Luke?

La chica asiente con energía.

―Mismos ojos, mismo cabello, pero sonríe más y es más agradable. Como supongo que era el príncipe antes de la guerra.

―En efecto. Mi sobrino solía tener una sonrisa engreída todo el tiempo.

Ella lo mira con algo de compasión, como si conociera a profundidad la lucha que suponen los sentimientos de Aemond hoy con su pasado.

―Harwin no sabe quién es su padre. Le dije que era un hombre de mar al que no había vuelto a ver.

Harwin. Cómo Harwin Strong.

―¿Por qué ese nombre?

―Era el nombre de mi padre. Era un sastre cerca de las Puertas de la Luna.

―También era el nombre del padre de Luke. ―Ella abre mucho los ojos, en un gesto que la hace ver más como una niña que como una adulta. La encuentra adorable, también fácil de usar―. Deberías decirle que tienes un hijo, le gustan los niños y estará más que feliz de ponerlo en nuestra corte en Rocadragón o en Marcaderiva con nuestro otro sobrino.

La chica es guapa, además de pobre... y ha llegado lejos, así que tonta no es.

―Pero a la reina eso no le va a gustar, ni al señor Arryn.

―Tenemos dragones ahora, y ellos no. Además, la reina tiene a su propia hija casi al borde de la muerte y su heredero es un bastardo, sin ofender. No hay muchas posibilidades para los que están en el palacio de ahora en adelante. Ni siquiera tengo que hacer algo, la gente se enojará una vez coronen a un niño manipulado por dos señores de lugares distantes.

Ella lo mira un momento, sus manos juegan con la tela azul de su vestido veraniego. ¿Es una madre o una jugadora del Juego de Tronos? ¿O es ambas? Cualquier respuesta puede servir a Aemond para terminar con todo esto.

Enredaderas y  escamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora