La guerra, siempre la guerra

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Resulta que cazar Capas Doradas es divertido. Junto a Viserys y Lucerys, siguen a los hombres de Alyn en su camino al sur, atacando cada tanto a aquellos que se adelantan o, a quienes tienen la astucia de seguir las pistas que Aegon o Jaehaera dejan en el camino. Resulta que sus sobrinos pueden ser tan sanguinarios como él a su edad, convencidos de que su verdad es la VERDAD suprema de todas las cosas.

Diez hombres, reducidos en menos de cinco días. Es obvio que a la cuarta muerte comenzaron a sospechar, pero Aemond logra hacerse de la vista gorda ante la posibilidad de que todo esto fracase. Está henchido de bravío, que corre por sus venas, hablando de sus días de gloria, donde cabalgar durante horas no significaba un dolor atroz en la cadera. Solo tiene veintisiete años, pero se siente viejo.

―Deberíamos descansar ―pide Daenaera, a los siete días de viaje. Nadie los ha perseguido, pero llevan un trayecto casi de campaña, deteniéndose solo en las noches. Ni la pequeña señorita, ni los sirvientes están felices con ello, no después de años de estabilidad en la isla.

―Descansaremos cuando encontremos a mi hermano.

Viserys demuestra ahora un hambre incansable por la intriga, por la parte más animal de la política, no disfruta de la muerte, pero sí del proceso para llevarla a cabo. Lucerys ha dicho que es una forma de excusarse consigo mismo por lo que él considera un error ―el matrimonio al otro lado del mar, el ansia juvenil por algo de amor y calor―. También parece haber nacido en él la necesidad de que Daenaera lo reconozca como algo más que su prometido, un hombre que no tiene miedo de hacer y ser lo que se requiera en el momento, más allá de su apellido. Luke se ha burlado de ello también,

―Antes no podía ni verla y ahora no puede dejarla sola ―dice una de las noches, en las que acampan junto a uno de los campos de trigo del Dominio. Viserys está junto a su carpa, ayudando a Daenaera a sacarse toda la indumentaria para montar que usa―. Se parece a su tío Aemond, primero intentó matarme y luego me propuso irnos a hacer nuestra propia casa en una isla.

Solo por honor, Aemond hace guardia esa noche y se niega a comer el desayuno junto a Lucerys a la mañana siguiente. Desquita su ira con el hombre al que encuentran esa tarde, lo atraviesa con la espada sin miramientos, sin esperar siquiera una pelea: lo encuentran mientras deja que su caballo repose al lado de un riachuelo.

Dejan que Monterix y Verkar se alimenten del cadáver antes de enterrarlo. Es el último. Viserys le quita la capa dorada antes de dejarlo en la tierra. Aemond no puede sino pensar en Daemon cuando lo ve, lleno de ira, rabia, temor, pero claramente dispuesto a acobardar a cualquiera que se meta con él o con su familia; se ve un poco a sí mismo allí, al niño que quería ser como sus antepasados.

A su llegada a Puenteamargo, dos días después que la otra comitiva real, tres cartas los encuentran. La primera es sencilla, clara, Alyn Velaryon ha muerto en el Camino Alto del Valle debido a una herida de batalla. El informe dice que iba en una misión diplomática.

Por otro lado, la carta que reciben del Norte es sencilla y clara:

«Será para mi un honor, que una princesa sea enviada al Norte para unir en matrimonio a mi hijo. Un día, juré lealtad a Rhaenyra y, por instancia de Lucerys Velaryon, lo hice a Rhaena Targaryen. Ahora que ella misma reniega de aquel apoyo, puedo extenderlo a su hija por el buen juicio que han mantenido el príncipe Aemond y el príncipe Lucerys.

Envíen también a sus protegidos si eso les hace sentirse más seguros».

La nota que viene desde el sur tiene más aire de guerra:

«A los aguerridos príncipes Aemond y Lucerys:

Dorne ha sido un reino libre desde siempre. Doradas arenas, mar y veneno de mantícora. No conocemos otra manera de vivir que con intensidad. Y nos tomamos la Ley muy en serio. Recibiremos al príncipe consorte y a la Princesa Heredera, junto a su hermana pequeña. Dado el momento, acompañaremos por su reclamo a la Princesa Laena y entregaremos a Aena a Royce Baratheon cuando la edad de ambos cónyuges lo permita.

Enredaderas y  escamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora