El pacto

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Violeta me estaba besando.

Eran las dos de la mañana y Violeta me estaba besando.

¿Cómo de alucinante era eso?

Y ¿cómo habíamos llegado a esa situación? 

Y, sobre todo, ¿estábamos de acuerdo con eso todas las personas implicadas?

Porque por muchas ganas que tuviera de aquello y por mucho que en ese momento me estuvieran temblando las piernas, me estaba sintiendo realmente mal, me estaba sintiendo fatal.

     - Vio - paré el beso de golpe y me encontré de frente con sus ojos. 

     - ¿Qué ocurre? - Violeta parecía preocupada.

     - Lo que estamos haciendo, ¿está bien?

     - Bueno, a mí me parece que está muy, muy bien - comenzó a acariciarme suavemente la cadera  - ¿Por qué no iba a estarlo?

Al estar completamente a oscuras  no la veía con nitidez, pero sí la escuché reírse.

     - Porque tienes novia, Violeta.

     - Ah, sí, no te preocupes por eso - se acercó para intentar besarme nuevamente.

    - ¿Cómo que no me preocupe? - me aparté.

    - Que no tienes que pensar en eso.

     - No, explícamelo.

Sin darme cuenta y por culpa de lo tensa que me estaba poniendo, estaba levantando la voz más de la cuenta. Ni era consciente de ello ni mucho menos podía controlarlo.

     - ¿Ahora? ¿Aquí? - me dijo -.

     - Claro, ¿dónde quieres que hablemos de esto durante el día?

Se quedó mirándome durante unos instantes y luego suspiró.

     - Vale, te lo explicaré.

En ese momento alguien nos chistó y Violeta intentó bajar la voz. 

      - Escúchame - continuó - tú no tienes nada de que preocuparte, te lo prometo, todo lo que estamos...

Otra vez nos chistaban.

     - Chicas, - Salma parecía enfadada - sacad el bollodrama fuera, por favor, estáis haciendo muchísimo ruido.

Violeta se levantó de la cama, se puso las zapatillas y salió acelerada de la habitación. Yo me levanté detrás de ella y caminé hacia la puerta todo lo despacio que pude, intentando no hacer ruido.

En cuanto salí cerré con cuidado para no dar un portazo y nos metimos directamente en los baños. 

Me apoyé contra la pared, ella se acercó a mí y me cogió despacio por la cintura.

     - Violeta, - apenas me salían las palabras - por favor, paso a paso. Explícame primero qué es lo que ocurre.

     Ella se apartó y dio un paso hacia atrás, cruzó los brazos y miró directamente al suelo.

     Yo todavía no era consciente de lo guapa que era Violeta. De hecho estoy convencida de que si alguien me hubiera dicho que iba a estar en el baño de OT a las dos de la mañana pidiéndole sinceridad a la chica más guapa de la academia no me lo habría creído.

Pero allí estaba, en pijama, apoyada en una pared y esperando una explicación.

     - Violeta, - le dije para que reaccionara - podemos estar aquí toda la noche si quieres pero en unas horas va a entrar Noemí dando gritos.

    Sonrió y me miró.

     - Si te digo que te fíes de mí, ¿no te sirve?

     - Si yo me fío de ti, pero eso no quita que no quiera entender bien la situación, necesito asegurarme de que no hay ningún problema en lo que estoy haciendo. En lo que estamos haciendo.

      - Es decir, que no te sirve.

      - No - me crucé de brazos.

      - Vale, pues - intentó arrancar - mi novia y yo tenemos un pacto.

     - ¿Qué pacto?

     - No puedo decírtelo, pero de verdad quiero que confíes en mí - dio un paso hacia delante - y en que si te digo que no tienes nada de lo que preocuparte - acercó la cabeza a mi cuello y comenzó a besarme despacio - es que de verdad no tienes nada de lo que preocuparte.

    Notar su aliento contra mi piel y oír su voz susurrando me estaba volviendo loca, y yo puede que a veces parezca muy cuadriculada pero definitivamente no soy de piedra. Así que, durante unos segundos, cerré los ojos y me dejé hacer. Violeta me besó despacio desde la clavícula hasta la línea de la mandíbula. Me cogió suavemente del cuello y apretó su cuerpo contra el mío.

     Toda la dignidad que había intentado mantener en esa última hora se estaba desvaneciendo por segundos.

     Hasta que, en un instante y sin que nos diera tiempo a reparar siquiera, la puerta se abrió.

     - Salma - por inercia separé de mí a Violeta, con tanta fuerza que tuvo que dar un paso hacia atrás y apoyar el pie en el suelo para no perder el equilibrio.

Salma se nos quedó mirando fijamente y miró alrededor.

   - ¿Os estáis liando en el baño? - dijo finalmente - ¿Con el frío que hace aquí a estas horas?

   Parecía mucho más sorprendida por el hecho de que estuviéramos en ese lugar en particular que por la situación en sí.

Ni Violeta ni yo supimos qué responder.

     - ¿Te has desvelado? - preguntó finalmente ella.

    - Claro que sí, tías, me habéis despertado y no he sido capaz de volverme a dormir.

     - Lo siento mucho, Salma - comencé - ya no hablaremos más.

     - No, si ya veo que no habláis - se rió - pero es que no entiendo por qué no os liáis en silencio en la cama como todo el mundo, de verdad, qué ganas tenéis de charla.

Salma entró en el primer aseo y cerró la puerta.

Yo miré a Violeta con cara de resignación.

     - Vamos a la cama ahora mismo - antes de que pudiera terminar mi frase Violeta estaba poniendo los ojos como platos - pero a dormir.

     - Kiki...

     - Ni Kiki, ni Kiko - levanté el dedo en señal de cabreo - dormimos y mañana me explicas bien todo. Que te recuerdo que tenemos gala y no estamos descansando absolutamente nada.

Me giré y puse la mano en el pomo de la puerta de los baños. Antes de abrir miré a Violeta para confirmar que lo había entendido todo.  

Ella sonrió, asintió y me cogió la mano. 

Salimos despacio del baño, entramos en la habitación y caminamos hacia la cama, intentando por todos los medios que nadie más se despertara. Por suerte no se movió ni un alma.

Nos tapamos, Violeta me abrazó por detrás y, con la serenidad de la postura y el calor de su cuerpo junto al mío, no tardó ni 10 segundos en quedarse dormida.

Yo, por otro lado, no podía conciliar el sueño, ¿de verdad aquello estaba pasando? Y, sobre todo, ¿de verdad no había ningún problema?

EL PACTO - Violeta y Chiara (OT) Kivi - KikiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora